Vincent Bevins, periodista experto en movimientos sociales: “Hace quince años nos equivocamos al creer que Internet iba a traer un mundo más democrático”

Revueltas populares

Aprovechamos la visita a Catalunya del autor de ‘Si ardemos’ hace unos días para repasar con él los levantamientos que, entre 2010 y 2020, trataron de transformar las sociedades por todo el mundo. ¿Lo consiguieron?

El periodista estadounidense Vincent Bevins, autor de 'Si ardemos'

El periodista estadounidense Vincent Bevins, autor de 'Si ardemos'

Best Wishes / Capitán Swing

El 17 de diciembre de 2010, Mohamed Bouazizi, un joven vendedor ambulante, se inmoló en Sidi Bouzid (Túnez) en protesta porque la policía le arrebató sus mercancías y dinero. Pudo haber sido un caso aislado, pero escaló en el catalizador de una gran protesta social por todo el país que, a su vez, devino en la Primavera Árabe por todo el Magreb y Oriente Medio.

Ahora que se conmemora el quince aniversario de estos acontecimientos, es un buen momento para mirar con perspectiva aquellas revueltas y todas las que surgieron en la pasada década por el mundo: los indignados en España, el Euromaidán en Ucrania, la Revolución de los Paraguas en Hong Kong… Para este propósito, Historia y Vida ha podido hablar con el periodista Vincent Bevins, autor del libro Si ardemos (Capitán Swing, 2025).

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En él, Bevins parte de la idea de que los diferentes movimientos sociales de la década pasada fueron movilizaciones sin precedentes en la historia. Según este periodista estadounidense, que ha trabajo en medios como Los Angeles Times o The Washington Post, estas protestas llegaron a superar las de la década de los sesenta.

Sin embargo, Bevins señala que, pese a la voluntad de transformar las sociedades, en la mayoría de los diez casos analizados, el desenlace no fue favorable para los protagonistas de esas reivindicaciones.

La Primavera Árabe

La Primavera Árabe que arrancó hace década y media ocupa buena parte de los ejemplos de estas protestas, cuatro del total: Túnez, Egipto, Bahréin y Yemen. El autor detalla cada proceso, basándose en entrevistas con sus principales figuras, que le permiten ofrecer una visión muy particular.

En el caso de la revuelta tunecina, considerada por muchos como un triunfo de la Primavera Árabe, el escritor da una perspectiva diferente: “Aunque al principio pudo considerarse un caso de éxito, en la actualidad se ha producido un claro retroceso hacia el autoritarismo”, en relación con el actual sistema político del país, muy presidencialista, con un Parlamento con poco poder.

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Dos jóvenes en Sidi Bouzid frente al retrato de Mohamed Bouazizi

Otras Fuentes

De todas formas, Bevins reconoce que Túnez no es el peor caso de involución en la Primavera Árabe. La conversación lleva muy pronto a centrarse en la revolución surgida en la plaza Tahrir de El Cairo, que derivó en una situación contradictoria. “Los egipcios con los que hablé y que ayudaron a organizar las protestas siempre me decían que, en su opinión, un Egipto democrático necesariamente desafiaría a los intereses de los socios de la política exterior estadounidense en Próximo Oriente: Arabia Saudita e Israel”.

Bevins cree que “EE. UU. Respaldó el golpe contrarrevolucionario de 2013, porque Abdelfatah al Sisi era un actor más fiable en lo que respecta a los intereses geopolíticos estadounidenses, israelíes y saudíes”. Es decir, para el periodista, “el gobierno estadounidense generalmente desea la democracia, pero cuando esto entra en conflicto directo con sus intereses, entonces, bueno…, la democracia es un problema”.

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En una línea similar, describe el caso de la represión del levantamiento democrático en Bahréin por parte de tropas saudíes: “EE. UU. Decidió respaldar a Riad, porque servía a sus intereses geopolíticos”, teniendo en cuenta que ese pequeño Estado del golfo Pérsico alberga una importante base de la US Navy.

Su repaso pesimista por la Primavera Árabe culmina con otro caso en la mente de todos: Libia. Allí, recuerda este periodista, el error de la OTAN “fue lanzar una operación de cambio de régimen sin tener la menor idea de cómo conduciría esto a una situación mejor para los habitantes del país”.

La fuerza de la contrarrevolución

Los casos de involución en la Primavera Árabe tuvieron reflejos parecidos en otros movimientos analizados en este libro. El autor recuerda cómo se fueron copiando unos a otros, y la plaza Tahrir se convirtió en un icono global. Bevins considera que “si vuelves la vista atrás y miras esas imágenes, aunque sepas lo mal que acabó todo, siguen siendo increíblemente inspiradoras”.

En este sentido, recuerda que esos movimientos supieron realizar muy bien la concentración inicial, pero que “no tenían absolutamente ningún plan para lo que vino después”. Al carecer de un proyecto o rechazar liderazgos y programas concretos en favor de una movilización horizontal, según la tesis de Si ardemo s, se facilitó la represión de esas protestas y la deriva hacia un régimen más autoritario, como sucedió con las manifestaciones del parque Gezi en 2013, que Recep Tayyip Erdogan utilizó para afianzar su régimen en Turquía.

Madres de activistas gritan consignas frente a la policía turca durante una manifestación en la entrada del parque Gezi en Estambul

Madres de activistas gritan consignas frente a la policía turca durante una manifestación en la entrada del parque Gezi en Estambul

EFE

Otro ejemplo destacado es el de Hong Kong y su Revolución de los Paraguas de 2019. Entonces, se rechazó un liderazgo claro en favor de una estructura horizontal. La carencia de una dirección propició que Pekín impusiera poco después la Ley de Seguridad Nacional, que supuso el fin, de facto, del célebre concepto “un país, dos sistemas”.

En otros casos, recuerda Bevins, el provecho no lo sacó el gobierno existente, sino otros movimientos mejor organizados para canalizar la ira popular. Por ejemplo, Brasil, durante las manifestaciones de 2013 que demandaban mejoras en escuelas, sanidad o en la lucha contra la corrupción, acabó “secuestrado” por la extrema derecha. Ese giro permitió erosionar al gobierno de Dilma Rousseff y facilitar la victoria de Jair Bolsonaro en 2019.

Un factor en común de muchas de las protestas de la pasada década fue su capacidad para propagarse a través de las redes sociales, que entonces se vieron como un canal para acabar con gobiernos autoritarios. Bevins considera que “hace quince años nos equivocamos al creer que Internet iba a traer un mundo más democrático”.

El periodista considera que el error fue creer que “la tecnología en abstracto era capaz de ser una fuerza transformadora, pero no tuvimos eso. Obtuvimos un conjunto de empresas ubicadas en Estados Unidos que organizaron la experiencia de las redes sociales para maximizar los ingresos publicitarios”. Bevins termina su repaso diciendo que esos canales ya no son horizontales: “Creo que es esencial combatir el control oligárquico sobre la vida digital”, afirma.

Éxitos pasados, esperanzas futuras

Pero el autor no solo se centra en aspectos negativos. De los diez estallidos sociales analizados, en tres casos se invita al optimismo en mayor o menor grado. Por ejemplo, la protesta de 2016 en Corea del Sur puede considerarse un ejemplo de éxito, ya que los manifestantes estaban mejor organizados y tenían un objetivo “muy claro y alcanzable”: la destitución de la entonces presidenta, Park Geun-hye.

Bevins también estima en Si ardemos que Chile es un ejemplo esperanzador. Conviene señalar que lo escribió poco antes de que Gabriel Boric asumiera la presidencia, aupado por el movimiento Estallido Social en 2019. Con la perspectiva del tiempo, el autor matiza hoy su visión: “Si comparamos el estado actual con lo que se soñó en el Estadio Social de 2019, entonces las cosas son muy decepcionantes”.

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Manifestantes protestan contra el Gobierno de Chile en 2019 

EFE

Como motivos para el desencanto, señala “el fracaso en la reforma de la Constitución de época de Pinochet” y que “el gobierno de Boric nunca ha sido muy popular”. Aunque asume que el éxito o la derrota de un movimiento se ven a largo plazo, “quizá hoy Estallido Social parezca fallido, pero tal vez suceda otro acontecimiento y en 2035 se vea como un triunfo”.

En las páginas de Si ardemos, Bevins valora el Euromaidán de Ucrania como un “empate”, porque consiguió alejar al país de la influencia rusa, pero no logró acabar con el excesivo peso de los oligarcas en la política y la economía del país. En cuanto al conflicto actual con Rusia, explica que “esta guerra horrible que estamos viviendo ahora es una consecuencia directa de lo que no se resolvió”.

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A la vista de un desenlace del conflicto entre Kyiv y Moscú, Bevins somete la valoración final de aquellas protestas al juicio de la historia, al afirmar que “si Putin termina ocupando buena parte del país, muchos ucranianos pueden considerar que el Euromaidán fue un error”.

Sobre las movilizaciones más recientes (los actos a favor de Gaza y las manifestaciones en Serbia y Marruecos), el estadounidense ve signos de mejora en la organización de esos movimientos: “En las protestas pro-Palestina en EE. UU., vi que las demandas eran más claras y las protagonizaron organizaciones que existían previamente, con una estructura de funcionamiento más definida”.

Pro-Palestinian demonstrators during the March on Washington for Gaza rally in Washington, DC, US, on Saturday, Jan. 13, 2024. South Africa called on the United Nations' International Court of Justice to order Israel to end its war on Hamas in the Palestinian territory of Gaza and rule that its military actions constitute genocide. Photographer: Valerie Plesch/Bloomberg

Manifestantes propalestinos durante la Marcha sobre Washington por Gaza en Washington, D.C. En enero de 2024

Valerie Plesch / Bloomberg

“El deseo de cambiar el mundo está arraigado en el comportamiento humano, pero es algo muy difícil”, apunta Bevins en el tramo final de nuestra conversación. Gracias a su experiencia entrevistando a decenas de activistas en todo el mundo, resalta que, si alguien quiere cambiar las cosas, es mejor “unirse a un grupo o establecer vínculos con otras personas, en lugar de esperar que algo suceda”.

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