Sándwich Sánchez, Feijóo deshuesado

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Bruselas acepta la protesta de Meloni y Sánchez que pedían suavizar el lenguaje bélico

Sándwich Sánchez, Feijóo deshuesado
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Sándwich Sánchez, Feijóo Deshuesado 

Sánchez emparedado, Feijóo, deshuesado. Con trazos caricaturescos este podría ser un resumen político de la semana. El presidente del Gobierno se halla en el interior de un sándwich llamado rearme. Por arriba lo presiona la Comisión Europea y por abajo, sus socios parlamentarios de izquierda, que ya han llevado a cabo un primer plante en el Congreso de los Diputados. (Este pasado jueves, toda el ala izquierda del Parlamento se arremolinó en torno a una moción del BNG contra el rearme y la OTAN). El jefe de la oposición está perdiendo masa ósea en Valencia. En su huida hacia adelante, el presidente de la Generalitat Valenciana, Carlos Mazón, se ha echado en brazos de Vox para protegerse de una eventual moción de censura. Alberto Núñez Feijóo no ha sabido o no ha querido evitarlo, cuando ya se dibujan en el horizonte las elecciones en Castilla y León y Andalucía, previstas para el año que viene. Al Partido Socialista la mayoría parlamentaria se le escapa entre los dedos, mientras la dirección del Partido Popular empieza a perder el control de una autonomía que hoy simboliza la desafección ciudadana. La política española se desarma. Este podría ser un titular alternativo de la semana.

El sándwich Sánchez está servido. Por arriba aprieta Ursula von der Leyen, hasta ayer protectora del presidente español. Por abajo empieza a apretar en serio la constelación de partidos de izquierda que dan apoyo parlamentario al PSOE desde mayo del 2018 (moción de censura a Mariano Rajoy), ahora indignados, unos más que otros, por el plan de rearme europeo. Se remueve en esos partidos la cultura política de los años setenta y ochenta: ¡No a la OTAN!  Hay partidarios de un ejército europeo en esas formaciones, pero están en minoría. Yolanda Díaz no ejerce un liderazgo claro, parece sobrepasada por los acontecimientos. Podemos está recuperando impulso. PNV y Junts se lo miran desde la distancia.

Von der Leyen nada tiene en contra de Pedro Sánchez. Simplemente hace su trabajo. Ajusta la brújula de la Comisión Europea al rumbo estratégico que marcan Alemania y Francia. El sur de Europa no parece figurar hoy en sus prioridades. Debe de estar especialmente atenta a los cambios de orientación que se están registrando en Alemania. Debe sintonizar con el futuro canciller Friedrich Merz. No puede perder de vista el activismo de Emmanuel Macron en Francia. Ahora vestido de gaullista, Macron quiere liderar políticamente la Europa del rearme, quiere aparecer como el hombre que no se somete a Donald Trump. En pocas palabras, quiere resucitar el gaullismo francés y dejar sin iniciativa al Reagrupamiento Nacional de Marine Le Pen. Está en juego el futuro de la República Francesa. Von der Leyen también debe estar atenta a la angustia existencial de Polonia, que celebrará elecciones presidenciales el próximo mes de mayo. Y debe comunicarse con el primer ministro británico Keir Starmer, que está optando por aproximarse a la Unión Europea por la vía de la defensa. Hay un nuevo dibujo. Un nuevo eje: París-Bruselas-Berlín-Varsovia, con asistencia externa de Londres. La Europa del sur, centro de atención durante la epidemia, pasa ahora a un segundo plano.

Hay un nuevo eje: París-Bruselas-Berlín-Varsovia, con asistencia externa de Londres

El equipo de Von der Leyen ha bautizado como Rearme Europe (Rearmar Europa), el plan que persigue una inversión de 800.000 millones de euros en defensa en los próximos años, para ganar autonomía estratégica respecto a Estados Unidos. Esa palabra incomoda a los gobiernos de Italia y España, tan distantes (ideológicamente) y tan cercanos en estos momentos en el plano táctico. En los últimos quince días, Giorgia Meloni y Pedro Sánchez, cada uno por su lado, han pedido que se adopte otro lenguaje, menos agresivo, más ambiguo. Meloni sugirió Defense Europe o Protect Europe. Sánchez ha hablado de seguridad y de tener en cuenta todos los activos tecnológicos que ayudan a la defensa de un país. 

No sabemos si les van a hacer caso, pero sí parece que les han escuchado. En la nota oficial del último Consejo Europeo, la palabra rearme no aparece en ningún párrafo. Fuentes de la Comisión Europea indicaron ayer que se usaran otros apelativos, según informa la corresponsal de La Vanguardia en Bruselas, Anna Buj.  Se empleará, por ejemplo, la expresión Readiness 2030 (Preparación 2030) en alusión al plazo temporal fijado para conseguir una mayor autonomía estratégica europea. Se usaran también las siglas SAFE, referidas al plan de financiación del programa. “Somos conscientes de que el nombre puede crear sensibilidades en algunos estados miembros. Si esto hace más difícil transmitir el mensaje a los ciudadanos de la Unión Europea de la necesidad de tomar esas medidas [fortalecimiento militar], entonces estamos dispuestos a tomar nota y reflejarlo en el contenido de los comunicados”, declaró ayer Paula Pinha, portavoz de la presidenta Von der Leyen. “No pienses en un rearme’, añadiría irónicamente George Lakoff, padre de la teoría de los marcos mentales.

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Una vez que una idea-marco se ha instalado en la sociedad, no es fácil desmontarla con marketing de bajo coste. El concepto rearme crea más inquietud en el sur de Europa, por una mayor distancia geográfica del frente oriental, por el recuerdo de la última gran crisis económica (rearme suena hoy a austeridad) y por el trasfondo católico de unas sociedades en las que el pacifismo tiene una alta consideración. Miedo a los recortes sociales y ecos del papa Francisco. Todo ello entrelazado con una verdadera voluntad de pertenecer a Europa. España presenta en estos momentos una mayor adhesión que Italia al ideal europeo. Este es el margen del que dispone Sánchez en el interior del sándwich. El presidente español ya sabe que no dispone de mayoría parlamentaria para incrementar las  partidas de armamento. Deberá recurrir al reglamento presupuestario para efectuar cambios de partidas y ampliaciones de crédito. Pero primero deberán estar más claros el contenido y la metodología del plan europeo. ¿Le ahogará Bruselas? El PP trabajará para que así sea. El PP pedirá a Von der Leyen que caliente el sándwich en la plancha. 

José María Aznar ha viajado esta semana a la capital europea para trazar su propia cartografía. Hombre de Washington en los últimos veinte años, Aznar pocas veces había dado publicidad a un viaje suyo a Bruselas desde que dejó la presidencia del Gobierno de España seriamente disgustado con los gobiernos de Francia y Alemania. El ex presidente se ha entrevistado con los comisarios Magnus Brunner (austriaco, titular de Interior) y Andrius Kubilius (lituano, titular de Defensa), con el presidente del Partido Popular Europeo (PPE),  el bávaro Manfred Weber, y con la presidenta del Parlamento Europea. Roberta Metsola, maltesa, también perteneciente al PPE. Atónito ante el giro de Estados Unidos, Aznar ha ido a Bruselas a cartografiar la nueva situación y a verificar cuál es el margen de maniobra con que cuenta Sánchez. Hace unos días se declaró más próximo a Felipe González que a Santiago Abascal. El viejo sueño de los populares: una política de concertación nacional con el PSOE, con los socialistas en posición subordinada. Repetir en España el actual esquema de Alemania. La opinión del futuro canciller Merz sobre España será importante en los próximos meses. En Bruselas, Aznar pidió a Sánchez que convoque elecciones si no puede incrementar el presupuesto de Defensa. El sándwich empieza a calentarse. 

Mientras Aznar toca la corneta de la concertación nacional, Mazón se echa en brazos de Vox en la Comunidad Valenciana. Ya fue el primero en pactar con Vox en junio del 2023, y Feijóo se enteró por la prensa. Aquel pactó valenciano tuvo un efecto de arrastre en las demás autonomías en las que el PP necesitaba el apoyo parlamentario de la extrema derecha. Aquella cadena de pactos con Vox impidió que una victoria inapelable de Feijóo en las elecciones generales de julio del 23. Mazón ahora se ha echado literalmente en brazos de Vox para protegerse de las consecuencias de su mala gestión durante la dana, que están siendo objeto de investigación judicial. Dicen que esta vez informó a Feijóo previamente y que este asintió. En caso contrario seguramente habría estallado una crisis interna en el PP valenciano, donde late un enfrentamiento continuo entre el sector alicantino y el valenciano. La alternativa a Mazón podría ser la alcaldesa de València, María José Catalá, que mantiene un riguroso silencio sobre el desgaste del presidente de la Generalitat. Feijóo ha preferido asentir, antes que aparecer como un líder sin autoridad, un líder deshuesado. Valencia se convierte así en el talón de Aquiles de la derecha española.

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