El joven André Ventura que hace 25 años se flagelaba con el cilicio por su cuenta en el seminario de Lisboa martiriza ahora a la política tradicional portuguesa al frente del partido ultra Chega. “Vamos a ganar las próximas elecciones en Portugal”, anunció en su pletórica noche del miércoles, ungido en el recuento del voto exterior como jefe de la oposición, tras rebasar a los socialistas en dos escaños, si bien no en votos. Aunque exprese su deseo de “cambiar el alma de los portugueses”, ya nadie se lo toma a broma como ocurría hace no muchos telediarios. Crecen quienes temen que en las próximas elecciones pueda desbancar a los conservadores del primer ministro Luís Montenegro como fuerza más votada, lo que, de todos modos, no le garantizaría gobernar.
“Chega venció en estas elecciones. Fue el partido más votado por los portugueses del mundo entero”, proclamó este jurista de 42 años ensayando su soñado discurso de la victoria final. Presume de que en sólo un sexenio “superó” al partido de Mario Soares, patriarca socialista, y de António Guterres, secretario general de la ONU, y “mató” a los otrora poderosos comunistas. Le queda vencer a su casa matriz, el conservador PSD de Montenegro, que le aventaja en 8,5 puntos porcentuales, con 91 diputados contra 60.
Los principales actores institucionales llevan años trabajando para Chega pero ahora tratan de dejar de hacerlo
El 28 de mayo del 2025, en el 99.º aniversario del golpe militar que acabó con la primera república y alumbró 48 años de dictadura, Chega lanzó su ofensiva para conquistar el poder, que en Portugal reside en la jefatura del Gobierno. Se sitúa así en la senda de la francesa Le Pen para emular a la italiana Meloni, que aparece como el modelo actual de Ventura, según sostiene la periodista de Público Ana Sá Lopes.
“No tengan miedo, mayorías ni minorías, emigrantes e inmigrantes, este movimiento sólo va a por los que robaron Portugal en los últimos 50 años”, afirmó Ventura, que se afanó en presentarse como un líder “de orden”, pero que no renuncia al ADN de un partido “que nació en la calle”. Admirador declarado de Donald Trump, ha asegurado que no miente, sino que da “voz a los sin voz”, diciendo lo que la gente quiere oír.
En las antípodas ideológicas, el racista y xenófobo Ventura domina la pantalla como lo hacía Pablo Iglesias
Como ya hace mucho que el mutante Ventura dejó de citar a Marx, él no emplea la expresión de “asaltar los cielos” de la tradición comunista, que usó Podemos en el 2014. Desde las antípodas ideológicas, en una versión racista y xenófoba, Ventura también saltó de la universidad a la política como tertuliano televisivo, con una potencia comunicativa equiparable a la de Pablo Iglesias.
Chega no se ha situado en las puertas del Olimpo a partir de un proyecto politológico, sino gracias a la habilidad de solitario buscavidas de su fundador y líder absoluto. Primero intentó hacer carrera en el PSD, criticaba en público a Le Pen y planeó inicialmente crear una versión del italiano Movimiento 5 Estrellas de Beppe Grillo, una figura televisiva mayor que Ventura e Iglesias.
Presume de “superar” al partido de Soares y Guterres y de “matar” a los comunistas y va a por los conservadores
El restaurante lisboeta Adega da Tia Matilde, templo de los hinchas del Benfica, y el favorito del legendario Eusébio, acogió allá por el 2016 unas comidas decisivas para el devenir de la política portuguesa. A la mesa se sentaban Octávio Ribeiro, director del sensacionalista Correio da Manhã y del canal CMTV, y Ventura, profesor universitario de Derecho, carrera que hizo tras abandonar el seminario, enamorado de una compañera de estudios. Había comenzado en televisión en la cadena del Benfica y había dado el salto a CMTV como comentarista de sucesos y tribunales tras el encarcelamiento por corrupción del ex primer ministro socialista José Sócrates. Como contó en el podcast del periodista del Expresso Vítor Matos sobre el ascenso del político ultra, Ribeiro intentaba en esas comidas convencerle para que participase en el programa de fútbol de los lunes. Le costó porque Ventura temía que el estilo camorrista del espacio perjudicase su imagen académica. Aceptó. Se adaptó como pez en el agua. Así, cuando otro contertulio lo tildó de payaso, replicó que se lo llamase a su tía. “Nosotros creamos esta figura, en el Correio da Manhã y la CMTV”, resumió Ribeiro.
La televisión funcionó como el gran trampolín que llevó a la fama a Ventura, militante desde la juventud en el conservador PSD. El salto definitivo lo dio con el titular de que “los gitanos viven casi exclusivamente de las ayudas del Estado”. Fue en la campaña municipal del 2017, en la que era un candidato testimonial en un bastión de la izquierda de la periferia lisboeta. Había terminado la era de la sutileza en la política portuguesa y el racismo y la xenofobia empezaban a normalizarse. El primer ministro, el socialista António Costa, lo usó como arma contra su antecesor y líder del PSD, Pedro Passos Coelho, que apoyó a Ventura. Tras la caída de su adorado Passos y fracasar en su intento por escalar en el PSD, se escindió en el 2018 y creó Chega, su partido, ya situado en las coordenadas de la extrema derecha.
Los principales actores institucionales lusos trabajaron sin querer para Chega y ahora tratan de enmendarse
La coyuntura le ayudó, pues la inmigración se disparó en un decenio del 5 % al 15 %, los escándalos se sucedieron, con una respuesta tibia de los dos principales partidos, que, junto al presidente de la república, embarcaron al país en un carrusel electoral. Chega sacó un diputado en el 2019; 12 en el 2022; 50 en el 2024, y 60 ahora. Los medios magnificaron desde el principio su relevancia, al igual que los partidos, en especial el socialista. Ahora parece haber un propósito de enmienda, de búsqueda de estabilidad, a partir de acuerdos de Montenegro con los socialistas, sin excluir a priori a Ventura para que no se victimice. A ver qué consistencia tiene.