El voto del campesino polaco

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La victoria ultranacionalista en las presidenciales de Polonia fragiliza un puntal de la UE

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Protesta de campesinos polacos, el pasado 22 de mayo, contra la agenda verde, las importaciones ucranianas y el acuerdo con el Mercosur 

MARCIN BIELECKI / EFE

Fue por un pelo, pero el resultado es inapelable. En la segunda vuelta de las elecciones presidenciales celebrada en Polonia el pasado domingo, el candidato nacionalista y ultraconservador Karol Nawrocki -independiente en las filas del partido Ley y Justicia (PiS), actualmente en la oposición-, venció por la mínima al liberal y europeísta Rafal Trzaskowski, alcalde de Varsovia y candidato de la Plataforma Cívica del primer ministro, Donald Tusk. Fue por un ajustado 50,9% a 49,1%, menos de un punto de diferencia, apenas 370.000 votos sobre más de 10 millones cada uno. Pero representó un serio revés para Donald Tusk. Y también para la Unión Europea.

Sobre el papel, apenas nada ha cambiado. El presidente saliente, Andrzej Duda, también era del PiS. Pero para Tusk ese es justamente el problema, que todo sigue igual. Porque el desalojo de los nacionalpopulistas de la jefatura del Estado era imprescindible para desbloquear la acción del Gobierno. El primer ministro confiaba en lograrlo con Rafal Trzaskowski, que en la primera vuelta acabó con una ligera ventaja. Pero el asalto definitivo al último reducto de poder del partido de Jaroslaw Kaczynski fracasó.

En Polonia, el presidente tiene cierto poder de veto sobre las leyes aprobadas por el Parlamento -solo superable con el apoyo de las tres quintas partes de la cámara, el Sejm- y Duda lo ha utilizado para obstruir algunas de las grandes reformas impulsadas por el Gobierno. Entre ellas, y fundamentalmente, la reversión de la reforma judicial impulsada por el PiS, que le valió a Varsovia sanciones europeas por atentar contra la independencia de los jueces y los principios del Estado de Derecho. La victoria de Karol Nawrocki consolidará este proceder. Y, a tenor de sus declaraciones, puede agravarlo.

Amigo de Trump, Nawrocki es un euroescéptico notorio

Bruselas quiere creer que Polonia mantendrá sus compromisos con Europa, pero la debilidad del Gobierno no se lo va a poner fácil. Y Nawrocki no es un perfil muy tranquilizador. Presidente del Instituto de la Memoria Nacional -un instrumento de la reescritura de la Historia de acuerdo con la visión nacionalista-, euroescéptico notorio -“Polonia primero”, es su lema-, crítico con la agenda verde europea y el pacto migratorio, era el candidato declarado del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, quien lo recibió con parabienes en la Casa Blanca en plena campaña electoral.

Quinto país por población (37,8 millones de habitantes), sexta economía y sexta potencia militar de la UE, Polonia es un pilar fundamental de la Unión, cuyo papel central en la antigua Europa del Este se ha revalorizado con la guerra de Ucrania y la amenaza que representan las ansias expansionistas de la Rusia de Vladímir Putin. Cualquier vacilación en este frente puede hacer tambalear toda la estructura. Hasta ahora, Polonia ha sido la punta de lanza de la ayuda europea a Ucrania, canalizando la entrega de armamento y acogiendo a un millón de refugiados. Pero eso puede cambiar. Nawrocki es favorable a mantener la ayuda militar a Kyiv, pero defiende recortar las prestaciones a los refugiados y rechaza los planes de adhesión de Ucrania a la OTAN.

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El presidente electo de Polonia, el ultranacionalista Karol Nawrocki 

Aleksandra Szmigiel / Reuters

Ante este tropiezo, Donald Tusk se someterá a una cuestión de confianza en el Parlamento el próximo día 11 con el objetivo de reforzar la legitimidad del Ejecutivo. Y en principio ha descartado disolver la cámara y convocar elecciones anticipadas. “Las elecciones se harán cuando toca, dentro de dos años y medio”, ha dicho. O sea, en 2027. Avanzarlas serían probablemente lo más parecido a un suicidio político. La victoria liberal-europeísta de octubre del 2023, recibida con gran esperanza en gran parte de Europa, fue un poco un espejismo: el PiS perdió la mayoría absoluta -y con ella el poder-, pero fue entonces la fuerza política más votada. Y lo sigue siendo hoy. El Gobierno actual, fruto de la coalición de tres partidos, se asienta sobre una mayoría frágil.

Las elecciones del pasado domingo han confirmado de nuevo la fractura y extrema polarización que existe en Polonia. Hay una clara división política y electoral entre el este y el oeste del país, entre las zonas rurales y las ciudades, entre los segmentos de población menos instruidos y los que tienen estudios superiores. Entre los primeros arrasó Nawrocki, mientras el alcalde de Varsovia ganaba de largo entre los segundos. Conservador, tradicionalista, profundamente católico, resentido con las élites urbanas, desconfiado hacia Bruselas -política climática, acuerdo comercial con el Mercosur- y dolido por las ventajas concedidas a los ucranianos -ya sean las prestaciones a los refugiados o las facilidades a las importaciones de grano-, el campesino polaco ha impuesto su malestar en las urnas.

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La gran novedad de este escrutinio ha sido el ascenso de fuerzas de extrema derecha más radicales que el PiS, que en la primera vuelta lograron más del 20% de los votos -Confederación, el 14,8% y Corona, el 6,3%-, en parte debido al voto joven. Como subraya Alicja Ptak, de Notes from Poland, más de la mitad de los jóvenes apoyó en la primera vuelta a grupos antisistema, como el citado Confederación o el izquierdista Juntos, y en la segunda la mayoría se decantó por el candidato ultranacionalista. Una tendencia poco favorable a la Polonia europeísta.

· Cae el Gobierno neerlandés. La compleja coalición que sostenía al Gobierno de los Países Bajos, presidido por el independiente Dick Schoof como primer ministro, saltó por los aires esta semana a causa de la decisión del líder ultraderechista Geert Wilders de retirarle su apoyo alegando una -a su juicio- falta de firmeza en la política migratoria. Wilders, jefe de filas del Partido de la Libertad, disentía también sobre la propuesta de aumentar el gasto de defensa. Pocas horas después, Schoof presentó su dimisión, lo que conducirá a unas nuevas elecciones, probablemente en octubre.

· Londres quiere más submarinos. Quien no tiene reparos en aumentar el gasto militar es el primer ministro británico, Keir Starmer, quien ha anunciado la inversión de 18.000 millones de euros en la renovación de su arsenal nuclear y la construcción de doce submarinos de ataque (hasta llegar a la cifra de 16, cuatro de ellos capaces de llevar armas atómicas), así como el desarrollo de 7.000 armas adicionales (entre ellas drones). El Gobierno británico tiene previsto aumentar el gasto militar hasta el 2,5% del PIB para el año 2027, lejos todavía de lo que EE.UU. exige a sus aliados de la OTAN.

· Multa a las ‘delivery’. La Comisión Europea ha multado a las empresas de reparto de comida a domicilio Glovo –con sede en Barcelona– y la alemana Delivery Hero por haber integrado durante cuatro años un cártel para repartirse los mercados nacionales de la distribución de alimentos y productos en línea, compartir información sensible y no robarse empleados mutuamente. La sanción impuesta por Bruselas es de 329 millones para ambas empresas. De estos, Glovo deberá pagar 106 millones (calculado sobre la base del 10% de su facturación anual mundial) y Delivery Hero 223 millones. La cuantía de la multa ha sido acordada con las empresas, que se han beneficiado de un 10% de descuento por haber reconocido las infracciones.

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