Contaba recientemente en estas páginas Mayte Rius que los jóvenes de la generación Z, a diferencia de sus inmediatos predecesores –los milenial–, se sienten cada vez más seducidos por la vida analógica de sus abuelos y aspiran a recuperar el valor de lo físico, de lo material –desde leer en papel a escuchar música en vinilos–, en busca de una vida más auténtica, sin por ello abandonar el mundo digital en el que han nacido. ¿Están recuperando también el espíritu rebelde de sus ancestros?
Si a finales de los sesenta la juventud salía a las calles en Europa y Estados Unidos en pos de un sueño de libertad, paz y justicia, hoy son los jóvenes de la generación Z los que están protagonizando movilizaciones de protesta similares en Asia y África (mientras en los países occidentales se dejan tentar más bien por los discursos antisistema de la extrema derecha)
Las revueltas de Sri Lanka y Bangladesh abrieron el camino a la extensión del movimiento
Las calles de Marruecos, que atravesó la primavera árabe de hace algo más de una década sin mayores tumultos, han ardido en cambio esta semana con las protestas de los jóvenes marroquíes, que reclaman justicia social, mejores servicios públicos –en sanidad y educación–, el fin de la corrupción y la destitución del Gobierno. Detrás de las manifestaciones, reprimidas por la policía (con un balance hasta ahora de tres muertos), se encuentra el movimiento GenZ 212, nombre que identifica a la nueva generación unido al prefijo telefónico internacional de Marruecos. Algo similar está pasando en Madagascar, en África Oriental, donde los jóvenes han forzado la caída del Gobierno y están haciendo tambalear al régimen, al precio también de una veintena de muertos.
No se trata de movimientos aislados. Por el contrario, se inspiran en las movilizaciones que la generación Z está protagonizando en Asia, el auténtico foco originario de un fenómeno que ha empezado a adquirir las proporciones de un seísmo mundial. El origen está en las protestas que acabaron con los gobiernos de Sri Lanka (2022) y Bangladesh (2024), y que han tenido sucesivas réplicas este año en Nepal –donde el Gobierno fue también derribado y todavía se vislumbra el reflejo de las llamas que incendiaron el Parlamento–, Filipinas, Indonesia y Timor Oriental. Podría cederse a la tentación de identificarlas como una primavera asiática –por analogía con la primavera árabe del 2011–, si no fuera porque está teniendo derivadas en otras regiones del mundo.

Una bandera con la calavera pirata de One Piece, símbolo de los Z. Aquí ,en una manifestación en París
La rebelión de los jóvenes Z presenta muchas cosas en común, por encima de las fronteras y las particularidades nacionales. Sus aspiraciones y reivindicaciones son parecidas –protestan contra el inmovilismo del establishment , los privilegios, la corrupción y las desigualdades sociales– y en todas partes expresan una voluntad de ruptura política. Se movilizan y comunican a través de las redes sociales –el servicio instantáneo de mensajería Discord es la nueva estrella– y adoptan incluso los mismos símbolos: la calavera pirata del popular manga japonés One Piece –cuyo protagonista, Luffy, es un joven ingenuo y soñador– puede verse hoy indistintamente en las calles de Manila, Yakarta, Antananarivo, Casablanca o París.
La sublevación de los jóvenes es, hasta cierto punto, la expresión de un mar de fondo más general. En todo el mundo, sin distinción de continentes, existe un creciente hartazgo sobre el actual estado de cosas y una desconfianza profunda hacia la clase política. Así lo pone de manifiesto un reciente sondeo realizado por el Pew Research Center entre 31.000 personas adultas de 25 países. Según la encuesta, en 20 de estos países la mayoría considera que su sistema político necesita cambios importantes o una reforma total (así en Argentina, como en Grecia, Nigeria, Corea del Sur o Estados Unidos) y al menos cuatro de cada diez encuestados en los 25 países piensan que prácticamente ningún político es honesto, ético, está bien cualificado, comprende las necesidades de la gente común o se centra en los problemas más importantes del país. Entre los jóvenes, las ansias de cambio y la severidad de su juicio sobre la clase política son aún mayores.
La protesta de la generación Z, sin embargo, tiene en Europa traducciones dispares. Hay un sector de la juventud muy movilizado en todos los países –de Italia a España, de Francia al Reino Unido– en torno a la defensa de causas como la palestina y contra el Gobierno de Israel, acusado de perpetrar un genocidio en Gaza. Pero hay otro sector, a priori más silencioso y numéricamente cada vez más importante, que dirige su malestar en otro sentido y alimenta el voto a la extrema derecha, erigida en una oferta netamente anti establishment .
Los jóvenes europeos están en buena parte detrás del ascenso de las expectativas de voto de los partidos nacionalistas de ultraderecha en Europa, desde el Reagrupamiento Nacional (RN) en Francia a Alternativa para Alemania (AfD) al otro lado del Rhin, pasando por los Hermanos de Italia de la primera ministra Giorgia Meloni, Vox en España o Reform UK en el Reino Unido. “La Generación Z impulsa el movimiento patriótico en toda Europa”, destacaba hace poco The European Conservative .
Como apuntaba el eurodiputado francés Raphäel Glucksmann, líder de Plaza Pública, en conversación con este cronista, “entre los jóvenes existe la idea de que ahora es la extrema derecha la que encarna el gran cambio, la que tiene el impulso revolucionario, mientras que la izquierda aparece como la defensora de las élites y del statu quo”.