En febrero, el vicepresidente de Estados Unidos, J.D. Vance, conmocionó a la platea de la Conferencia de Munich con su retahíla de ataques contra la Unión Europea. Los líderes comunitarios estaban incrédulos ante la segunda autoridad de la Casa Blanca criticando el sistema democrático de los países del Viejo Continente. La opinión de la Administración Trump sobre Europa era muy conocida, pero nadie se imaginaba que se iba a llegar a estos límites.
Meses después, la situación en Bruselas es todavía más peliaguda, y la traición del amigo americano, más profunda. En los pasillos comunitarios la nueva Estrategia de Seguridad Nacional desvelada esta semana por el Ejecutivo de Donald Trump que describe a Europa al borde de la aniquilación civilizatoria no ha causado otro shock mayúsculo. Europa parece haberse acostumbrado a acatar los ataques del que en teoría es su principal aliado.
Son muchos los agravios en este documento. Los mandatarios de EE.UU. Creen que su misión es cambiar la trayectoria actual de Europa para que recupere su identidad occidental. No se esconden al pedir interferir en políticas nacionales y aplauden el crecimiento de los partidos “patrióticos” –es decir, ultraderechistas–, cargan contra las políticas migratorias o contra una supuesta censura de la libertad de expresión. Nada de esto es nuevo, lo han repetido varios de los exponentes de la Administración estadounidense, desde Elon Musk, que ayer mismo pidió en un tuit la abolición de la UE, al secretario de Estado Marco Rubio, el último en criticar a Bruselas por la multa reciente contra X. Pero que quede plasmado en este documento es un paso más.
Sin embargo, de momento, la estrategia en las instituciones comunitarias sigue siendo la misma que en los últimos meses: tibieza ante las embestidas con el fin de preservar la relación transatlántica. “Hay muchas críticas, pero creo que algunas también son ciertas; si miras a Europa, ha estado subestimando su propio poder frente a Rusia”, dijo la alta representante de la UE para Asuntos Exteriores, Kaja Kallas en un panel del Foro de Doha, en Qatar. “Deberíamos confiar más en nosotros mismos”, añadió, y subrayó que “Estados Unidos sigue siendo nuestro mayor aliado”.
Kallas responde con tibieza y asegura que Estados Unidos “sigue siendo nuestro mayor aliado”
Cada nuevo episodio de este problemático asedio ha dejado a Europa improvisando para contener los daños. El argumento es el mismo al de julio, cuando Europa asumió un 15% de aranceles para evitar un mal mayor en industrias clave del continente como la automovilística. Se entendía que era mejor un mal pacto que la ausencia de un acuerdo, pese a que hay promesas que siguen sin cumplirse, por ejemplo, en la cuestión de los altos gravámenes al acero y al aluminio. Washington chantajea pidiendo menos medidas contra sus empresas tecnológicas.
En Ucrania, la UE también ha sido desplazada: si al principio Europa logró un sitio en la mesa de negociación en Ginebra para los brazos derechos de Ursula von der Leyen y António Costa, no ha habido rastro de la presencia europea en las siguientes negociaciones de Florida y Moscú. Europa intenta utilizar los activos rusos inmovilizados como una herramienta de presión, pero todavía no ha logrado poner de acuerdo a los 27 para utilizarlos como un alivio financiero a Ucrania para los próximos dos años.
Bélgica se sigue resistiendo, pese a las enormes presiones, incluyendo un viaje exprés del canciller alemán Friedrich Merz –que se está implicando mucho en este asunto– para cenar con Von der Leyen y el primer ministro belga, Bart de Wever, que no se ha torcido frente al empuje alemán. La solución debe encontrarse antes del próximo día 18 de este mes, pero Bloomberg destapó que todavía es más complicado porque la Casa Blanca ha coaccionado a diversos países comunitarios para bloquear estos planes, y ha argumentado que estos activos son necesarios para su plan de paz y que no deben utilizarse para “alargar la guerra”.
Washington también ha presionado a Europa contra el préstamo a Ucrania con los activos rusos congelados
Según Nathalie Tocci, directora del Istituto Affari Internazionali, Europa tiene muchas más bazas que EE.UU. Para imponer su visión en Ucrania, desde unas sanciones que están golpeando la economía rusa a estos mismos activos, pero sin embargo permanece en este segundo plano. “Así que tenemos a EE.UU., que cree tener las riendas, pero en realidad no las tiene, y de hecho se está viendo cómo evoluciona la negociación sin negociación. Y a los europeos, que siguen corriendo detrás de los estadounidenses, aterrorizados por quedar excluidos, quizá sin darse cuenta de las riendas que tendrían a su disposición si tan solo se armaran de un poco de valor para utilizarlas”, critica.
Esta situación se extiende a la OTAN, que ha asumido el 5% de inversión en defensa de Trump. Fuentes aliadas asumen que el secretario general, Mark Rutte, está dispuesto a hacer el papel de cómplice del presidente –ahora elogia su iniciativa para reiniciar las negociaciones de paz– con el fin de cumplir su máximo objetivo, que es que Washington no se desentienda de la seguridad trasatlántica. Sin embargo, en el Pentágono ya filtran que EE.UU. Quiere que Europa asuma la mayoría de las capacidades defensivas convencionales, desde inteligencia a misiles, de aquí al 2027. Y, pese a los temores que esto suscita, Washington también ha anunciado la retirada de parte de las tropas que tiene en Rumania.
“La postura de EE.UU. Nos indica que debemos esforzarnos más en la estrategia del rearme”, advierte un diplomático. “En lugar de permanecer al margen y estancada en un modo de gestión de crisis, es hora de que Bruselas elabore su propia respuesta estratégica meditada. No debería ser menos que una visión europea para todo el continente que establezca sus propios planes de seguridad”, escribe Pierre Vimont, investigador de Carnegie Europe.

