Mamadu Nfamara,llegué a España por amor y me convertí en fontanero:

“El amor no murió con ella, solo cambió de forma”

Tengo 40 años. Nací en Guinea Bissau y vivo en Pamplona. Soy viudo y tengo dos hijos, Joel (5) y Nora (3). Trabajo en una empresa de fontanería y climatización. Creo que muchos conflictos actuales nacen de la falta de voluntad y de empatía. Mi madre es cristiana, mi padre musulmán, y yo solo creo en Dios. (Foto: Mamadu Nfamara)

¿La echa usted de menos?

Cada día. Pero Sonia está en la voz de nuestros hijos y en cada silencio, en las fotos, en los recuerdos. Me sigue acompañando aunque ya no esté.

¿Cómo era Sonia?

Fuerte, sensible, luminosa. Una mujer muy humana, con carácter y ternura. Me hizo confiar, crecer, abrir el corazón.

¿Cómo se conocieron?

En un hospital de Guinea Bissau. Yo trabajaba como técnico de mantenimiento para una oenegé, y ella era enfermera.

¿Se enamoró al instante?

Sí, fue una sacudida, pero no supe qué hacer con eso. A ella le costó más, y no me importó porque no quería vivir algo que ardiera rápido y se apagara.

¿Era una relación prohibida?

La oenegé para la que trabajábamos prohibía expresamente las relaciones entre personal expatriado y local. Pero no pudimos evitarlo.

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¿Vivieron su amor en secreto?

Sí. Durante más de un año. Éramos felices, aunque nos acusaron de poner en riesgo el proyecto por mantener una relación inapropiada. Pero nuestro amor era limpio y verdadero. Sonia eligió el amor, y yo la seguí.

¿Y vinieron a vivir a España?

Primero vine de visita, a conocer a su familia. Pamplona me gustó, es tranquila y acogedora, pero adaptarme al frío me costó.

No debió de ser lo único.

También me costó adaptarme por el idioma, por las costumbres, por el racismo. No es fácil ser un hombre negro africano casado con una mujer blanca. Pero Sonia siempre estuvo a mi lado.

¿Qué le sorprendió de España?

Que se habla mucho de comida y con entusiasmo. Y el modo en que se reparten las tareas en casa. En Guinea Bissau no es así.

¿Cómo se entiende la crianza en su cul­tura?

En mi país las tareas del hogar y el cuidado de los hijos son cosas de mujeres. Si una mujer está embarazada, otra mujer debe ayudarla. El hombre no se involucra.

¿Qué hizo usted?

Rompí con eso, me involucré desde el primer día. Cambiaba pañales, cocinaba, limpiaba, compraba. Éramos un equipo.

¿Cuándo llegó la enfermedad?

El día de mi cumpleaños: cáncer digestivo con metástasis. Hicimos todo lo que estaba en nuestras manos, desde acatar la medicina convencional, la radio y la quimio, hasta ir a Guinea Bissau a ver a curanderos.

Entiendo.

...Y plantas, liturgias, novenas. Yo tenía fe, creí hasta el final que se iba a curar. Pero un día me dijo: “Estoy cansada, Du. Ya no puedo más. Cuida de ti, cuida de los niños. Sigue adelante”. Entendí que tenía que dejarla ir.

¿Qué sintió en ese momento?

Un vacío total. Saber que se estaba yendo y aun así se preocupaba por mí me rompió por dentro.

¿Ella estaba escribiendo un libro?

Sí, nuestra historia, Te encontré en Bisáu . “No voy a poder terminarlo. Prométeme que lo harás tú”, me pidió.

Y cumplió.

Sí, en él se explica cómo el amor puede superar las diferencias culturales, habla del racismo, de la enfermedad, del duelo, pero sobre todo del amor, el camino recorrido.

¿Y sus hijos?

Ahora soy padre y madre. Joel mira al cielo y dice que su mamá está allí. A veces se enfada: “¡Papá, ¿por qué no vuelve?!”. Nora es más pequeña, pero también pregunta. Vemos vídeos, fotos. La tienen muy presente.

¿Conserva la cuenta de Instagram de Sonia, @mamaderizos?

Sí. Al principio no podía ni mirarla. Pero después del libro, sentí que debía retomarla. Sonia había creado una comunidad preciosa y lo justo era seguir compartiendo con ellos.

¿Le sorprendió la reacción de la gente?

Mucho. Recibí cientos de mensajes, llamadas. El homenaje que hicimos en el parque Yamaguchi fue muy especial. Sentí que no estábamos solos.

¿Se ha planteado volver a África?

Siempre es una posibilidad. Allí tengo a mi gente. Si un día siento que no puedo con esto, volveré. Pero ahora estoy aquí, cumpliendo lo que soñamos juntos.

¿Por qué fue tan especial su relación?

Porque lo vencimos todo: normas, culturas, prejuicios, distancia, enfermedad. Porque elegimos el amor cada día, incluso cuando el mundo parecía en contra. Y porque me sentí correspondido hasta el último momento.

¿Qué le enseñó Sonia?

A amar sin miedo, ser padre, compartir, romper esquemas. Me enseñó que el amor verdadero no se controla ni se esconde. Se vive.

¿Le habla usted?

Cada día. Le digo que sus hijos están bien, y le leo su libro: “Aquí estás tú”. El amor no muere. Solo cambia de forma. Nuestra historia nunca tendrá un final.

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