Un ‘big bang’ en el propio cuerpo
Kai Wong Qian fue autor del diseño de los fuegos artificiales de las Olimpiadas de Pekín. Como buen artista chino, usó la pólvora. Así que construyó una isleta redonda en medio de un campo. Él se colocó en el centro, rodeado de una serie de canales circulares concéntricos por donde circulaba agua para purificar el pasado violento del lugar. Y este primer círculo lo rodeó, a su vez, de un montón de fusibles con pólvora, que se disponía a hacer explotar. Entonces, se colocó un escáner que medía su actividad cerebral y la de su corazón y constantes vitales para que quedara registrado –esa era la obra de arte– cuál era la respuesta del cuerpo humano, el del artista, a ese gran estallido que para él simbolizaba el big bang. Montserrat Villar define la obra de Qian como “un profundo acercamiento artístico a la astrofísica”.
¿La ciencia fue antes arte?
El arte siempre se anticipa a la ciencia: Galileo descubrió que la Tierra no era el centro del universo, y Rubens, que la pintó con esa certeza reveladora, fue contemporáneo suyo y muy posiblemente se conocieron.
Ustedes en el CSIC-INTA buscan vida en otros planetas: ¿es arte o ya ciencia?
Nos fascina investigarlo. Y a mí, cómo el arte de todas las épocas refleja esa inquietud. Ya en el siglo II Luciano de Samosata escribió un relato sobre un viaje al espacio y una batalla entre los habitantes del Sol y los de la Luna.
Ahora la tecnología se plantea la colonización de Marte tras muchas pelis marcianas.
A mí el arte y la ciencia me hacen creer que hay vida en otros planetas; pero también que no es la nuestra, aunque los artistas se hayan proyectado al imaginar esa vida como la nuestra: con seres que compiten, se pelean...
¿Proyectan su vida en la extraterrestre?
La ficción ha ido por delante de la ciencia.
Pero Fermi lanzó su paradoja: si hay vida en otros planetas, ¿por qué no nos contactan?
La ciencia está buscando esa vida con estrategias muy pensadas y tecnología puntera. Pero lo cierto es que aún no la hemos descubierto. Luego está el fenómeno ovni, pero eso son solo fantasías.
Entonces, ¿Fermi tenía razón?
Tiene sentido que no nos hayan contactado y que no les hayamos localizado, porque viendo la historia del arte te das cuenta de que apenas hace 100 años que tenemos tecnología capaz de lanzar y recibir señales del universo. Hubiera sido mucha casualidad que en ese periodo hubiera habido contacto.
¿Por qué no era tan fácil?
Porque en la Tierra ha habido vida durante las tres cuartas partes de su existencia; pero ha sido una vida elemental: sin tecnología.
Pero hemos evolucionado.
Lo que hace Fermi con su paradoja es proyectar que esa vida extraterrestre sería tan avanzada como la nuestra e igual de capaz tecnológicamente de comunicarse además de estar a nuestro alcance, cuando lo probable es que fuera vida básica aún no inteligente y muy lejana.
¿La proyección del marciano en el arte dice más del artista que del marciano?
Y, por eso, hace 2.000 años que aparecen extraterrestres en el arte con las características que tenía entonces el artista que los creaba. Y en el cine moderno se aprecian en detalle.
¿Cómo?
En el siglo XIX los humanos colonizan planetas como los imperios entonces colonizaban territorios coloniales, y los extraterrestres aparecen como sus indígenas, igual que en Viaje a la Luna de Méliès en 1902.
¿Y los marcianos de la guerra fría?
Aparecen ya los trajes de astronauta, pero en general los extraterrestres de película reproducen la estética de cada época y sus valores y conductas; igual que en la pintura. Desde Cyrano de Bergerac hasta Voltaire se piensa al extraterrestre como un ser inteligente que nos analiza con espíritu crítico, condescendencia y hasta sarcasmo.
¿Hablaba el creador por boca de su extraterrestre?
Por eso había en la obra sobre marcianos una proyección crítica de nosotros mismos, de nuestra cultura, nuestro contexto y de cómo nos juzgamos a nosotros mismos.
Dígame una obra selenita que descubrir.
El grabado del astrónomo Hevellius que describe en detalle la Luna es de una belleza extraordinaria y reveladora.
Veamos en Google... ¡Impresionante, sí!
Y es un ejemplo de la utilización temprana del telescopio, porque es de 1647 y el telescopio se descubrió en 1609. Y con él, Galileo ya había demostrado que la Luna no era un cuerpo platónico puro y perfecto, sino que, como la Tierra, tenía fracturas, montes y valles.
El cielo está en la Tierra, y al revés.
Fue una revolución, porque desde Aristóteles se creía que todo cuanto había en el cielo era perfecto e inmutable.
¿Y en la Tierra, todo lo contrario?
Sí, aquí todo era corrupto y cambiante, empezando por el ser humano.
¿El universo empezó a ser solo uno?
Y en el XIX llegó la fotografía y los autores intentaron plasmar en maquetas con molduras y sombras lo que veían en el telescopio.
¿Algún revolucionario?
Jules Verne. Pero deshagamos el equívoco de que en la edad media se creía que la Tierra era plana: no es cierto. Desde Pitágoras y durante todo el medievo, no tan atrasado, ya se sabía que era una esfera, igual que Demócrito la concibió también como toda materia formada por un conjunto de esferas: átomos.
¿Y en el arte contemporáneo?
Dalí describe la cuántica en La persistencia de la memoria, porque le interesaba mucho aunque era antiintuitiva...
Como el surrealismo.
Aunque el propio Dalí ironizaba, al ser entrevistado, que se la había inspirado un queso camembert.
