José Encina, Joan Montoya y Rufo Galán tienen el trabajo de más altura de Barcelona y de toda la península. Poca gente en el mundo puede presumir de tener su ‘despacho’ a 151 metros sobre el nivel del mar. Y allí arriba están ellos cada día manejando la grúa de última generación con la que acabarán la construcción de la torre de Jesús, la que ya ha convertido la Sagrada Família en la iglesia más alta del mundo. Han trabajado en la cobertura de la nave central, en la construcción y coronación de las torres de los Evangelistas, la de Maria... Y estos días han iniciado la colocación de los brazos de la gigantesca cruz a 170 metros. Siempre con Barcelona a sus pies.
Esta pasarela, a 130 metros de altura, une la torre de Jesús con la grúa
Su jornada arranca a primera hora de la mañana en uno de los dos patios de materiales, el de la esquina de Marina y Provença. Allí, Jaume Oromí, el encargado de obra, distribuye a los grupos. En un día habitual, trabajan en las obras de la Sagrada Família entre 130 y 140 personas. Ahora los dos principales focos son la Torre de Jesús y la capilla de la Asunción, en la calle Provença. Están construyendo el que es uno de los monumentos más visitados del mundo y su actividad debe ser compatible con la entrada dentro de la basílica de 1.500 personas cada hora. Cada día.
Desde el nivel de calle suben a la cabina con tres montacargas y 20 metros de escalera vertical, veinte minutos
La Sagrada Família funciona como un complejo engranaje en el que todo tiene que encajar. Si uno falla, la cadena se rompe. “La grúa no para ni diez minutos en todo el día; la actividad es continua”, explica Joan Montoya. Ellos suben el material o las piezas –léanse cristales o paneles de hormigón de hasta 26 toneladas– que están en la cota 0 (nivel de calle), hasta el punto requerido, a 30, 54 o 170 metros de altura, según va avanzando la obra. Su trabajo requiere de una alta precisión. Otros especialistas, a menudo escaladores, son los encargados de recepcionar el material y fijarlo en la estructura. Y vuelta empezar.
José Encina, Juan Montoya y rufo Galán en la cota 54 del templo, donde está anclada la grúa
No saben lo que es el vértigo. A las ocho de la mañana, los gruistas inician su ascensión. Desde el nivel de calle hasta la cabina de la grúa más alta –a 151 metros- tardan unos veinte minutos. Tienen varias opciones de acceso. La habitual implica tres montacargas con los que van ganando altura hasta llegar a la pasarela metálica ubicada a 130 metros. Este pasadizo con barandas une la torre de Jesús con la grúa. Desde aquí, salvan los últimos veinte metros en vertical –unos seis pisos– hasta la cabina por la escalera de la propia grúa. “Hay sistemas de seguridad, no puedes caer al vacío todo está controlado”, aseguran.
Tienen las mejores vistas de Barcelona y muchos quilómetros a la redonda. Desde aquí, se impone el azul del mar, también las montañas del Montseny, el Tibidabo y Montjuïc se hacen pequeños. Ven el constante pasar de aviones y su suave ascensión hacia el aeropuerto. La cuadrícula barcelonesa aparece nítida. Apenas se oyen ruidos. “Vemos enseguida cuando hay un incendio”, dicen. También ven las tormentas acercarse, las imponentes cortinas de niebla o el aire sahariano.
La cabina está situada a 151 metres d'altura
Haga frío o calor, esté nublado o llueva, ellos suben a la cabina. Siempre bien equipados y con una mochila para lo que puedan necesitar. “Lo que nos condiciona es el viento fuerte y las tormentas eléctricas”, cuentan. La peor experiencia se la llevó José hace más de diez años, cuando un ray odescargó en la grúa: “Oí una gran explosión detrás mío, el rayo bajó hasta el suelo y quemó un cua dro eléctrico; a mi no me pasó nada”. Quedó en un susto. Al día siguiente, vuelta a las alturas.
“No es un trabajo monótono, cada día es diferente”, coinciden los tres. Hay jornadas especiales, por significativas, como la coronación de las torres o la colocación de la estrella de Maria o ahora, los brazos de la cruz de Jesús. “Pero cada maniobra requiere toda la atención, movemos material muy cerca de las torres y de elementos delicados”, mantiene Galán.
Los tres gruistas en uno de los montacargas con los que ganan altura para llegar a la cabina
Una de grúas subiendo material para la obra
El cierre de la cubierta principal fue uno de los momentos emotivos. La grúa principal, que pesa 330 toneladas, está fijada precisamente en la plataforma que hay sobre esta nave, a 54 metros de altura. Es una grúa de última generación que se montó en mayo de 2024 para culminar la torre de Jesús y luego servirá para acabar la fachada de la Glòria. Los tres gruistas se formaron en Alemania para aprender a manejarla. La pluma se mueve en vertical –las horizontales invaden más espacio– y cuando la grúa está desplegada al máximo alcanza los 202 metros de altura. En la cabina, los gruistas están en permanente contacto con el jefe de obras y una caja negra graba todos los movimientos a tiempo real.
Si en 2005 llegaron a haber seis grúas en la Sagrada Família, ahora la obra avanza con tres a todo ritmo. La segunda, junto a la calle Provença tiene la cabina a 47 metros de altura y hay una tercera junto a la fachada de la calle Mallorca en la que se ha incorporado un nuevo gruista, Alberto García.

