Un vecino de Salt (Gironès) de origen sirio volverá de visita a su país, 45 años después de haber huido, perseguido por el régimen de los Asad.
Nachaat Waez fue uno de los estudiantes que lideró la revuelta contra Háfez Al Assad a finales de los años 70. Fue detenido y encarcelado en la cárcel de Alepo durante seis meses, tres de ellos sin ver la luz del sol y recibiendo torturas.
Un militar amigo de la familia le ayudó a escapar, a condición de que se marchara de Siria. En 1979 llegó a Barcelona y de ahí a Salt, donde vive actualmente.
“No puedo creer que pueda volver a mi país”, dice. Nachaat no ha hecho el servicio militar, esto supone que, si hubiera pisado Siria, le habrían detenido y encarcelado. “Aunque tengas 80 años te encierran”.
Pero él no irá solo a Siria. Lo hará con Ahmed Bassal que escapó del país en el 2014 perseguido, en su caso, por el régimen de Bashar Al Assad, que heredó el poder de su padre.
Cruzó cómo pudo hasta Turquía sin ningún destino fijado. Allí se encontró con un amigo que fue hacia Alemania, mientras que Ahmed finalmente decidió marcharse hacia Girona donde estaba Rafat, un amigo suyo. Cuando llegó a la ciudad logró el estatus de refugiado y montó una pastelería en el Barri Vell, donde vende productos típicos de su país.
Él sí ha hecho el servicio militar, por eso tenía claro que si volvía les llamarían a filas, en un país que estaba en guerra.
Tanto Ahmed como Nachaat están “eufóricos” con la caída del régimen y ya preparan el regreso a un país que llevan años deseando ver. Ambos tienen claro que sólo pasarán allí unos días, ya que tienen la vida montada aquí. En el caso de Ahmed, irá a ver a sus amigos de la zona cercana al Kurdistán, ya que no tiene familia en Siria. “Todos tuvimos que marcharnos en distintos momentos”, lamenta.

Familia Waez en Salt.
En cambio, Nachaat podrá reencontrarse con sus hermanos que hace años que no ve y que todavía viven en Alepo, en el norte de Siria. había caído el régimen fui el hombre más feliz del mundo“, explica.
Waez dice que en un principio perdió completamente el contacto con la familia y sufría por su situación. Después, con la llegada de nuevas tecnologías, ha sido mucho más fácil el contacto con ellos. Fue duro, porque marchas de tu casa y no sabes cuándo volverás a verlos”, dice. Con todo los dos hermanos han estado ”razonablemente bien“, aunque con la guerra les han destrozado las viviendas.
A pesar de la emoción, Nachaat y Ahmed tienen claro que el regreso no será inmediato. Explican que primero quieren esperar a que ”se estabilice la situación“, pero dan por hecho que si hay un gobierno pronto ”todo empezará a volver a la normalidad“. ”Siria es un país precioso, nunca ha sido un lugar del que la gente quisiera marcharse, pero el régimen ha hecho mucho daño“, explica Waez.
Una visita en agosto
Quien sí ha estado en Siria es Soumaya Waez, la hija de Nachaat. Ella con sus dos hijos menores de edad y Rafat, su marido, han estado en el país varias veces. La última fue el pasado mes de agosto que acudieron a ver a familiares que tienen en la zona de Alepo.
Paradójicamente, Soumaya y el resto de la familia no tenían ningún problema para entrar en el país, a pesar de que su padre no podía hacerlo sin que exponerse a ser detenido. que mi padre es sirio”, señala.
Soumaya y Rafat pensaban que la visita que realizaron en agosto debía ser la última, al menos con su hijo mayor, que en pocos días cumple 18 años.
Si el régimen de Bashar Al Asad no hubiera caído, lo más probable es que hubieran obligado a realizar el servicio militar y alistarse, aunque tiene pasaporte español. “Allí le reconocen como sirio y no hay nada que hacer. Por eso aprovechamos para ir ahora porque no sabíamos cuándo podríamos volver”, explica.
La familia explica que la visita fue “dura”. Se hallaron un país “pobre y que resiste”. “Sí hay un día a día, pero que tiene luz cada dos días y que los trabajadores de las fábricas deben completar el salario con el que envían los familiares desde fuera”, explica Soumaya.
Sin embargo, la derrota de Al Asad abre “una esperanza” a los familiares que reconocen que les sorprendió la rapidez como se produjo. “De repente, con pocos días, nos encontramos con que ha cambiado”, dice Soumaya sonriendo.