El juicio a un masajista en San Sebastián juzgado por agresión sexual a tres menores de 13, 14 y 15 años, en el momento de los hechos, está destapando testimonios que revelan una sucesión de graves abusos sexuales y psicológicos a las menores, unidos en el caso de una de ellas a una gran “dependencia emocional” con respecto al acusado. La Fiscalía y las acusaciones particulares piden para el acusado penas que superan los 45 años de cárcel y 160.000 euros de compensación para las víctimas.
La primera vista se celebró el lunes en la Audiencia de Gipuzkoa, con la declaración a puerta cerrada de las menores. Un día después, la declaración de varios testigos destapó la dimensión de los presuntos abusos.
El testimonio de la directora
Así, la directora del colegio en el que estudiaban las menores y la jefa de estudios explicaron que estaban en una reunión “importante” con el Ayuntamiento cuando varias compañeras de las víctimas, “muy nerviosas”, fueron a reunirse con ellas porque tenían algo que contarles.
Según explicaron, las jóvenes les preguntaron “si era normal que un masajista te tocara los pechos y te metiera los dedos en la vagina”. La respuesta, obviamente, fue que “no, que eso era muy grave”, y les pidieron que dijeran a quién le había ocurrido y que había que contarlo a los padres y poner una denuncia en la Ertzaintza. Una vez que conocieron quién era una de las presuntas víctimas, contactaron con su padre, que acudió al centro y allí le relataron lo ocurrido.
Una madre que puso pie en pared
Durante el juicio también ha declarado la madre de una de las presuntas víctimas, quien señaló que su hija se hizo amiga de la hija del acusado, quien se terminaría convirtiendo en su masajista. Según explicó, su hija, que solía ir con su amiga a casa del procesado, apareció un día con “unas cintas en la zona baja del abdomen”. Al parecer se las había colocado el acusado “sin consentimiento” de sus progenitores, algo que no le pareció “adecuado”.
La progenitora le trasladó que “tenía dolores de regla y que a su hija también se las ponía y le funcionaba”, a lo que ella le contestó que le había tocado “sin su consentimiento” y que eso “era un delito”. “Le prohibí que la volviera a ver o que tuviera ningún contacto con ella”, añadió. Esta testigo también narró cómo su hija “tenía miedo de verlo por la calle” y que, como consecuencia de lo ocurrido, a la joven “a la hora de tener una pareja o relaciones, le cuesta”. “Mi hija me contó que esos masajes se los hizo también a otras niñas”, añadió, de manera que llamó a otra madre y le dijo que “había que ir a denunciar”.
12 años cuando empezaron las agresiones
Una de las compañeras de las víctimas, mientras, señaló que su compañera le indicó que el procesado “le había metido los dedos en la vagina” y que “llevaba días que no podía dormir y necesitaba contárselo a alguien”. Tenían 12 años cuando comenzaron las presuntas agresiones sexuales. “Le dije que había que contarlo a alguien más mayor y fuimos a donde la jefa de estudios”, señaló.
Durante el juicio también han comparecido varios ertzainas que han investigado el caso. Una ertzaina instructora del atestado que habló con las tres presuntas víctimas una vez denunciaron las agresiones sexuales explicó que una de ellas no contaba nada delante de sus padres, por lo que pidió a estos poder hablar con ella a solas. Fue entonces cuando la menor le relató que el acusado le había regalado un juguete sexual, lo cual no quería que supieran sus padres, le había tocado los pechos y también la zona vaginal durante un masaje, relato que coincidía con lo que le habían contado las otras dos menores.
La agente también señaló que las conversaciones por redes sociales del procesado con esa presunta víctima, que recomendó los masajes del acusado a las otras dos, “eran diarias” y que ella tenía “una dependencia total” de él y de su familia, de la que se sentía “como una hija adoptiva”.
Según explicó, esta menor en un primer momento no quiso denunciar al masajista, la denuncia la interpusieron sus padres, porque “era un referente y un pilar para ella” y “tenía miedo de perder la relación”, a lo que añadió que, además, “ella pensaba que los masajes le hacían bien y se sentía mejor”.
“Pensaba que era su vida, su mundo, y que todo se iba a caer si él desaparecía”, señaló la agente, quien subrayó que la “dependencia emocional” era tal que “tenía miedo de no poder contactar con él”. La ertzaina también expresó que cuando investigaron al procesado vieron que realizaba sorteos de masajes “que siempre tocaban a mujeres”, pero aunque se entrevistaron con varias “no se detectó nada raro” en esos casos.
Detención en 2021
El masajista juzgado en San Sebastián, que tenía un centro de masajes en el barrio de Altza, fue detenido el 11 de mayo de 2021. Tras pasar a disposición judicial, el masajista quedó en libertad provisional con cargos. En su comparecencia ante la juez, el hombre no negó “haber dado masajes a las menores” si bien rechazó “haberlo hecho con intención de satisfacer ningún interés sexual propio”.
Tras la detención, el local del acusado sufrió varios ataques y su hijo, conocido de algunas de las víctimas, denunció varios episodios de amenazas.
Está previsto que el juicio finalice este jueves, con la declaración de varios testigos, del acusado, y la presentación de las conclusiones y los informes.