Huelga hablar, por su flagrante evidencia, de las catástrofes inmobiliarias acometidas en todo el litoral valenciano. Sí es meritorio, en cambio, evidenciar y subrayar aquellos casos en los que la arquitectura es capaz de sorprendernos cuando vemos que se ha producido, o se produjo y aún pervive, el milagro de su comunión con la naturaleza.

Vista aérea del Reial Santuari de la Mare de Déu de la Font de la Salut de Traiguera, -baldaquino de la cruz restaurado y cubierto actualmente
Leíamos esta semana, en el Magazine de este mismo diario, que el riesgo de sufrir malestar o sufrimiento psíquico puede multiplicarse por siete si el lugar que habitas no cumple la regla del 3-30-300: ver al menos tres árboles desde tu casa, que tu barrio tenga un 30% de zonas verdes y un gran parque a menos de 300 metros. El doctor en psiquiatría José Luis Marín López revela que existen estudios científicos que demuestran la influencia crucial que tiene el entorno urbano y natural -en definitiva, cualquier contexto- en el bienestar psicológico. La falta de “trellat” en la planificación y diseño en aras de la especulación y el consecuente exceso en la densidad urbana tienen un impacto real en nuestro grado de felicidad.
Hace unos días tuve la suerte de experimentar esa maravillosa sensación, cada vez más rara, de “sorprenderme urbanísticamente”. Una alegría. La pena es que el mérito sea, posiblemente, geográfico e histórico, en mayor medida que el humano. Fue en la comarca del Baix Maestrat, en Castellón. Nuestro país, el valencià, no posee una configuración radial de accesos equilibrados en distancias, sino alargada, desmembrada, con zonas más aisladas y desconocidas. Está abocado a la costa -en geografía e intereses económicos- y con un interior protegido de forma natural en muchos casos por la orografía, permitiendo la existencia de zonas rurales que son el último reducto de arquitecturas privilegiadas, ligadas al entorno, su cultura, historia y tradiciones. No sucumben a explotaciones turísticas o inmobiliarias. Es lo que sucede en muchas poblaciones de esta comarca, que gozan del privilegio de la cercanía a la costa y las vistas al mar sin perder la autenticidad rural de un paisaje conformado por ríos, manantiales y ricos mosaicos de pinos, encinas, algarrobos y olivos, contando el Territori Sénia con la mayor concentración a nivel mundial de olivos milenarios por m2, testimonios vivos de la profunda huella histórica y el rico patrimonio cultural legado por íberos, romanos, musulmanes y otros, como los maestres de las órdenes del Temple o Montesa -de donde deriva el término “maestrat”- cuyo control sobre estos territorios se tradujo en la presencia de numerosos castillos e iglesias fortificadas.
Es paradigmático el caso de uno de los lugares de paso de la fundamental Vía Augusta, Traiguera (“vall productora de blat”, según el Onomasticon Cataloniae de J. Coromines) y su Reial Santuari de la Mare de Déu de la Font de la Salut, declarado monumento BIC en 2007 y único con la categoría de “Reial” en la provincia, concedida por Carlos I en 1542. El conjunto arquitectónico, muestra de fe que arranca con el milagro en 1384, es fruto del consecuente incremento de la devoción, culto a la Virgen y peregrinación al pozo milagroso. Fue el santuario más importante del Reino de València durante la Edad Moderna y uno de los más significativos del Imperio de los Austrias.
Siempre bajo la protección de autoridades eclesiásticas o monárquicas y a pesar de las vicisitudes propias de las desamortizaciones del siglo XIX o la Guerra Civil, ha llegado hasta nosotros un patrimonio que es un verdadero “palimpsesto” arquitectónico, en el que la hibridación de las diferentes edificaciones nos permite “leer” la historia a través de las huellas de los elementos góticos, como algunos arcos de piedra, de las construcciones renacentistas, como la cruz cubierta -la más alta en el mundo católico hasta la construcción del baldaquino de Bernini- o el pórtico del templo, iglesia que adquirió una estética mayoritariamente barroca en el siglo XVII. A caballo entre el siglo XVI y el XVII se encuentra la antigua hospedería, alojamiento de ilustres personajes como el propio Carlos I, Felipe II, Juan de Austria, san Francisco de Borja o Cervantes, se dice. La técnica de la piedra en seco, tradicional en esta comarca, también es digna de atención en los márgenes y otras construcciones.
Pero para apagar la sed, hazlo en la Font de la Salut, a cuyas aguas todavía se le vinculan prodigios y propiedades curativas. Quién sabe, quizás otro milagro te esté esperando allí.”
Estamos todavía en tiempos de romería, seas creyente o no, peregrinar por estos parajes bellos y en perfecto equilibrio y armonía con la arquitectura confiere a quien los transita el milagro de la paz espiritual de la regla del 3-30-300. Si eres amante de placeres más mundanos, disfrutarás del restaurante ubicado en la “Casa dels Capellans” (s. XVI), ganador del Solete Repsol, que no claudica ante artificios y sigue la filosofía del lugar, la de mantener la esencia de las cosas, la materia prima. Pero para apagar la sed, hazlo en la Font de la Salut, a cuyas aguas todavía se le vinculan prodigios y propiedades curativas. Quién sabe, quizás otro milagro te esté esperando allí.