Jaime Romero, 25 años, español en Australia: “Pasé de vivir en en casa de mis padres, a compartir baño con 60 personas y habitación con otras 120. Uno se adapta a lo que tiene más rápido de lo que imaginamos”
Español en Asutralia
“Mi mayor miedo es el estilo de vida tradicional, con un trabajo de oficina que no te hace feliz pero te da estabilidad, después jubilarte y morir”, cuenta Jaime Romero para La Vanguardia
Jaime Romero, 25 años
Tu historia
Españoles en el extranjero
En La Vanguardia queremos contar tu experiencia en otros países. ¿Te has mudado fuera de España porque tu trabajo está mejor valorado en el extranjero? ¿Has cruzado las fronteras por amor? Si has cambiado de vida lejos de casa, escríbenos a tuhistoria@lavanguardia.es
Hay muchos momentos en la vida en los que nos detenemos y sentimos que ha llegado el momento de tomar una decisión. No se trata de que alguien te lo diga o de esperar la aprobación de otros: es el instinto el que te invita a moverte y te pide que no te quedes parado. Hay algo dentro de ti que te empuja a cambiar aspectos de tu vida con los que no te sientes satisfecho. “En septiembre de 2023 decidí pagar mi visa australiana sin decirle nada a mis padres. Necesitaba tener asegurado que me iba antes de contárselo para no echarme atrás, porque sabía que no les iba a gustar”, cuenta Jaime Romero en una entrevista para La Vanguardia.
Ahora, a sus 25 años, recuerda con nostalgia ese momento: “Cuando aún me quedaba un año de carrera, el 27 de diciembre solté la bomba y les dije a mis padres que me marchaba al extranjero. La reacción fue la que me esperaba: muchas preguntas y tuve que maquillar la verdad”, revela. Jaime terminó ADE y Derecho en Madrid con buena media, trabajó durante todo el verano y en septiembre de 2024 aterrizó en Australia.
Mentalidad y expectativas familiares: romper con lo tradicional
Jaime reflexiona sobre la diferencia entre su visión y la de su familia: “Creo que existe una visión muy tradicional sobre la vida: vas a la escuela, luego a la universidad, tienes un par de trabajos de oficina que no te hacen feliz pero te dan estabilidad, te jubilas y mueres. Ese estilo de vida es sin duda mi mayor miedo: no vivir la vida al máximo”, explica. Y la diferencia con España es evidente para él: “A veces pienso que se nos olvida que solo vivimos una vez, y más vale aprovecharla para buscar algo que nos llene y nos haga felices”, añade.
Jaime trabajando en Formentera para ahorrar
Además, comenta que pocas personas se atreven a vivir fuera por miedo a lo desconocido. “Cada año somos más, y eso lo noto en mis redes sociales, especialmente entre gente joven que o no ha empezado la carrera o la va a terminar próximamente. Se debería fomentar más que los hijos pasen tiempo en el extranjero, ya sea un año, unos meses o el tiempo que sea; lo que uno puede madurar al alejarse de la zona de confort es increíble”, explica.
La llegada a Australia: choques culturales y la experiencia de vivir en un hostel compartido
“Me acuerdo del día que aterricé en Australia, 42 horas de viaje y por fin llegué a Gold Coast. Era de noche y estaba diluviando; entré al hostel y me encontré con una habitación enorme compartida con otras 120 personas”, recuerda Jaime. Mudarse al extranjero a veces se idealiza, pero no siempre es bonito y puede ser duro enfrentarse a la realidad. “Mi primera reacción fue: ‘no puede ser verdad esto’. Pensé que Australia me quedaba grande, que era demasiado cambio para mí. No conocía a nadie, ni tenía trabajo, solo otros seis días más en ese hostel que era lo peor que había visto en mi vida”, revela.
En aquel momento, Jaime sufrió el impacto de mudarse a la otra punta del mundo. “Me fui directo a dormir sin hablar con nadie, mirando el móvil y pensando en qué iba a ser de mí. No había sido consciente de lo que significaba hasta aterrizar”, explica. Poco a poco decidió cambiar su mentalidad e integrarse con las personas del hostel: “Escuchar las historias de cada uno me hizo sentir más tranquilo. Estábamos todos en la misma situación y poco a poco fui cogiéndole cariño al hostel, donde acabé quedándome un mes”, aclara.
El primer hostel de Jaime al que hace referencia en la entrevista
El cambio desde España fue enorme: “Si algo he aprendido en Australia es lo afortunados que somos en España de vivir con nuestra familia en casa, algo que desde dentro parece normal, pero una vez sales te das cuenta del privilegio. Pasé de tener habitación y baño propios a compartir baño con 60 personas y habitación con otras 120, una auténtica locura. Pero uno se adapta más rápido de lo que cree”, cuenta.
Diferencias culturales y forma de relacionarse
Jaime nota grandes diferencias en la forma de ser de las personas de distintos países: “En España no somos fáciles de relacionarnos, tendemos a juzgar y desconfiar del que no conocemos hasta que se prueba lo contrario. En Australia, todo es diferente: la vida es más lenta, y eso se refleja en cómo nos relacionamos con los demás”. “En España vivimos siempre con prisa: tráfico, estrés, prisas… aquí es un estilo de vida más tranquilo, y eso cambia nuestra manera de ver el mundo”, añade.
Afrontar la distancia y la sensación de soledad
Estar lejos de la familia es complicado, y la sensación de soledad puede ser intensa. “Sinceramente, doy gracias de que Australia esté tan lejos de España y sea caro volver. Si hubiera sido cerca, me habría vuelto al día siguiente por el impacto que recibí”, confiesa Jaime. La distancia tiene su lado negativo, pero también permite crecer: “Valoro mucho ahora hacer planes solo, desde practicar deporte hasta ir a cenar a un restaurante solo, algo impensable en España. Aunque llegué solo, he conocido a mucha gente que me ha acompañado, y sobre todo, he aprendido a disfrutar de mi propia compañía”, añade.
La vida laboral en Australia y la flexibilidad frente a España
En cuanto al trabajo, Jaime comenta que la forma de trabajar en Australia es muy diferente: “Aquí existe el contrato casual, que significa que puedes irte o que te puedan despedir con 24 horas de aviso, algo impensable en España. La jornada puede ser parecida, aunque en hostelería cambia según la semana; en oficinas se respeta mucho más el horario y las horas extra casi no existen”. El ambiente laboral también es distinto: “Aquí trabajamos para poder viajar después. Ver a compañeros marcharse a Japón, Filipinas o Indonesia me motiva, y sé que pronto me tocará a mí. Además, los salarios son más altos y, al convertir los dólares a euros, la vida no sale cara; incluso se puede ahorrar bastante”, explica.
Jaime junto a sus amigos
Desde que llegó a Australia, Jaime ha trabajado en un restaurante junto a un surf club a pie de playa, un lugar que le encanta y donde sigue trabajando actualmente. A lo largo de su estancia también ha compaginado diferentes empleos: ha sido camarero en otros restaurantes, ha trabajado en una cafetería por las mañanas, ha participado en la organización de eventos y hasta ha trabajado en la construcción en Brisbane, una experiencia que reconoce como muy exigente. “Mis amigos y yo queríamos probarlo, era como una especie de ‘ticket en la lista’, algo que se hace mucho en Australia, y estuvimos en la obra durante dos meses”, comenta. Sin embargo, en la actualidad, su único trabajo activo es el del restaurante a pie de playa donde comenzó su aventura australiana.
Consejos y reflexiones finales: la importancia de salir de la zona de confort
Jaime comenta que Australia no es para todos y que adaptarse requiere esfuerzo. “Si no te acostumbras a los horarios o al estilo de vida, tu vida puede ser peor que en España. Muchos vienen un año sabático, se lo pasan bien y luego vuelven sin haber aprendido nada. Para mí, el fitness ha hecho la experiencia mucho más enriquecedora, y quienes no lo valoran se pierden una parte muy bonita del país”. Resalta la importancia de romper con los círculos de compatriotas: “Dejar tu país es la oportunidad de salir de la zona de confort, socializar en otro idioma, equivocarte y aprender de los demás. Es esencial para adaptarse”.
Su consejo para quienes piensan en mudarse: “Ir a un país lejano como Australia marca la diferencia frente a uno europeo cercano. Muchas personas me dicen: ‘Me da miedo irme…’, y mi respuesta es clara: hay que hacerlo. Lo bonito de la vida está justo detrás del miedo. Marcharse permite conocerse, descubrir qué nos hace felices y romper con los estereotipos de carrera y vida. La experiencia no arruina tu futuro, lo enriquece. El miedo nunca desaparece, pero la diferencia está en no dejar que te frene y vivir la vida a tu manera”.