Tu historia
Españoles en el extranjero
En La Vanguardia queremos contar tu experiencia en otros países. ¿Te has mudado fuera de España porque tu trabajo está mejor valorado en el extranjero? ¿Has cruzado las fronteras por amor? Si has cambiado de vida lejos de casa, escríbenos a [email protected]
Estudiar y trabajar al mismo tiempo es uno de los mayores retos de muchos estudiantes a la hora de sacarse una carrera. Compaginar los horarios para poder asistir a clase, encontrar horas para preparar los exámenes y mantener un poco de tiempo para los hobbies o el descanso puede resultar una tarea imposible. Ángel Domínguez, de 21 años, es uno de los muchos jóvenes que estudian y trabajan a la vez. Sin embargo, a los desafíos que eso implica se le suma uno más: lo hace desde Alemania.
Natural de Málaga, Ángel decidió marcharse de España a los 18 años para probar suerte en el extranjero. Desde entonces ha vivido entre Alemania y Países Bajos, donde trabaja actualmente en el sector logístico mientras finaliza sus estudios a distancia en Desarrollo de Aplicaciones Web. “Yo tenía claro que quería terminar mis estudios, pero también necesitaba una estabilidad económica mientras estudiaba, que en España no veía posible”, explica en conversación con La Vanguardia.
Ángel Domínguez con una amiga en Países Bajos
Antes de dejar España, Ángel trabajaba como socorrista. “Cobraba 4 euros y medio la hora”, recuerda. Durante un descanso en el trabajo, se puso a mirar ofertas en el extranjero y encontró la posibilidad de trabajar en Países Bajos. No lo dudó ni un segundo. “El sueldo no era tan alto como el que tengo ahora, pero me pareció una oportunidad”.
Una de las cosas que recomiendo a todo aquel que quiera irse a trabajar fuera es tener un buen nivel de inglés
Viajó al extranjero a través de una empresa de trabajo temporal (ETT), una opción habitual entre jóvenes españoles que buscan su primera experiencia fuera. “Una de las cosas que recomiendo a todo aquel que quiera irse a trabajar en otro país es tener un buen nivel de inglés, porque así vas a poder enterarte mejor de las ofertas laborales y tendrás más capacidad para decidir qué quieres hacer y qué no. Hay que ir con cuidado porque también hay estafas”.
Su primera experiencia fue en el sector agrícola, trabajando en producción de plantas en el campo. “Sabía a la hora que entraba, pero no cuándo salía. Había días de empezar a las cinco y media de la mañana y acabar a las nueve y media de la noche”, cuenta. La intensidad de los horarios y el tipo de trabajo le hicieron buscar algo más estable. Hoy trabaja en un almacén de altavoces, en una empresa donde ya lleva tres meses. “Empiezas en logística, pero con el tiempo te van ofreciendo formaciones para manejar distintas áreas y vas subiendo poco a poco. Se agradece que haya esa posibilidad de crecimiento”, señala. Su jornada es rotativa: semanas de mañana, tarde o noche, lo que también influye en su salario mensual. “Depende de las horas y los turnos que hagas, pero puedes ganar entre los 1.400 y más de 1.700 euros netos”, señala.
Vivir en un país y trabajar en otro
Aunque vive en Weeze, Alemania, su trabajo se encuentra al otro lado de la frontera, en los Países Bajos, a donde cruza cada día. Va en coche al trabajo y ya se ha acostumbrado a una rutina que combina la vida entre ambos países. “En Alemania la vida es más barata, sobre todo en productos básicos como la gasolina o la leche, pero en Países Bajos los sueldos son un poco más altos”, explica.
Cuando vuelvo a España, disfruto más de mi gente y de las pequeñas cosas. El clima, las comidas, una conversación con amigos... todo tiene otro valor
Vive en un pequeño estudio compartido con otras dos personas, en un entorno rural cercano al aeropuerto de Weeze. “Pago la vivienda semana a semana, unos 144 euros, es decir, unos 566 al mes. El alquiler es similar al de España, pero los sueldos son más altos, lo que hace más fácil independizarse”, detalla.
La barrera del idioma: entre el alemán y el holandés
Entender el idioma ha sido todo un reto, ya que no solo ha tenido que aprender alemán, la lengua del país donde trabaja, sino también holandés, el idioma del lugar en el que reside. Cuando llegó, no hablaba ninguno de los dos. “Con el inglés te puedes defender, pero la gente te habla en su idioma igualmente”, relata. Con el tiempo ha aprendido a comprender algunas palabras y expresiones cotidianas, aunque sigue comunicándose principalmente en inglés. Pese a las dificultades lingüísticas, asegura sentirse integrado. “Al principio todo sonaba muy raro, pero te acostumbras. Ya entiendo bastante alemán, aunque hablarlo me cuesta más”, confiesa.
Ángel Domínguez con un amigo en Países Bajos
Su vida social, sin embargo, es distinta a la que tenía en España. “La gente aquí es más cerrada. No es como en España, donde hablas con todo el mundo. Aquí si no hablas su idioma, no se abren tanto”, comenta. Aun así, dice haber encontrado personas amables que lo han ayudado en el trabajo y en su adaptación.
Un cambio de ritmo y de clima
Más allá del idioma, el cambio cultural también ha sido notable. “Me chocó mucho lo de las comidas. A las doce ya están almorzando, y yo no estaba acostumbrado. Al final te adaptas, y llega un momento en que a las seis y media ya estás cenando y con ganas de irte a dormir”, explica.
Otro aspecto que echa de menos es el clima. “Cuando vienes de una ciudad como Málaga, donde hay más de 700 días de sol al año —bromea—, y aquí apenas lo ves, el cambio se nota. Se echa de menos el calor, la comida y, sobre todo, la gente”.
Un aprendizaje de vida
Ángel asegura que la experiencia de vivir fuera le ha enseñado mucho. “He aprendido lo que es la independencia y lo rápido que pasa el tiempo. Aquí los días a veces se hacen eternos, pero cuando te das cuenta, ya ha pasado más de un año”, reflexiona.
También considera que le ha hecho valorar más todo lo que dejó atrás. “Cuando vuelvo a España, disfruto más de mi gente y de las pequeñas cosas. El clima, las comidas, una conversación con amigos... todo tiene otro valor”.
Respecto al ahorro, asegura que es posible vivir bien y guardar dinero al mismo tiempo. “Yo ahora estoy haciendo 37 horas y media semanales, y la semana pasada, por ejemplo, gané 420 euros limpios solo con el turno de noche. Todo lo que cobras ya viene con los impuestos y el seguro descontados, así que lo que te llega es para ti”.
Ángel vive en Alemania en Weeze, cerca de Países Bajos
Planes de futuro
Su objetivo a medio plazo es claro: terminar sus estudios y dedicarse a la programación. “Quiero acabar la carrera y buscar trabajo de desarrollador web fuera, si puede ser aquí o en otro país europeo”, afirma. No descarta volver algún día a España, pero lo ve más como una posibilidad futura que como un plan inmediato. “De momento quiero seguir aprendiendo y aprovechar las oportunidades en el extranjero”.
A los jóvenes que estén pensando en dar el mismo paso, les lanza este consejo: “Que tengan claro lo que quieren. Que sepan que no será fácil, pero que vale la pena por lo que aprendes. Es una forma de crecer, de luchar por lo tuyo y de independizarte”.


