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Juan Antonio Cánovas, 68 años: “Estoy jubilado, pero sigo trabajando porque no sé estar quieto y me hace sentir vivo. Me gusta madrugar, conducir el autobús y saber que soy útil”

Español en el extranjero

Después de una vida entre España y Finlandia, Juan Antonio Cánovas ha vuelto a casa para seguir haciendo lo que mejor sabe: mantenerse en marcha

Juan Antonio Cánovas, 68 años

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La jubilación no ha podido con Juan Antonio Cánovas ni con su manera de entender la vida. A sus 68 años, se mantiene activo porque dejar de trabajar no es una opción. No por necesidad, sino por carácter. Murciano de nacimiento y trotamundos por experiencia, hoy conduce un autobús escolar en Murcia, llevando a diario a los niños al colegio y al instituto. Al volante, saluda, bromea y arranca el día con la misma energía de siempre. 

Ni la edad ni los prejuicios sociales han podido con él. Después de décadas viviendo en el extranjero, ha regresado a su tierra natal. “Tomo medicación y tengo problemas de espalda y de presión arterial, así que el año pasado decidí volver a casa”, explica para La Vanguardia. Pero incluso así, sigue en movimiento. Porque para Cánovas, seguir activo es también una forma de estar vivo.

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A los 23 años, dejó Murcia rumbo a Mallorca para ganarse la vida en el sector de la hostelería. Pasó de trabajar en hoteles a dedicarse a agente comercial, siempre con el mismo propósito: salir adelante. “Ya estaba separado de mi primera esposa, con quien tengo una hija que hoy tiene 41 años y dos nietecitas preciosas, aunque no las veo tanto como quisiera. 

Decidí volver a casa, por salud, por nostalgia y porque Finlandia cambió mucho en los últimos años

Juan Antonio Cánovas

Juan Antonio Cánovas, 68 años

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En el 1991, ya divorciado, me casé con mi esposa finlandesa, a quien conocí en Mallorca. Ella era viuda y tenía un hijo de ocho o nueve años. Tuvimos una niña juntos y, cuando la pequeña tenía apenas cuarenta días, cruzamos Europa en un Seat Panda: yo conduciendo, mi hijastro al lado y mi esposa detrás con la bebé en una cesta”, recuerda entre risas.

Con buena ropa y una sonrisa se sobrevive en Finlandia. El frío no mata; lo importante es adaptarse

Juan Antonio Cánovas

Después de varias idas y venidas, Cánovas se instaló en Finlandia. Antes de ponerse al volante de un autobús, trabajó en distintos oficios: “Hice cursos, estuve en prácticas en un centro para personas con discapacidad. Me gustaba ayudar, me ofrecieron un contrato de tres meses y acabé haciendo más horas que el encargado. Me gané el cariño de todos”. También dio clases de español: “Como tenía el título de oficial de primera en Artes Gráficas por la Universidad Laboral de Tarragona, cobraba incluso más que algunos profesores finlandeses”.

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Con los años, encontró estabilidad como conductor de autobuses. “Llevo más de veinte años en ello. Es un trabajo seguro, aunque con riesgos: nieve, hielo y meses enteros de oscuridad. Pero con buena ropa y una sonrisa se sobrevive. El frío no mata; lo importante es adaptarse.” Siempre fue un hombre sociable, algo poco habitual en el norte de Europa. “Soy muy hablador, dicen que demasiado. Allí la gente es más reservada, pero yo creo que eso tiene que ver con el sol, que escasea. En invierno, a las dos y media ya anochece.”

Juan Antonio Cánovas

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Su esposa y él se separaron con el tiempo, aunque mantienen buena relación. Su hija vive en Vaasa, a 450 kilómetros de Helsinki, y él se mudó allí para estar cerca de ella y de su hijastro. Los últimos años antes de jubilarse trabajó solo en verano, media jornada, cubriendo las vacaciones de otros conductores. “Finlandia cambió mucho en los últimos años: menos personal en sanidad, precios más altos, gente descontenta… Y yo ya tenía problemas de espalda y de tensión. Decidí volver a casa, por salud y por nostalgia”, explica. 

No puedo estar quieto. Ahora conduzco autobuses escolares unas horas al día, llevo a los niños al colegio y me siento útil

Juan Antonio Cánovas

Pero el retiro no fue completo. “Estoy jubilado, pero sigo trabajando porque no sé estar quieto y me hace sentir vivo. Me gusta madrugar, conducir el autobús y saber que soy útil”. Además, añade que: “En enero cumpliré 69 años. Sigo con ganas de trabajar mientras la salud me lo permita. Después de todo, el movimiento siempre ha sido mi manera de vivir.” Canóvas es uno de los jubilados que ha decidido mantenerse activo laboralmente a pesar de estar retirado. En algunos casos, esta elección responde a una necesidad económica; en el suyo, a la voluntad de conservar un propósito, una rutina y un papel social que el trabajo aporta.

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Juan Antonio Cánovas trabajando

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Más allá de su caso individual, esta realidad empieza a configurarse como una tendencia creciente en el panorama laboral y social. Sin embargo, en el contexto español, y según datos recientes del 2024 Ageing Report de la Comisión Europea, la proporción de personas que siguen trabajando después de haber comenzado a percibir la pensión sigue siendo muy reducida: apenas un 4,9 % de los recién jubilados españoles continúa vinculado al mercado laboral. 

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Esta cifra contrasta con la media europea, situada en torno al 13 %, y con países donde ese porcentaje es sensiblemente mayor. Aunque se trata de un fenómeno que despierta interés y pone en valor conceptos como el envejecimiento activo, la autonomía o un estilo de vida más prolongado, en España sigue siendo una realidad minoritaria.