Yolanda Modrego dejó atrás su exitosa carrera como ejecutiva y directora de marketing en multinacionales del sector cosmético para acompañar a las personas en su proceso de redescubrimiento. Fue un grave accidente en Perú, que estuvo a punto de costarle la vida, lo que la hizo darse cuenta de que, a pesar de tener un trabajo exitoso, algo no encajaba en su mundo. “Era el momento de salir de ahí, pero no supe escucharlo. Estaba perpetuando algo que me estaba enfermando”, recuerda. Tras el accidente, Yolanda pasó el resto de su viaje con muletas, buscando una explicación al porqué de su destino. Fue entonces, en una plaza de Perú, cuando encontró un libro que le ayudó a entender la importancia de soltar y dejar ir aquello que ya no está alineado con nuestro ser.
“Al volver a España, recuerdo que fui a Recursos Humanos y les dije: 'No sé qué pasa, pero no puedo estar más aquí'”, cuenta a La Vanguardia. Fue el primer paso que marcaría un antes y un después en su vida. Tras formarse en coaching generativo y constelaciones con caballos, actualmente imparte cursos y formaciones desde su academia online y realiza retiros presenciales en España, Inglaterra, Brasil y Bali. En su último libro, Yo Merezco, comparte su historia y ofrece las herramientas con las que hoy acompaña a sus pacientes a sanar su falta de merecimiento, romper con los patrones de autoexigencia y escasez emocional, y aprender a recibir sin culpa, con amor y confianza.
Yolanda Modrego, coach
En tu libro Yo Merezco, abordas el concepto de la herida del “no merecimiento”. ¿En qué consiste esta herida?
La herida de no merecimiento es un denominador común en muchas personas. Es tomar poco de la vida porque sientes que molestas, como si estuvieras fuera de lugar. Entonces, te esfuerzas muchísimo para que te vean, para ser validada. Sin embargo, sientes que a los demás los reconocerán siempre antes que a ti, y que tú vas a tener que dejarte la piel para llegar a lo mismo, mientras el de al lado avanza con facilidad. Yo sentía eso, pero con el tiempo me di cuenta de que la que no me veía era yo. Lo entendí trabajando con el coaching y descubriendo la energía de mi campo electromagnético. Emanamos nuestros pensamientos y creencias limitantes, y eso se percibe desde fuera.
Cuando la autoexigencia llega a un punto excesivo, puede volverse tóxica, te desgarra por dentro y te desgasta
¿El “no merecimiento” suele afectar a personas con altos niveles de autoexigencia?
Yo creo que la autoexigencia es una de esas consecuencias de no habernos sentido validados desde pequeños. Y forma parte de esa herida de “no soy suficiente”. Cuando la autoexigencia llega a un punto excesivo, puede volverse tóxica, te desgarra por dentro y te desgasta. Pero ser exigente, en su justa medida, está bien. Querer hacer las cosas con amor y cariño no es malo. El problema es cuando esa exigencia empieza a dañarte. Ahí es donde hay que aprender a soltar y decir: “Bueno, ahora suelto y confío”.
Yolanda Modrego, coach
¿Debemos aprender a dejarnos llevar más?
Eso es justamente lo que cuento en mi libro: no puedes controlar el resultado. Hay algo superior que nos guía. No somos los hacedores de todo y si crees que sí, entonces estás siendo dominado por el ego. Siempre tienes que poner lo mejor de ti, pero después, la vida decide. Soltar también es dejar de sufrir.
No somos los hacedores de todo y si crees que sí, entonces estás siendo dominado por el ego
¿Por qué crees que, a pesar de esforzarnos tanto, nos cuesta tanto aceptar que somos merecedores de lo que nos sucede?
Las mujeres hemos tenido que demostrar mucho para que nos validen en nuestras familias. Yo creo que es inevitable que todas traigamos esa herencia de un sistema familiar y cultural donde la mujer, hasta hace nada, no podía abrir una cuenta bancaria si no iba acompañada de su marido. Si tu madre no fue vista y tu abuela no fue vista, tú tampoco vas a creer que puedes ser vista. Alguien tiene que cortar eso en el linaje y decir: hasta aquí. Es precisamente el trabajo que estamos haciendo muchas mujeres ahora: mirar hacia adentro para liberarnos de esas creencias limitantes, de la incapacidad de recibir, de la dificultad para poner límites.
Pensamos que tenemos que ser buenas para ser queridas y por eso nos cuesta muchísimo decir que “no”
¿Por qué nos cuesta poner límites?
No poner límites es una de las manifestaciones principales de la herida del no merecimiento. Pensamos que tenemos que ser buenas para ser queridas, que tenemos que hacerlo todo bien para recibir amor, y por eso nos cuesta muchísimo decir que “no”, porque se asocia a no ser querida. Está tan anclado, que pensamos: “Si digo que no, esta persona ya no me va a querer”. Y si vienes de un sistema familiar donde el hombre es fuerte y la mujer está más sometida, aprendes ese patrón desde pequeña.
Yolanda Modrego, coach
En el caso de los hombres que experimentan esta sensación de no merecer, ¿cuáles suelen ser las causas o factores que la desencadenan?
Es curioso porque vienen pocos hombres a mis cursos. Tengo la teoría de que mirarse hacia adentro les genera más conflicto con su ego. Los hombres que vienen suelen haber tenido madres muy dominantes, que no les han dejado expresarse tal como son. Si alguien te está anulando constantemente desde pequeño, diciéndote cómo tienes que hacer las cosas, ese niño acaba por desconfiar de sí mismo. Y eso genera muchos problemas de confianza, de fuerza y de seguridad.
Si alguien te anula constantemente desde pequeño, diciéndote cómo tienes que hacer las cosas, ese niño acaba por desconfiar de sí mismo
Aparte de la desconfianza en uno mismo, ¿qué otros efectos psicológicos tiene no creer que merecemos algo? ¿Cómo influye esto en nuestra vida?
Cuando la herida del merecimiento está activa, el mensaje inconsciente es: “No soy digna de”. No eres consciente de que la llevas, pero tú misma te bloqueas: bloqueas el éxito, bloqueas la abundancia, o bloqueas tener una pareja sana, por ejemplo. Es un bloqueo totalmente inconsciente y el patrón se activa solo. Hasta que no reconoces que hay algo en ti que está generando eso, no puedes cambiarlo.
Cuando comienzas a decir “¿y por qué no?” ante todo lo que la vida te presenta, abres un campo de posibilidades infinito
¿Cómo ayuda el coaching generativo a desbloquear esta herida emocional? ¿En qué se diferencia de otras terapias?
El coaching generativo ayuda a cambiar creencias limitantes que están muy grabadas en el subconsciente. Es una mezcla de programación neolingüística y trance generativo, que es como una hipnosis relajada donde el cliente está presente. Así, puedo acceder a la información que está en el subconsciente sin necesidad de analizar el porqué. No vamos al pasado, como hace la terapia conductual. En cambio, miramos al futuro desde el presente: desde lo que hay hoy, se trabaja en cómo puedes transformar esa creencia y conectar con tus recursos internos, que muchas veces están escondidos, dormidos, guardaditos en una cueva. Y lo que hago es rebuscarlos, conectando a la persona con momentos de su vida en los que se ha sentido en su máximo potencial, sintiendo que todo es posible, importante y especial. No es real que no podamos cambiar. Todos tenemos un momento en la vida en el que hemos superado algo muy importante.
¿Qué consejo les darías a todas aquellas personas que sienten que no son merecedoras de lo bueno que les ocurre para que puedan empezar a reconocerse como dignas de recibir?
Hay una frase de Walt Disney que me gusta mucho: “Si lo puedes soñar, lo puedes crear.” En lugar de decir “no”, tenemos que empezar a preguntarnos “¿y por qué no?”, cada vez que sintamos que la vida nos muestra algo. Cuando comienzas a decir “¿y por qué no?” ante todo lo que la vida te presenta, abres un campo de posibilidades infinito que ni siquiera tu mente alcanza a imaginar.


