No hace falta vivir al lado de una fábrica para que tu cuerpo acumule tóxicos. Basta con que te pongas crema, calientes agua en una sartén antiadherente o enciendas el móvil antes de dormir. Así lo explica Fani García, bioquímica especializada en salud digestiva, en un vídeo publicado en su perfil de Instagram (@digestiones_emocionales).
“Cinco cosas que usas cada día en tu casa y sabotean tu salud digestiva sin que te des cuenta”, empieza diciendo la experta, antes de enumerar —una a una— las amenazas invisibles que se esconden en las rutinas cotidianas. No se trata de alarmar, sino de observar con lupa lo que damos por sentado: que todo lo que no ingerimos, no influye. Error.
Tóxicos invisibles en tu día a día
Plásticos, cosmética industrial y luz azul nocturna, entre los enemigos más habituales de una digestión saludable
1. Las sartenes con antiadherente
Parece práctico, per es una trampa. Según Fani García, este tipo de revestimientos liberan al calentarse compuestos tóxicos “que alteran la microbiota y generan inflamación hormonal”. Su propuesta es clara: priorizar materiales más neutros como el acero inoxidable, el vidrio o el hierro mineral. Puede que requieran más mimo al cocinar, pero a largo plazo, tu intestino lo agradecerá.
2. Cosmética con disruptores endocrinos
Cremas, maquillajes o desodorantes con parabenos, ftalatos y otros compuestos similares no solo afectan a la piel. “Si tus hormonas se desajustan, tu digestión también”, advierte García. Y va más allá: “Lo que te pones en la piel también llega a tu intestino”. La recomendación es sencilla: optar por cosmética 100 % natural. Tu aparato digestivo, aunque no lo veas, participa en todo esto.
3. Botellas de plástico
Ni prácticas ni inofensivas. El calor, la luz o simplemente el paso del tiempo provocan que las botellas de plástico liberen microplásticos y xenoestrógenos, que afectan directamente a la salud intestinal. “Interfiere con tu metabolismo y daña la barrera intestinal”, afirma la bioquímica. Su consejo: utilizar sistemas de filtrado de agua, y una vez hecho esto, remineralizarla y estructurarla.
4. Luz azul por la noche
No es solo una cuestión de descanso visual. Exponerse a pantallas, móviles y luces frías después del atardecer puede alterar los ritmos circadianos, lo que a su vez impacta sobre el descanso y la digestión. “Se altera la melatonina, y con ello, la reparación intestinal”, detalla García. La alternativa, aunque parezca sacada de una película de ciencia ficción, es real y efectiva: priorizar luz roja o cálida por la noche.
5. Ambientadores artificiales y velas con parafina
La escena parece idílica: casa limpia, velas encendidas, olor a “limón alpino”. Pero según Fani, detrás de esa fragancia se esconde una lista de sustancias tóxicas como el benceno o el formaldehído. “Aumentan la carga tóxica del cuerpo y sobrecargan el hígado”, dice. ¿Y qué ocurre cuando el hígado está sobrepasado? Exacto: la digestión lo paga. Para evitarlo, sugiere usar difusores con aceites esenciales naturales.
No se trata de vivir con miedo ni de tirar todo a la basura. Pero sí de ser más conscientes. La digestión no empieza cuando comes, sino cuando vives. Y cada objeto que toca tu cuerpo —o incluso que flota en tu ambiente— puede estar dialogando, en silencio, con tu intestino.
Porque sí: lo que no ves, también se digiere.