Los celos no son un capricho. Tampoco un rasgo de personalidad. Según la psicóloga Begoña del Campo, lo que muchas personas viven como un problema de pareja tiene en realidad raíces mucho más profundas. En uno de sus últimos vídeos en TikTok (@begomentalreset) lanza un mensaje contundente: “Los celos no nacen en la relación, nacen mucho antes”.
Una herida que viene de lejos
Los celos, según la psicóloga, no tienen tanto que ver con la pareja como con experiencias emocionales no resueltas
¿De dónde vienen los celos? La psicóloga lo deja claro: “Nace cuando un niño no se siente elegido, ni visto ni seguro”, afirma en su vídeo. Una experiencia aparentemente pasada, pero que sigue condicionando la vida emocional de ese adulto que teme perder lo que ama. “Ese niño sigue dentro temiendo que el amor se escape en cualquier momento”, explica.
Es entonces cuando, incluso sabiendo que no hay motivos reales para dudar de la pareja, se activa un miedo irracional, un mecanismo defensivo: “Reaccionas así, aunque sepas que no tiene sentido”.
Del Campo no busca culpables. Todo lo contrario. Su discurso no señala ni etiqueta, sino que abre una puerta a la comprensión y a la autocompasión. “El problema no eres tú, es la herida que nunca nadie te ayudó a entender”, concluye.
El problema no eres tú, es la herida que nunca nadie te ayudó a entender”
La psicóloga defiende que detrás de muchas conductas celotípicas se esconde un vínculo afectivo inseguro, generado en la infancia, cuando no se satisfacen adecuadamente las necesidades emocionales básicas. La falta de validación, la ausencia de seguridad o el sentimiento de no ser suficiente pueden instalar en el subconsciente una herida que, años después, se reactiva ante cualquier situación de amenaza —real o imaginada— en la vida adulta.
Y aunque los celos suelen estallar en contextos románticos, el origen está en una historia anterior. Una historia que no fue contada. O que nadie supo escuchar.
El enfoque de Begoña del Campo es claro: no se trata de reprimir, negar ni controlar los celos con fuerza de voluntad. El primer paso es mirar hacia adentro, identificar ese dolor primario y darle espacio para ser escuchado. Solo así —sugiere la terapeuta— se puede sanar. No desde el reproche, sino desde la comprensión.
“No es tu culpa. Es esa herida a la que nadie prestó atención”, insiste.