La familia es el primer entorno donde se aprenden valores, se desarrollan emociones y se establecen vínculos afectivos. Por ello, su impacto en la vida de una persona es mayúsculo.
Mientras que muchos niños, gracias a tener un ambiente familiar saludable y afectuoso, desarrollan una autoestima positiva y seguridad emocional, aquellos que viven en familias desestructuradas y hogares sin muestras de afecto ni atención sufren traumas y carencias que los acompañarán durante su vida adulta.
Apoyo familiar.
La psicóloga Paloma Rey, especializada en terapia individual y de parejas, compartió hace dos semanas una publicación en su cuenta de Instagram en la que abordó una cuestión que afecta a millones de personas en todo el mundo: sentirse o haberse sentido invisible en la familia.
''Esa sensación de no ser visto o validado puede doler más que cualquier grito. Porque uno espera que su familia sea ese lugar seguro… y cuando no lo es, se tambalean muchas cosas por dentro. No estás exagerando. Y no estás solo. Ese malestar que arrastras desde hace años tiene un nombre, una historia… y también un camino para empezar a sanar'', explicó la profesional de la salud mental en el post de la plataforma de color rosa.
Tras explicar que es fundamental validar las emociones propias y no juzgarse por acumular ese sufrimiento desde la infancia, la experta recomendó a quienes necesiten establecer límites, sanar heridas familiares y aprender a posicionarse con más fuerza que pidan ayuda profesional y acudan a terapia.
La infancia y la adolescencia, etapas clave
La psicóloga Júlia Martí habló en una entrevista reciente para Guyana Guardian sobre estas primeras etapas vitales: ''Las experiencias vividas en la infancia y la adolescencia marcan mucho más de lo que solemos pensar. Lo vemos continuamente en terapia: hay situaciones que dejan huella, como el hecho de no haber recibido la atención necesaria por parte de nuestros padres, haber sido juzgados o criticados por ser quienes somos o haber vivido situaciones injustas''.
Según la terapeuta especializada en autoexigencia, estos episodios forman las heridas de la infancia: ''Influyen profundamente en cómo nos desarrollamos como adultos. Pero también es fundamental atender a lo que tendría que haber ocurrido y no ocurrió. A veces, el impacto no está solo en lo que pasó, sino en lo que faltó. Por ejemplo, crecer en un hogar donde el afecto emocional estaba ausente puede generar vacíos que, en la vida adulta, se traducen en dificultades para conectar o expresar emociones''.
