Desde su consulta y experiencia con familias, Daniel Fernández ha identificado cinco actividades que, según afirma, “transforman el desarrollo” de los niños. Lejos de recomendar tecnología o talleres estructurados, el pediatra apuesta por experiencias simples, accesibles y profundamente significativas: “Los niños no necesitan pantallas en verano. Necesitan barro, insectos y cocina al aire libre”.
El verano no es para entretener, es para crecer
Una infancia que no se toca con los dedos, se hunde
Fernández comienza su lista con cocinar al aire libre, una actividad que, más allá del juego, potencia la motricidad fina, refuerza el seguimiento de instrucciones y puede incluso disminuir la ansiedad por determinadas texturas. “Es una experiencia multisensorial que fomenta la autonomía y el vínculo con los adultos”, explica.
La recolección de insectos ocupa el segundo lugar. Aunque pueda parecer algo anecdótico, Fernández insiste en que esta práctica estimula la curiosidad científica, mejora la concentración y reduce miedos irracionales. “Observar, clasificar y tocar lo desconocido ayuda a que los niños pierdan el miedo al entorno y se sientan parte de él”, señala.
La tercera propuesta del pediatra es crear un jardín sensorial, un espacio donde los niños interactúan con diferentes texturas, olores y colores. Esta actividad favorece la integración sensorial, enseña responsabilidad y fomenta la paciencia. “No hay mejor forma de conectarse con la naturaleza que cuidándola”, defiende.
La cuarta actividad, jugar con barro, es una de las más defendidas por Fernández: “Sí, barro. Mejora el sistema inmune, reduce el riesgo de alergias a futuro y funciona mejor que cualquier terapia antiestrés”. Además, añade que esta actividad suele ser profundamente liberadora para niños que viven sobreestimulados en entornos urbanos.
Por último, propone la construcción con elementos naturales como hojas, piedras o palos. Lejos de ser solo un entretenimiento, este juego favorece la resolución de problemas, estimula el pensamiento lógico y despierta una creatividad “sin límites”. “Están creando sistemas, estructuras, soluciones. No juegan sin más: están desarrollando su capacidad de pensamiento”, subraya.
Daniel Fernández concluye su reflexión con una advertencia: “El verano no es para estar en las pantallas, es para construir cerebros sanos”. Y es que, según el pediatra, no solo se trata de entretener a los más pequeños, sino de ofrecerles las condiciones necesarias para desarrollarse de forma integral: con presencia, libertad y juego real.