El bienestar físico y emocional es uno de nuestros principales objetivos vitales. Tal y como ocurre con el cuerpo, el cerebro sufre las consecuencias del día, cada uno distinto del anterior. Tan pronto como nos despistamos, podemos sentir dolor, agotamiento, pulsaciones, ansiedad, nervios y muchas más afectaciones. El cuerpo debe estar limpio por dentro y por fuera, pero la mente también merece una atención especial.
En este sentido, una de las grandes preguntas que surgen es: ¿qué necesita nuestro cerebro para funcionar al máximo nivel de sus capacidades? Una duda que ha intentado resolver Álvaro Pascual-Leone, catedrático de neurología en la Harvard Medical School y director del Guttmann Brain Health Institute, durante una intervención en las conferencias Aprendemos Juntos 2030, de BBVA. El conferenciante listó las claves para tener un encéfalo sano.
“Un cerebro sano es un cerebro que es plástico, es un cerebro que tiene resiliencia, capacidad de sobrellevar imprevistos, que funciona de forma óptima, que procesa la información de forma eficaz. Y para eso necesitamos: dormir adecuadamente, seguir aprendiendo a aprender, no seguir haciendo lo que ya sabemos hacer, o sea, retos nuevos. Necesitamos ser físicamente activos, mucho más de lo que normalmente somos”, comentaba.
“Necesitamos descansar en el momento adecuado, meditar, desconectar. Pero necesitamos, sobre todo, mantenernos conectados unos con otros, no sentirnos solos. Y necesitamos tener un propósito vital bien definido. Esa vivencia de conexión y ese propósito vital no solo en sí mismos son pilares, sino que son los vehículos a través de los cuales todos los otros pilares funcionan”, añadía. De igual forma, también cuestionaba por qué tenemos este tipo de cerebro.
Mapa distinto
“Os habéis preguntado alguna vez, ¿por qué tenemos un cerebro? Dices: para movernos. Bueno, pero los pulpos se mueven de forma mucho más sofisticada que nosotros y no tienen cerebro. Tienen un sistema nervioso con un montón de neuronas, tantas como nosotros tenemos, pero distribuidas por todos los tentáculos. O sea, no necesitas un cerebro para moverte. No necesitas un cerebro para captar el mundo ambiente. No necesitas un cerebro para ver o para oír”, razonaba.
“¿Para qué tenemos un cerebro? Yo creo que tenemos un cerebro para conectar con los otros. El sentido del desarrollo del sistema nervioso como cerebro es para estar conectados con aquellos que te rodean, para empatizar, para resonar, para hacer cuerpo lo que vives y ves en los otros. Y si eso es así, el gran riesgo para la función del cerebro es no sentir esa conexión. Si me siento solo, esté rodeado por todos vosotros o no, la vivencia de solitud rompe con la misión de mi cerebro”, insistía.


