Cuando un niño o una niña pega, el entorno tiende a reaccionar con alarma o incluso con culpa. Pero la socióloga Samantha Álvarez, especialista en desarrollo infantil y divulgadora de crianza real, desmonta en uno de sus vídeos una de las ideas más arraigadas sobre la infancia: “Si tu hijo o tu hija pega, ¿significa que es malo o mala? No”.
Lejos de etiquetar la conducta como maldad, la experta recuerda que ese tipo de reacciones no son más que una forma inmadura de expresar emociones que aún no saben verbalizar. “¿Está expresando algo que no sabe cómo decir de otra forma? Sí”, insiste, dejando claro que el problema no es el sentimiento en sí, sino la forma en que lo gestionan.
El límite no es castigo
Poner límites firmes sin recurrir a gritos o amenazas es posible y necesario
El vídeo, publicado en su cuenta de Instagram (@samanthacrianza), plantea una serie de preguntas y respuestas claras que invitan a la reflexión desde la comprensión. La violencia no debe ignorarse, pero tampoco reprimirse con violencia. “¿Debes dejarlo pasar sin intervenir? No. ¿Necesita límites firmes y claros? Sí. ¿Estos límites pueden darse sin gritos ni castigos? Sí”.
Para Álvarez, validar lo que el niño siente no es lo mismo que justificar lo que hace. “¿Validar lo que siente implica justificar todo lo que hace? No”, advierte. De ahí la importancia de una intervención firme, serena y constante, en la que el adulto ponga un marco claro sin recurrir al castigo ni a la humillación.
Pegar no es admisible, pero tampoco lo es responder al golpe con otro, ya sea físico o emocional. El enfoque, según la especialista, pasa por acompañar desde la regulación. “¿Puedes acompañar su enfado sin permitir que haga daño? Sí. ¿Tiene derecho a sentir rabia o frustración? Sí. ¿Tiene derecho a hacer daño cuando se siente así? No”.
Validar lo que siente no significa justificar todo lo que hace”
En este proceso, el rol del adulto es clave. Su capacidad para mantenerse tranquilo actúa como modelo regulador. “¿Tu calma puede ayudarle a regularse? Sí”, recuerda Álvarez. Y añade un punto esencial: “¿Su cerebro ya tiene capacidad plena para autorregularse solo? No”.
La experta insiste en que, incluso cuando el adulto pierde la paciencia, no está todo perdido. “¿Y si un día pierdes la paciencia, lo arruinarás todo? No. ¿Pedir perdón y reparar también educa? Sí”, afirma, humanizando también la figura del padre, madre o educador.
La crianza respetuosa no significa permisividad, sino acompañamiento consciente. “¿Cuidar sus emociones implica cuidar las tuyas? Sí”. Así cierra su vídeo, con un recordatorio que trasciende la teoría para instalarse en la cotidianidad: educar también es aprender a gestionarse uno mismo mientras se guía al otro.

