“Un límite no significa rechazo, significa autocuidado”, resume Irene en un vídeo compartido en su cuenta de Instagram (@irenepsicofamilia). En él, ofrece tres claves para establecer límites de forma firme pero amable, sin sentir que con ello estamos dañando la relación con la otra persona.
El mito del “no” como rechazo
Poner límites no implica desamor, sino reconocer lo que una ya no puede sostener
La primera es cambiar la idea de que poner un límite nos convierte en personas frías o egoístas. Al contrario: “Estamos diciendo ‘te escucho, pero esto no lo puedo sostener’”. Se trata de reconocer nuestras capacidades y necesidades sin dejarnos arrastrar por el deseo de agradar o por el miedo a la reacción del otro.
La segunda clave es la reformulación. Irene propone practicar frases como “así no puedo, pero es posible si lo hacemos de esta otra manera”, lo que permite mantener la firmeza sin renunciar a la amabilidad. Según la orientadora, es posible cuidar del vínculo sin dejar de cuidar de una misma.
La tercera es una pregunta que, en muchas ocasiones, no se formula lo suficiente: “Si accedo, ¿me estoy abandonando?” Cuando la respuesta es sí, añade, es necesario revisar ese “sí”, porque puede que no esté saliendo del consentimiento auténtico, sino del miedo, la culpa o el automatismo aprendido.
“Con la maternidad esto se vuelve mucho más necesario”, subraya. Muchas mujeres sienten que deben justificar cada decisión que toman sobre su crianza o sus tiempos, cuando en realidad, dice, “nadie mejor que tú puede decidir por ti y por tus hijos”. En ese sentido, Irene recuerda que poner límites es parte de cualquier relación sana, y que, aunque no siempre sean comprendidos por los demás, deberían ser respetados. “Decir que no también es cuidarte”, concluye.
Un mensaje breve, pero con peso. Uno que muchas mujeres —madres o no— necesitan empezar a integrar sin culpa.