No siempre es fácil identificar cuándo una relación deja de ser un espacio de crecimiento y conexión para convertirse en una fuente constante de desgaste emocional. La especialista en relaciones Inés Mañosa lo expresa con claridad en uno de sus vídeos al afirmar: “Cuando estás con alguien que no es para ti, acabas odiando en lo que te conviertes”.
Una transformación que duele
La verdadera pregunta: ¿Quién eres cuando estás con esa persona?
Según Mañosa, permanecer en una relación no correspondida o emocionalmente tóxica genera una transformación interna que puede pasar desapercibida al principio, pero que deja huellas profundas con el tiempo. “Te conviertes en un saco de inseguridades, de quejas, de angustias y de dudas. Vives entre lo dulce y lo amargo, entre el amor y el resentimiento, y poco a poco ya no sabes ni quién eres”, describe la experta.
Esta pérdida de identidad no es un rasgo permanente, sino una señal de que la relación está distorsionando el equilibrio emocional y la autoestima de quien la vive. “En el fondo, tú no eres así, solo estás cansado de pedir una y otra vez lo que esa persona no sabe darte, o no quiere darte”, aclara Mañosa.
Uno de los conceptos clave que plantea la experta es el del “modo alerta”, un estado emocional en el que la persona se siente constantemente amenazada por la posibilidad de perder la relación, de no estar a la altura o de tener que esforzarse para mantener un vínculo que no fluye de forma natural.
“El amor sano no te pone en modo alerta, no te hace sentir que todo puede acabar en cualquier momento, ni te obliga a suplicar para que funcione”, advierte Mañosa. En su enfoque, una relación equilibrada debe ofrecer seguridad emocional, validación y espacio para ser uno mismo sin miedo ni desgaste constante.
Más allá de lo que nos atrae de alguien, Mañosa invita a reformular la pregunta esencial que guía nuestras relaciones: “¿Qué te gusta de ti cuando estás cerca de esa persona?”.
Este cambio de perspectiva pone el foco en cómo nos sentimos con nosotros mismos dentro del vínculo, y no solo en los aspectos externos o ideales proyectados sobre la otra persona. “No basta con lo que te gusta de alguien”, insiste, porque una relación saludable también se mide por el reflejo de nosotros mismos que emerge en ella.