El bienestar físico y emocional es uno de nuestros principales objetivos vitales. Tal y como ocurre con el cuerpo, el cerebro sufre las consecuencias del día, cada uno distinto del anterior. Tan pronto como nos despistamos, podemos sentir dolor, agotamiento, pulsaciones, ansiedad, nervios y muchas más afectaciones. El cuerpo debe estar limpio por dentro y por fuera, pero la mente también merece una atención especial.
Estos comportamientos se acaban trasladando a nuestra rutina diaria de distintas formas, pero pueden llegar incluso a replicarse frente a una cámara. Sobre esta cuestión se pronunciaba el cineasta colombiano Víctor Gaviria, director de películas como La vendedora de rosas, La mujer del animal, Rodrigo D. No futuro y Como el cielo después de llover. Durante una intervención en Aprendemos Juntos 2030, comparó la improvisación humana en la vida real y el cine.
“Yo les pido a los actores de mis películas que improvisen, ¿cierto? Lo hago porque sé que ellos tienen unas experiencias grandes, ¿cierto? Unas experiencias vividas del universo al que ellos pertenecen y que es el universo de la película. Entonces yo sé que cuando improvisan... de alguna manera están sacando elementos nuevos de esa memoria”, exponía, trazando las líneas que asemejan a un actor con una persona que está atravesando dificultades.
“Esa experiencia de improvisación es muy semejante a la improvisación que tenemos en la vida, cuando actuamos en la vida, y que tiene, digámoslo, ese elemento adicional de emoción. Como realizadores de estas películas, todo el tiempo estamos incondicionalmente apostando por ellos y que somos un lugar de reconocimiento que cualquiera sea la alteridad y la cristalización de su vida, que ha llegado a una conducta, no importa cualquiera sea esa conducta”, insistía.

Mónica (Lady Tabares), la protagonista de 'La vendedora de rosas'
Paralelismos
“Nosotros la aceptamos como un logro y es porque las películas nunca estigmatizan a nadie, nunca están diciendo esta persona se comporta mal, esta persona es antisocial, no, está. ¿Y por qué? Porque estamos permitiendo que se exprese esos momentos plenos de alegría que ellos tienen a pesar de no tener las causas de esa alegría. Es como unas alegrías que vienen y que irrumpen sin causa. Y me parece que ese elemento de tener alegría sin causa me parece tan importante”, concluía.
Sobre el apartado creativo también se pronunció la escritora Isabel Allende: “Entonces, el realismo mágico que aparece en la literatura latinoamericana en los años 60, 80, muy fuerte, no es un truco literario. Yo creo que es una manera de entender el mundo en que vivimos, especialmente en América Latina. Fíjate que en Venezuela yo coleccionaba recortes de prensa de las cosas locas que pasaban. Escribí Eva Luna con los recortes de prensa. Son anécdotas que salían en los periódicos”.