¿Quién no ha escuchado alguna vez que septiembre es el verdadero año nuevo? Para muchas personas, el día 1 de este mes marca el inicio de una nueva etapa en la que aparecen oportunidades, surgen retos y llega el momento de establecer rutinas que rijan el día a día. Después de las vacaciones, toca decir adiós a las chanclas y al bañador para volver a la rutina.
Por lo general, septiembre viene con la agenda cargada: los niños regresan al colegio, se acumulan los correos, empiezan las reuniones, la vuelta al gimnasio… y, a todo esto, se suma con frecuencia el deseo de hacer dieta “para recuperar” lo que se ha “perdido en verano”. Y suele ser así: tras las vacaciones llega el típico “en septiembre vuelvo a la dieta”. Entre los muchos aspectos que se buscan controlar, el peso suele ser uno de los principales.
“A muchas mujeres ese ‘volver a empezar’ les activa el chip del control absoluto: plan de comidas perfecto, cero caprichos, disciplina férrea. El problema es que cuanto más control buscan, más cerca están de perderlo… y de acabar en un atracón”, explica la psicóloga Ana Morales. La experta, Psicóloga General Sanitaria especializada en obesidad, atracones y bulimia, habla de la importancia de retomar la rutina sin caer en la trampa del exceso de control.

Hombre agobiado por la comida
Según Morales, este mes es agitado y toca decir adiós al chiringuito y hola al despertador. Llegan las prisas, se pasa de las siestas en el pueblo al tráfico de la ciudad y el regreso a la rutina se vive como una auténtica “vuelta a empezar”.
La psicóloga señala que durante este mes aumentan los atracones: “El control lleva al descontrol. Cuanto más te aprietas el cinturón con la comida, más fuerte acaba reventando la cremallera del atracón”. Esto ocurre porque en verano solemos comer con más flexibilidad, darnos permisos y vivir con menos presión.
De modo que muchas personas regresan con la idea de compensar: dietas estrictas, prohibiciones, planes detox y rutinas rígidas que prometen recuperar la “disciplina”. En el momento en que el cuerpo percibe la restricción, lo interpreta como una amenaza.
“Tu cuerpo entiende de hambre. Y cuando pasas hambre, la factura llega en forma de atracón. No es que seas débil, es que tu organismo no entiende de quitarnos esos kilitos de más ganados con la cervecita, el helado o la paella”, apunta Morales.

Mujer agobiada por la comida
La evidencia psicológica lo respalda: los atracones no son un problema de gula ni de falta de autocontrol, sino la consecuencia directa de los ciclos de restricción, hambre y ansiedad.
Mentiras populares sobre los atracones:
- No son falta de fuerza de voluntad: es un mecanismo de supervivencia del cuerpo cuando se siente privado.
- No se solucionan con más control: cuantas más prohibiciones impongas, más grande será el descontrol posterior.
- No son exclusivos de adolescentes: miles de mujeres adultas, con familias y carreras, conviven en silencio con episodios de atracones.
- No desaparecen con “comer sano”: el origen no es nutricional, sino emocional.
- No es lo mismo que comer mucho un día: un atracón implica pérdida de control y un gran malestar psicológico.
- No afecta solo a personas con sobrepeso: puede darse en cualquier cuerpo, también en mujeres delgadas.
- No es un problema menor: puede tener consecuencias tan graves como la anorexia o la bulimia.
- No basta con hacer dieta: la restricción y la culpa alimentan más atracones.
- No se evita vaciando la nevera: el problema no está en los alimentos, sino en la relación con ellos.
La solución a esta tendencia: comer sin miedo para encontrar la salida
La propuesta de Morales se basa en cambiar el foco: dejar de lado el control y ser más comprensivas con nuestras emociones y con nuestro cuerpo. “Un atracón se evita comiendo: respetando las señales de hambre, normalizando todos los alimentos y dejando de convertir la nevera en el enemigo. No se trata de comer perfecto, sino de comer suficiente y sin miedo. Ni los donuts van al infierno, ni las zanahorias al cielo.”
Además, aprender a identificar el papel de las emociones es clave. “La vida se te hace bola y lo pagas con la comida. Mucha gente cree que ataca la nevera porque tiene hambre, cuando en realidad lo que busca es calma.”
La experta subraya que entender qué nos lleva a recurrir a la comida para tranquilizarnos es el primer paso para romper el ciclo. Y si no podemos hacerlo solas, pedir ayuda a un especialista puede ser la vía para aprender otras formas de regularnos, sin culpa ni atracones.