A veces parece que los adolescentes van a contracorriente por gusto. Pero lo que muchos ven como simple rebeldía es en realidad una etapa en la que el cerebro está cambiando a toda velocidad, intentando adaptarse a una nueva forma de ver el mundo. No es contradicción o falta de interés, sino una mente que explora nuevas formas de pensar, de sentir y de relacionarse. Y en ese proceso, más que consejos no solicitados, lo que verdaderamente necesitan los adolescentes es cercanía, compresión y adultos que sepan escuchar.
David Bueno, biólogo y experto en neurociencia, lo explica con claridad: acompañar a un adolescente empieza mucho antes de que lo se piensa. Un vínculo desde la infancia es lo que permitirá sostener y sobrellevar los altibajos de esa etapa tan llena de energía. No se trata de corregir constantemente, sino de estar presentes, tener equilibrio y ser un ejemplo, pero siempre coherente.

Adolescente
“El truco para poder aceptar la rebeldía y poder acompañar a los hijos de mejor manera en esa etapa empieza en la infancia, generando un buen vínculo con ellos. Si tenemos un buen vínculo, un vínculo de confianza, cualquier situación posterior va a ser mucho más llevadera. Es no imponer nuestra visión, sino escuchar la suya”, explica el biólogo en una charla junto a Núria Coll, para su pódcast Como Soy.
Acompañar no significa estar todo el día dando lecciones. Como dice David Bueno, dar consejos cuando no te los han pedido no suele ayudar. “Se ha visto que dar un consejo, cuando no te lo piden, aumenta la autoestima de quien da el consejo, a costa de disminuir la autoestima de quien lo recibe”. Y eso, cuando se trata de hijos e hijas, puede ser especialmente dañino.
En lugar de lanzar soluciones automáticas o frases hechas, es mucho más útil escuchar de verdad, validar lo que sienten y dejar que ellos mismos saquen sus conclusiones. “Jamás debemos disminuir su autoestima, advierte, al contrario, debemos potenciarla”. Porque al final, ellos están en una etapa donde todo cambia muy rápido, y tener al lado a alguien que confía en ellos, en lugar de a una persona que les corrige todo el rato, puede marcar la diferencia.
Además, como explica el biólogo, la adolescencia es una etapa que consume muchísima energía, tanto física como mental. “Ahora comemos mejor que nunca en toda la historia de la humanidad, al menos a nivel energético. Este umbral mínimo lo alcanzamos un poco antes y la pubertad empieza antes”, apunta. Esto significa que la adolescencia se ha adelantado en el tiempo, pero no tiene por qué haber madurado más.
“El mensaje es: la adolescencia empieza con un cerebro más inmaduro ahora que antes, lo que implica que les cuesta más comprender qué les está pasando y gestionar estos cambios. Nos necesitan más cerca que nunca”. Normalmente, estos adolescentes suelen estar cansados, confundidos y buscando referentes.

Adolescente junto a su madre
Por tanto, para él hay tres tips muy claros a la hora de tratar y estar presentes durante esta etapa. El primero es que los padres les apoyen emocionalmente, estar ahí de forma constante y honesta. “Pero nunca sobreprotegerles, ni que se sientan abandonados, ni que se sientan sobreprotegidos. Ambos extremos son igualmente tóxicos para la construcción de un cerebro sano”, advierte. El equilibrio está en ofrecer ayuda y escucha, pero sin invadir, sostener sin asfixiar. Además, no se trata de evitar las dificultades, sino de que sientan que pueden enfrentarlas sabiendo que no están solos.
El segundo consejo es sencillo, pero no siempre fácil: darles un buen ejemplo. “Nos van a terminar imitando”, dice Bueno, y esa es una gran responsabilidad para los adultos. No basta con decirles cómo deberían comportarse, lo que les influye es lo que ven cada día en casa, en las pequeñas actitudes, en cómo gestionan sus referentes las emociones y decisiones.
Y el tercer punto es mantenerles estimulados, sin caer en la sobreestimulación. Se trata de cuidar su curiosidad, de mantener viva su motivación, porque “ser adolescente cansa mucho”, recuerda. El esfuerzo por adaptarse, por encajar, por entenderse y por entender el mundo puede llevarles al agotamiento y a la desmotivación.