Aislarse cuando la vida se hace cuesta arriba puede parecer una forma de autoprotección. Retirarse de los demás, cancelar planes y dejar de responder mensajes da la ilusión de calma y control, pero en realidad se convierte en un mecanismo que a la larga resulta dañino. Nicolás Salcedo, psicólogo especializado en bienestar emocional, advierte de que este patrón de conducta, tan habitual en personas que se sienten desbordadas, termina por convertirse en una trampa peligrosa que afecta a todos los ámbitos de la vida.
El problema, según señala, es que el aislamiento no es interpretado como una necesidad de descanso o de recuperación, sino como desinterés. Cuando alguien desaparece durante días o semanas y evita el contacto, familiares y amigos piensan que ya no les importa nada. Lo paradójico es que, como explica Salcedo, ocurre justo lo contrario. Estas personas desean conectar y recibir apoyo, pero les domina el miedo a ser una carga. “Están desesperados por conectar y porque alguien les ayude, pero no quieren ser una carga para los demás”, insiste. Ese miedo a decepcionar y a herir a quienes les rodean provoca que se aparten aún más, generando dolor tanto en sí mismos como en los demás.
A algunas personas les cuesta mucho pedir ayuda, sin importar lo complejo de la situación en la que se encuentren.
El psicólogo describe este fenómeno como un círculo vicioso que nunca se resuelve por sí solo. Al no hablar de lo que sienten ni permitirse procesar sus emociones, estas personas caen en la represión emocional y en la disociación. La mente se anestesia para no sufrir, pero al hacerlo también impide que se resuelva el conflicto interno. “Reprimen sus emociones y solo esperan a que todo acabe, sin saber que están posponiendo lo inevitable”, explica Salcedo. La espera, lejos de ser un bálsamo, se convierte en una prolongación del malestar que erosiona la salud mental y mina los vínculos personales.
Otro de los puntos clave de su mensaje es la idea de que nadie puede con todo por sí mismo. La sociedad ha transmitido durante años la creencia de que ser fuerte significa soportar en silencio y salir adelante sin ayuda. Salcedo rebate con firmeza esa noción. “Lo siento mucho, pero no puedes con todo solo, aunque te hayan hecho creer que sí. Eventualmente vas a colapsar y necesitas de alguien a tu lado”, asegura. La carga emocional, sostiene, no desaparece simplemente ignorándola, y cuanto más tiempo se prolongue el aislamiento, más difícil será salir de él.
La alternativa pasa por recuperar la conexión con los demás, incluso si al principio resulta incómodo o desafiante. Salcedo recuerda que los seres humanos necesitamos sentirnos acompañados, escuchados y validados en nuestras emociones. Esa necesidad no es una señal de debilidad, sino una condición propia de nuestra naturaleza social. Dar pequeños pasos en esa dirección puede marcar la diferencia entre permanecer atrapados en la soledad o iniciar un camino de recuperación emocional.
El mensaje de Salcedo funciona como un recordatorio sobre la importancia de hablar de salud mental de forma abierta y sin estigmas. Reconocer que no podemos con todo no significa ser débiles, sino humanos. Y, como concluye el psicólogo, pedir ayuda no debería verse como un fracaso, sino como un paso esencial para recuperar el equilibrio y proteger el bienestar.



