María Jesús Álava Reyes, psicóloga: “La gente no se siente muy feliz en la madurez actualmente, por sus expectativas no cumplidas, separaciones y divorcios; a partir de los 55 años, se entra en la máxima felicidad”

Longevity

Los séniors van a consulta menos que otras franjas de edad, pero “lo hacen con las ideas muy claras y sobre todo a raíz de la jubilación, cuando tienen que convivir las 24 horas con sus parejas y surgen dificultades importantes”, según Álava Reyes

 Para la psicóloga es fundamental mantener la actividad mental, social y física y ser dueños de nuestro tiempo

María Jesús Álava Reyes, psicóloga

María Jesús Álava Reyes, psicóloga. 

Cedida

La salud mental ha pasado de ser (casi) un tabú a estar en boca de todos, desde los políticos hasta los patios de los colegios, y la pandemia de COVID ha sido el catalizador del cambio. Pero no todas las voces hablan con la misma autoridad, y la de María Jesús Álava Reyes (Madrid, 1954) es una de las más reconocidas. Sus más de 40 años dedicada a la psicología desde todos los ángulos (docencia, investigación, clínica y empresa) avalan sus opiniones y afirmaciones. 

Una de las más sorprendentes es la de que la etapa más feliz no es la década de los 40 años, sino pasados los 60, una edad a partir de la cual queda mucho por aportar a la sociedad y al mundo laboral, y en la que hay que huir de quedar reducidos al papel de abuelos. Autora de 14 libros, el más reciente, Que nadie manipule tus emociones (La Esfera de los Libros), se puede considerar el resumen de lo aprendido en su trayectoria profesional y una llamada de atención para no caer en la ingenuidad y dejarnos engañar por los manipuladores. 

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A sus 71 años continúa trabajando -dando clases, investigando y supervisando el grupo de más de 150 profesionales que trabajan en el Centro de Psicología Álava Reyes y el Instituto de Bienestar Psicológico y Social, aunque “no más de 12 horas diarias como antes”, y la jubilación, de momento, no está en sus planes, pero sí contempla “acompasar el ritmo de trabajo con las limitaciones físicas e intelectuales”. Su gran consejo es no abandonar la actividad social y mental y reservar tiempo para uno mismo. “La persona que no se deja tiempo para sí misma en cualquier etapa de su vida pasa por ella sin vivirla”, insiste.

La persona que no se deja tiempo para sí misma en cualquier etapa de su vida pasa por ella sin vivirla

María Jesús ÁlavaPsicóloga

¿Cuáles son los factores claves de la psicología en cada etapa de la vida?

Los primeros 6 años son fundamentales; es cuando se forman los pilares de lo que va a ser nuestra personalidad en el futuro y también se desarrolla el 80% del acervo cultural de una persona. Cómo trabajemos esos primeros años marcará, en gran medida, el bienestar futuro. Con la adolescencia surge la necesidad de autoafirmarse y es necesario reconducir la impulsividad. De la juventud muchos dicen que es la etapa más maravillosa; sin embargo, hoy en día hemos fracasado en la educación de las nuevas generaciones, y jóvenes y adolescentes son los que más vienen a las consultas de los psicólogos y son los más insatisfechos. 

¿Por qué?

Piensan que no tienen futuro y creen que no están preparados para afrontar las dificultades de la vida. Hemos cometido el error de sustituir el esfuerzo por la sobreprotección, les hemos creado una invalidez y, realmente, la vida les resulta demasiado dura. La madurez es una etapa en la que actualmente la gente tampoco se siente muy feliz; es como si sus expectativas no se hubieran cumplido y muestran grandes carencias, hay separaciones y divorcios y a nivel profesional se producen grandes insatisfacciones.

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¿Qué viene después?

Curiosamente, a partir de los 55 a 60 años, se entra en la etapa de máxima felicidad -lo hemos comprobado en nuestro departamento de I+D - y se aprende a relativizar –es fundamental–. Se es muchísimo más flexible con quienes te rodean, se da al tiempo la importancia que tiene y, sobre todo, te das cuenta de que la mayoría de las discusiones y tensiones que hemos tenido son sufrimientos absolutamente inútiles. Es una etapa en la que la gente se da cuenta de que lo importante no es tanto lo que nos está pasando, sino como estamos afrontando la vida. Las personas aplican los conocimientos y la experiencia adquiridos y son capaces de compensar perfectamente las cosas que empiezan a disminuir con esa sabiduría que da los años muy bien vividos cuando los afrontas desde la positividad y el pragmatismo.

Eso a partir de los 60 años, pero a los 80 la percepción cambia.

Influye mucho los hábitos de vida que se tengan; los octogenarios que se mantienen activos en su día a día física y cognitivamente, que tienen interés por aprender, por ayudar a los que tienen a su alrededor, por aportar un poco de lo que la vida les ha dado, son personas que siguen viviendo muy bien y disfrutando (sobre todo ayudando a los demás). Es la etapa en la que muchos son abuelos y experimentan una gratificación enorme porque tienen algo de lo que habían carecido, que es el tiempo, para aplicarlo a sus seres más queridos. Cuando se pregunta a los adolescentes cuál es la peor experiencia que han tenido en su vida, dicen que la muerte de sus abuelos, porque son las personas que mejor les querían, que más les entendían, que más tiempo les daban y con más generosidad actuaban.

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¿Por qué sucede esto?

Cuando vuelcas todo lo que la vida te ha dado en poder ayudar a los demás y cuando eres capaz de mezclar esa sabiduría de los años con la fuerza de la adolescencia y la juventud, se produce una simbiosis maravillosa.

¿A su consulta acuden muchos mayores de 60 años?

A partir del COVID han aumentado muchísimo las consultas de jóvenes y adolescentes. Las personas de más de 60 años no vienen tanto, pero cuando consultan lo hacen con las ideas muy claras y sobre todo a raíz de la jubilación, cuando tienen que convivir las 24 horas con sus parejas y surgen dificultades importantes. Se han cometido grandes errores en relación con esta edad, sobre todo en el mundo laboral, donde a partir de los 58 a 60 años ha habido prejubilaciones masivas, se ha expulsado a esas personas del terreno laboral y se han sentido muy estigmatizadas.

¿Cuál sería uno de esos grandes errores?

Esa falta de reconocimiento y de atención en una etapa que es vital; incluso podríamos hablar de cierto rechazo de personas que a partir de los 55 años se les ve como mayores, que poco tienen que aportar a las otras generaciones. Son prejubilaciones en una etapa en la que, en contra de lo que se cree, el rendimiento intelectual está en las cotas más altas y, si embargo, hemos dejado a las organizaciones y a la sociedad vacías del conocimiento que da la experiencia. Eso es algo incuestionable, estamos actuando con base en principios erróneos que son contrarios a los análisis que se han realizado desde la psicología.

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El culto a la juventud se impone en la sociedad y el mundo laboral. ¿Tal vez sea porque los jóvenes son más manipulables que alguien que tiene ya las ideas muy formadas?

Se ha dado un culto excesivo a la juventud, y hay organizaciones que lo han pagado enormemente. En áreas claves, como el sector energético o la banca, hubo prejubilaciones masivas y pusieron al frente de puestos directivos a profesionales muy jóvenes. Cuando llegaron crisis importantes carecían de experiencia para afrontarlas y tuvieron que recurrir a profesionales retirados para que les ayudaran a salir de esa situación.

¿Qué papel juega la edad en el rendimiento profesional?

El conocimiento y la mayoría de las habilidades, excepto las que implican exigencias físicas, siguen evolucionando favorablemente con la edad; en el mundo de la empresa, en la mayoría de los aspectos relacionados con el rendimiento, los mayores de 60 años muestran comportamientos más beneficiosos para la organización (especialmente sobresale su actitud de compromiso y de implicación más allá de sus tareas o responsabilidades). Además, regulan mejor sus estados emocionales y tienen más inteligencia emocional, realizan el trabajo de forma más minuciosa, muestran menos agresividad, tienden a respetar los horarios y faltan menos al trabajo (los niveles de absentismo se han disparado entre los menores de 35 años).

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Pero también hay limitaciones asociadas a la edad.

¡Claro! Por ejemplo, en capacidades cognitivas relacionadas con la memoria de trabajo y la velocidad de procesamiento -esto explica el declive del rendimiento en procesos de formación y de entrenamiento, como es el aprendizaje de las nuevas tecnologías-, y en el rendimiento físico, cuando implica fuerza o velocidad o menos capacidad para recuperar tras la exposición a tareas ambientales o muy exigentes. Con una esperanza de vida cada vez mayor, las vidas laborales también tienden a ser cada vez más largas y la gestión del conocimiento sigue siendo una asignatura pendiente para muchas organizaciones. Nos falta asumir que puede ser una etapa maravillosa en la que las personas todavía pueden contribuir mucho.

Sin embargo, parece que la veteranía más que un grado es una lacra

Por eso las empresas deberían cuidar la gestión del conocimiento y favorecer una cultura que no desprecie a los trabajadores por el hecho de cumplir años, ni tampoco desprecie a los que son más jóvenes. Es decir, asumir la responsabilidad de ayudar a los trabajadores a seguir siendo competitivos, sea cual sea su edad y utilizar mucho más el mentoring inverso, es decir, no perder ningún ángulo de visión. Los mayores necesitan mantener vivo el interés por seguir aprendiendo, mantener la necesidad de no conformarse, no abdicar a la hora de dirigir el timón de sus vidas y luchar por conservar su agilidad mental y su capacidad para relacionarse.

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A menudo, de un día para otro, se cortan las relaciones de forma abrupta. ¿Cuáles serían las claves para gestionar esa nueva circunstancia?

Cuando te encuentras que, de repente, te dan una patada, lo importante es recomponernos de forma inmediata. Desde luego hay que sufrir el golpe y lo sentimos como una gran injusticia, pero, después de unos meses de desconexión, hay que preguntarse: ¿En qué etapa de mi vida estoy? ¿Qué edad tengo? ¿Hoy tengo menos conocimientos que ayer? ¿No me sirve nada lo que he aprendido en mi vida? Sí, entonces voy a ver cómo lo aplico. Nunca voy a ser más joven de lo que lo soy ahora, nunca voy a estar mejor que ahora y nunca voy a disponer de tanto tiempo para mí.

¿Cómo se puede resignificar el tiempo libre tras la jubilación?

Hay que cambiar la percepción; reconocer que se dispone de tiempo y como se utilice depende de nosotros. Hay que identificar lo que nos gustaría hacer y no lo hemos hecho por falta de tiempo. También analizar en qué se puede emplear toda la experiencia acumulada y a quién ayudar. Cuando estas personas forman parte de una ONG o de fundaciones donde pueden transmitir su experiencia, dedicando parte de su tiempo a devolver a la sociedad parte de lo aprendido y alcanzan un equilibrio, es fantástico.

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¿Qué impacto tiene la jubilación en la salud mental e intelectual?

Quienes se jubilan y dejan de hacer cualquier tipo de actividad intelectual, a los dos años experimentan un deterioro enorme, mientras que los que siguen manteniendo la actividad intelectual, prácticamente no notan el declive. Al contrario, cada vez utilizan más la sabiduría acumulada y van supliendo perfectamente la falta de energía física. Esta etapa, sin duda, puede ser maravillosa en la medida en que dispongas de más tiempo para uno mismo, pero también muchísima más experiencia para seguir aprendiendo.

Mucha gente se pone a viajar como si no hubiera otra cosa. ¿Puede interpretarse como una huida?

Sí. En ese momento muchas personas se vuelcan en los viajes, se someten a rutinas y horarios extenuantes, y empalman un viaje con otro, pero se equivocan. Yo siempre he mantenido que la mejor motivación es la interna, la que nos permite ser auténticamente libres y no depender de las actividades externas ni de los demás para estar bien. Intentar llenar tu vida de actividades, lo que se demuestra es el vacío interior y termina siendo un fracaso. Viajar más está muy bien siempre que no se convierta en una obsesión. El objetivo debe ser encontrar tu equilibrio, pensando cómo te puedes sentir bien y, sobre todo, siendo muy consciente de qué puedes seguir aportando.

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¿Cómo se mantiene la ilusión cotidiana sin caer en la ansiedad por “aprovechar el tiempo”?

Hay que buscar como seguir ilusionándonos, motivándonos, y esa es la motivación interna. Aprender a ilusionarte cada día, sin perder la esperanza, porque cuando no se tiene, se pierde la ilusión y las ganas de vivir, y a partir de ahí todo es un sobreesfuerzo. Yo diría a las personas que empiecen a disfrutar de las cosas que la vida nos regala, pero sin obsesionarnos, con calma y profundidad. Al que le gusta leer, que no se pase el día leyendo, lo mismo para quien le guste el ejercicio, o el baile. Hay que mezclar y sobre todo mantener las relaciones sociales, porque la vida de las personas se empobrece cuando se pierden las relaciones sociales. Hay que seguir ampliando el círculo de amistades, incluso forzándose, porque aislarse es fuente de infelicidad, de soledad no buscada y de empobrecimiento intelectual.

Su último libro habla de la manipulación. ¿Los mayores son más manipulables?

Cuando la persona mayor se siente bien físicamente, con autonomía y sigue realizando un trabajo intelectual, es menos manipulable porque tiene la fuerza de la experiencia y las ideas muy claras. En la medida en que se va aislando, haciéndose más pasiva y la televisión sustituye a las relaciones interpersonales, se va sintiendo más vulnerable, física y emocionalmente y es mucho más manipulable.

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¿Qué comportamientos pueden ser señales de esa manipulación emocional?

Cuando las personas están aisladas y sienten soledad, son capaces de cualquier cosa por comprar cariño y afecto, regalando dinero o bienes a otras personas, y hay individuos muy manipuladores que detectan ese estado de vulnerabilidad emocional y se aprovechan. ¿Se vuelven los mayores más manipulables? Por supuesto que sí, en la medida en que se aíslan, en que sienten menos autónomos y sienten que dependen de los demás y hacen cualquier cosa para tenerlos a su lado. Por eso es tan importante seguir relacionándose socialmente y seguir con el estímulo intelectual.

Usted tiene 70 años y está muy lejos de parar. ¿Es por su actitud vital o porque trabaja para su propia empresa?

Tengo la suerte de poder decidir cómo y cuánto trabajo. A partir de una edad admites que es absurdo intentar llevar el mismo ritmo que a los 40 años. Ahora trabajo la mitad y además lo hago en función de cómo es mi rendimiento intelectual y haciendo aquellas cosas en las que pienso que sigo aportando. Lo importante en esta vida no es lo que sabes, sino lo que estás dispuesto a seguir aprendiendo. Dedico gran parte de mi tiempo a seguir cohesionando y fortaleciendo a mi equipo, a ayudar a crecer a las personas que tengo alrededor. He traspasado parte de las actividades y responsabilidades que tenía, pero me sigo manteniendo muy activa en aquellas cosas en las que pienso que puedo seguir aportando, que realmente son interesantes y que, además, me gustan.

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¿Qué valor le da al proyecto que usted misma creó?

Tengo la responsabilidad de que muchas personas dependen de mí (en total más de 150), yo he seleccionado a la mayoría y se han unido al equipo porque han creído en el proyecto. Varias veces han intentado comprar nuestro grupo empresarial, pero siempre lo he descartado. Sería una tentación si en mi vida lo que primase fuera tener mucho dinero, pero lo que me interesa es que se mantenga el proyecto que forjé hace casi 40 años y seguir trabajando para ayudar a la gente en aquellas cosas en las que nosotros creemos que somos especialmente buenos. A veces me preguntan si alguna vez me voy a jubilar; no sé, lo que sí sé es que lo iré acompasando a medida que vaya cumpliendo años y vaya viendo mis limitaciones. A nivel físico noto algunas, no a nivel intelectual, pero cuando las sienta, intentaré eludir ciertas responsabilidades.

¿Cuál cree que es la clave para conservar la vitalidad en la madurez?

Estoy convencida de que si trabajas tu mente, apenas va perdiendo, pero en el momento en que la abandonas, el bajón es impresionante. Lo he visto en con compañeros que se han jubilado y se han limitado a hacer cuatro cosas y a ir al médico; a los pocos años, no los reconoces. Por eso insisto a la gente en que mantengan la mente activa, que no se preocupen solo del aspecto físico, también del emocional, porque es la mejor forma de seguir viviendo con intensidad y plenitud. Y repito, lo que te da la experiencia no se puede comprar y es algo que también tenemos que devolver.

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¿Qué opina del trabajo de 'abuelos'?

Me da una pena enorme la cantidad de personas a las que les han robado esta etapa de sus vidas y que están sustituyendo en alguna medida a los padres. Esos abuelos que tienen que ir a primera hora a quedarse con los niños o que les tienen que recoger a la hora de comer al colegio. No tienen libertad; me parece una barbaridad.

¿Cómo encaja esto con su visión del autocuidado y la libertad en la madurez?

Entre las reglas de oro que pongo en el libro Que nadie manipule tus emociones está la de ‘no malgastes tu vida sin reservar tiempo para ti’. La persona que no se deja tiempo para ella en cualquier etapa de su vida pasa por ella sin vivirla. Además, es fundamental escuchar, a los demás y a ti mismo. No estamos maniatados y, en cualquier momento de nuestras vidas, podemos liberarnos de nuestros miedos , descubrir las manipulaciones, superar los engaños y quedarnos con lo mejor que nos da la vida, y lo mejor es nuestra actitud, de la que depende que desarrollemos los mejores hábitos para nuestra salud física y mental.

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