Entre las obras más recientes del artista mexicano Stefan Brüggemann, expuestas en diferentes galerías y museos del mundo, relucen bruñidas superficies de pan de oro grafiteadas o puertas de emergencia cubiertas de ese lujoso material. Una colisión de lo industrial y la cultura urbana con una rica y delicada técnica antigua, que se repite en su casa-taller de Eivissa, ubicada en una finca rústica de tres hectáreas en el centro de la isla. En el gran salón de su refugio ibicenco, finas láminas de pan de oro –antaño empleadas en retablos y orfebrería– revisten los bloques de hormigón, el material emblema de la arquitectura brutalista.
Al fijar las temblorosas laminas doradas sobre la masividad de los muros, Brüggemann inscribió hasta 45 textos a modo de aforismos. Es también una instalación pues, en paralelo, el visitante escucha la grabación en bucle de Iggy Pop leyéndolas como una letanía.
En el gran salón de su refugio ibicenco, finas láminas de pan de oro revisten los bloques de hormigón

El artista Stefan Brüggemann
Artista de enfoque multidisciplinar que incorpora elementos del arte conceptual, el lenguaje y los textos, con una estética minimalista y marcado impacto visual, a Brüggemann le cautivó de este retazo de Eivissa la magia que se desprendía del propio terreno. Y en ese impulso de convertir el lugar en refugio para él, su mujer la fotógrafa Fabiola Quiroz y otros artistas convidados, primero visibilizó los espacios exteriores y el jardín, y después una casa aneja.
En el exterior, Brüggemann ha trazado tres círculos llenos de simbología: agua, fuego y tierra. La piscina con bancada en anfiteatro, evoca un charco de agua natural y quiere ser mirador acuático de la naturaleza circundante y el paisaje. Un segundo círculo repleto de carbón como pieza de land art recuerda el poder de las llamas ahora extinguidas. El tercer círculo, con vegetación en crecimiento, remite a la tierra y su potencial de fertilidad. Este último aloja una obra del artista titulada Trap door. Un cubo de aluminio cuyo nombre hace referencia a las trampillas en las aceras que dan acceso a los sótanos de establecimientos de ciudades como Nueva York. Para el artista es una metáfora del solitario descenso a las profundidades del subconsciente.

Mesa de piedra Brutal, del estudio Habitación 116, y sillas Kentucky de Carlo Scarpa

La casa dispone de una gran terraza – mirador en la azotea

En el exterior, tres círculos representan el agua, el fuego y la tierra. El primero forma la piscina
Brüggemann encargó el proyecto de su villa-estudio ibicenca al reconocido arquitecto mexicano Alberto Kalach, con la idea de poder fundir allí arte, arquitectura y naturaleza. Y tanto los exteriores como las distintas estancias interiores se ven transformados por las intervenciones del creador. En el deslumbrante salón comedor, los reflejos de la luz mediterránea se multiplican. Aunque la presencia contundente del hormigón prevalece. No obstante, la variedad de formatos aplicados al espacio procura afinados matices: bloques para los muros, cuya unidad apilable con la mano les infunde humanidad. Bovedillas en el techado que remiten a la tradición local constructiva, o la secuencia lineal de vigas industriales marcando ritmo.
Los pavimentos son una licencia de su país natal: están realizados con recinto, una piedra volcánica mexicana formada a partir de lava solidificada, traída de allí expresamente. Su fisonomía rústica adoquinada sitúa las estancias entre lo doméstico y lo callejero. La pieza de mobiliario más impactante de la vivienda es la mesa del comedor. De piedra arenada, es obra del estudio Habitación 116, que la ha llamado acertadamente Brutal. Como asientos, el artista ha escogido un bello ejemplar creado en 1977 por el arquitecto italiano Carlo Scarpa, con cuero, nogal y porte vertical.

La ventana en la planta superior con forma de cruz, ilumina la escalera

Obras del artista y la butaca S15, de Pierre Chapo (1964)
En la escalera que asciende a la segunda planta, el hormigón se ve teñido por una atmosférica iluminación que lame las superficies, a modo de instalación. Este es sin duda el santuario de un artista. Y la ventana en cruz en la planta superior de uno de los pabellones parece recordarlo.
En el dorado, Brüggemann escribió 45 aforismos que se escuchan en voz de Iggy Pop
La personalidad de Brüggemann traspasa toda su morada y también el jardín. Sin embargo, las fachadas exteriores de la edificación conectan con la arquitectura tradicional blanca de la más grande de las islas Pitiüses. Ya los arquitectos del movimiento moderno, con Josep Lluís Sert a la cabeza, se rindieron a la belleza de la arquitectura vernácula de Eivissa, y a su juego de volúmenes que reflejan la luz solar. Sentaron las bases de una arquitectura contemporánea que enlaza armoniosa con el pasado, y en esta casa tienen uno de sus dignos herederos.