“Armani viste a la esposa y Versace a la amante”, escribió Anna Wintour en Vogue a principios de los noventa, cuando a nadie le sorprendía encontrar afirmaciones de carácter misógino en las revistas de moda. Aunque la mayoría de las mujeres del mundo todavía se esfuerzan por acallar las voces en su cabeza que repiten esas ideas y refuerzan esos ideales, el tiempo y la evolución de la sociedad han conseguido que tome fuerza la convicción de que el vestido no determina los roles que una persona adopta a lo largo de su vida.
Con todo, muchos se sorprendieron cuando comenzó a tomar fuerza la posibilidad de que el Grupo Prada, cimentado sobre una firma esencialmente intelectual, adquiriese Versace y su Medusa de la diversión.
A pesar de que un Versace en los labios evoca en la mente las imágenes de la época de Gianni Gianni —desde la colección Bondage de 1992 hasta las campañas firmadas por Richard Avedon—, el puño y la letra de historia de la casa italiana pertenecen a Donatella, que a lo largo de casi 30 años ha estado al frente de la firma y supo ver que el estilo excesivo y barroco de su hermano no tenía cabida en el mercado a largo plazo.
De una forma similar, Prada es Prada por Miuccia. Cuando la diseñadora doctora en ciencias políticas tomó las riendas de la casa fundada en 1913, ésta se dedicaba sólo a comercializar bolsos y maletas. Miuccia siempre ha sabido dar con el producto, y Patrizio Bertelli, su marido y CEO de la compañía, siempre ha entendido cómo había que ponerlo en el mercado.
Prada es sesuda y un poco estirada, como las firmas que a lo largo de la historia han pertenecido al grupo
Prada es sesuda y un poco estirada, como las firmas que a lo largo de la historia han pertenecido al grupo: Jil Sander, adquirida en 1999 y vendida a OTB en 2021; Helmut Lang, comprada en 1999 y vendida a Link Theory Holdings en 2006 (hoy en manos de Fast Retailing, el dueño de Uniqlo); y las que aún conserva: Miu Miu, su marca propia establecida en 1993, además de Church’s, Car Shoe y Marchesi 1824, el icónico emblema de la pastelería milanesa que rescató en 2014 de un final sin lustre.
Rescatar a Versace de su actual crisis (según Il Sole 24 Ore, Prada tiene hasta el 10 de abril para presentar una oferta en firme) podría recordar al gesto de comprar una pastelería histórica al borde del cierre. Pero más allá del romanticismo, se trata de una jugada estratégica basada en un principio innegable: en términos de negocio, es más fácil acelerar el crecimiento a partir de firmas legendarias que construir una marca desde cero.
Para John Idol, propietario de Capri Holdings, la operación significaría una salida digna tras el fracaso de la venta del grupo a Tapestry (Coach, Kate Spade) en octubre. No recuperará los 1.800 millones de dólares que pagó por Versace en 2018, pero venderla a Prada Group por 1.500 no es un mal escenario, sobre todo si la transacción incluye otro alivio: desprenderse de Jimmy Choo, cuya compra por parte de Prada se negocia por 500 millones más. Si la adquisición se concreta, la gran beneficiada no sería sólo la empresa de Miuccia Prada, sino la industria de la moda italiana, que recuperaría peso frente a la hegemonía francesa.
Forjada en los años cincuenta en los despachos de los grandes industriales textiles —fueron ellos quienes financiaron el nacimiento de casas como Armani y Versace para desafiar el dominio de las maisons parisinas—, la moda italiana ha sabido jugar con sus propios códigos, marcando una diferencia frente a la estructura de conglomerados como LVMH y Kering.
El momento es propicio para Prada Group: en 2024, sus ingresos netos alcanzaron 5.400 millones de euros, un 17% más que el año anterior, impulsados en gran parte por el crecimiento explosivo de Miu Miu, cuyas ventas aumentaron un 93%. No es casualidad que desde ahí llegue el nuevo director creativo de Versace, Dario Vitale, hasta ahora director de diseño de la firma.
Su nombramiento supone un giro estratégico: después de años de una estética dominada por la visión de Donatella, el futuro de Versace quedará en manos de un diseñador con probada capacidad para conectar con el ahora. El cambio de guardia marca la jubilación de Donatella Versace, efectiva el próximo martes. Convertida en embajadora de la firma, Donatella consolidará su estatus como icono cultural, marcando el final de una era y el inicio de otra.
Versace, tal como la conocemos, está a punto de cambiar. Su marketing, su posicionamiento e, inevitablemente, sus precios, se ajustarán a la visión de Prada, pero, así como Donatella logró prolongar el legado de Gianni, la integración en el Prada Group supondría no solo una nueva etapa para la casa, sino también un reequilibrio del poder en la moda global. Italia, por primera vez, tendría un grupo con el músculo necesario para competir con los gigantes franceses: Kering, propietario de Gucci y accionista de Valentino; y LVMH, dueño de las también italianas Fendi, Pucci y Bulgari.