La noche en que el palacio de Versalles fue conquistado por la moda americana
Con historia
Creadores franceses de alta costura frente a diseñadores americanos de prêt-à-porter: El libro 'La batalla de Versalles' reconstruye la histórica velada
28 de noviembre de 1973: Modelos desfilan por Versalles bajo la promesa de restaurar la residencia real
Aunque su nombre pudiera sugerir un hecho histórico de carácter bélico, con las cabezas reales de la reina Maria Antonieta y su marido Luis XVI a punto de ser izadas por las hordas jacobinas, La batalla de Versalles es el título que se ha dado a una velada con la moda como protagonista que se celebró la noche del 28 de noviembre de 1973 en el Palacio de Versalles bajo el pretexto de recaudar fondos para la restauración de la antigua residencia real.
La histórica celebración ha contado con diferentes cronistas, entre ellos, varios documentales, pero ha sido la periodista norteamericana Robin Givhan, quizás la autora que mejor ha estudiado y profundizado en aquella noche histórica que enfrentó al patriciado de la alta costura francesa con la joven guardia de la moda americana. La vieja Europa elitista y aristocrática frente al nuevo mundo práctico y democrático.
La velada había recaudado doscientos ochenta mil francos para la restauración del Palacio
El libro de Givhan, La batalla de Versalles. Una noche histórica para la moda, que ahora se edita en español por la editorial Superflua relata con pelos y señales todo el proceso de gestación de la gala versallesca, desde sus batallas intestinas hasta sus protagonistas, de un diseñador como Yves Saint Laurent convertido en rockstar de la moda a un arrogante Halston, estandarte del “new look” americano. Aristócratas, princesas y modelos afroamericanas compartiendo el escenario y la velada del Théâtre Gabriel de Versalles arriba y abajo. 'Un Gran Divertissement à Versailles', como indicaban las invitaciones de color azul celeste con letras doradas.
Más de cincuenta años después del desfile de Versalles, más allá del brillo de las joyas y las fragancias de los perfumes que se mezclaban en el patio de butacas ascendiendo hasta los palcos, resta como un momento histórico y de cambio gracias al impulso de la delegación americana. “La moda —escribe Robin Givhan—, vista a través de los ojos de diseñadores como Klein, Halston, Burrow y aquellos que siguieron sus pasos, dejó de centrarse en el largo de la prenda, el decoro y la perfección estética encarnada en la alta costura”.
La 'joie de vivre' de la moda estadounidense se había mostrado abiertamente en las modelos”
“Las normas de la indumentaria empezaron a desintegrarse y la sociedad se volvió más informal”. Una revolución que señalará la década de los 70. “Las mujeres veían la moda como una fuente de libertad, una forma de vestirse para el trabajo y también para disfrutar estéticamente” señala Givhan en su libro.
La batalla incruenta de Versalles se desarrolló en dos partes. Una vez que la anfitriona, la baronesa Marie-Hélène de Rothschild, anunció que la velada había recaudado doscientos ochenta mil francos para la restauración del Palacio de Versalles, se dio paso al desfile-espectáculo.
La realeza, como Gracia de Mónaco, estuvo presente en la Batalla de Versalles
En la primera parte, los maestros de la alta costura francesa se repartieron los tiempos, Pierre Cardin, Emanuel Ungaro, Yves Saint Laurent, Hubert de Givenchy y la casa Dior bajo la dirección de Marc Bohan mostraron sus modelos, cada uno con sus escenografías. Pasaban desde la calabaza de la Cenicienta a un cohete espacial acompañados de celebridades como la actriz y cantante Jane Birkin, los bailarines Rudolf Nureyev y Zizi Jeanmaire, y la actriz Capucine, antigua modelo de Givenchy y Dior. Incluso estuvo una casi septuagenaria Josephine Baker, envuelta en su famoso mono de lentejuelas y tocado de plumas que cerró la primera parte. Levantó los aplausos más calurosos hasta aquel momento de la gala.
Entre los invitados que se dan cita en el teatro de Versalles se encuentra la Princesa de Mónaco, la duquesa de Windsor que reaparecía después de la muerte de su marido o el pintor Andy Warhol que comparte palco junto al empresario Pierre Bergé, la otra mitad de la casa Yves Saint Laurent y que tuvo un papel decisivo en la producción de la gala de moda.
El artista Andy Warhol se sienta junto al diseñador Yves Saint Laurent, Mary Russell y Pierre Bergé durante el desfile de moda
Por el lado americano sobresale la figura de la publicista y agente Eleanor Lambert como promotora de la velada. Creadora de eventos como la Semana de la Moda de Nueva York, la gala de moda del MET o las famosas listas de las mujeres mejor vestidas, Lambert se dedica en cuerpo y alma al fomento de la industria de moda americana y sus creadores. El desfile de Versalles bajo el paraguas de una “velada filantrópica” se presenta como una gran ocasión. “La atrevida idea de Lambert —escribe Robin Givhan— era que los diseñadores estadounidenses exhibieran su talento en el terreno más sagrado de la moda, la tierra de la alta costura”.
Eran cinco creadores: cuatro hombres (Oscar de la Renta, Bill Blass, Stephen Burrows y Halston) y Anne Klein, como única mujer diseñadora de la velada, escogidos por Lambert para representar la nueva ola de la moda americana.
Frente al elitismo de las modelos blancas de alta costura, el grupo afroamericano destilaba la energía de Nueva York
La preparación del desfile no estará exenta de discusiones, ya fuera por el orden de intervención o las celebridades elegidas. Cuando De la Renta se entera que Liza Minnelli desfilará para Halston, llama a Raquel Welch que en aquellos momentos se encontraba en España rodando Los tres mosqueteros para que participe en su parte del espectáculo. La noticia provoca que Minnelli, molesta por compartir el escenario con la exuberante estrella de Hollywood, esté a punto de abandonar el proyecto. Finalmente como solución salomónica se decide que la protagonista de Cabaret sea el hilo conductor de todos los desfiles y única estrella del espectáculo.
Una rebosante Liza Minnelli cantando 'Bonjour Paris', una canción que formaba parte de la banda musical de la comedia Una cara con ángel, con la moda y París como escenarios, sirvió de obertura para la presentación americana. Precisamente una de las protagonistas de la película, la actriz Kay Thompson se ha hecho cargo de la coreografía del desfile de los creadores americanos. “El equipo estadounidense ganó gracias a Kay Thompson, fue como un espectáculo de Broadway, ganaron no por la ropa sino por la coreografía”, declarará años después Pierre Bergé sobre la figura clave de Thompson en el éxito del desfile.
Durante el desfile de moda, las modelos lucían tops que dejaban el abdomen al descubierto y pantalones amplios de colores lisos, rayas y cuadros
Si la coreografía orquestada por Thompson le dio al desfile fuerza y creatividad no menos será el papel jugado por las modelos afroamericanas. Como señalaba el documental Versailles 73: American Runway Revolution (2012) la presencia de un grupo de modelos afroamericanas rompió los códigos y tabúes que todavía regían el sistema de la moda. “La belleza de una mujer negra no estaba al mismo nivel que la de un mujer blanca” escribe Givhan. “La belleza de una mujer blanca era el estándar, y las modelos negras tenían que aportar algo más. Y aportaron su actitud y su individualidad”. Modelos como Pat Cleveland, Alva Chinn, Charle Dash, Bethann Hardison y otras acabarían siendo las verdaderas protagonistas de la noche.
Frente a la actitud elitista de las modelos blancas de alta costura, el grupo afroamericano destilaba sobre el escenario la energía propia de una ciudad como Nueva York. “Eran dueñas de la ropa, la manejaban a su voluntad, imposible que las telas se mostraran rígidas o estáticas, no si esos cuerpos jóvenes y flexibles las hacían suyas” destaca la autora de La batalla de Versalle s.
El libro de Robin Givhan, la ganadora de un Pulitzer
Solo unos meses después, en el verano de 1974, Vogue americano realiza su primera portada con una modelo negra. El rostro de Beverly Johnson convenientemente “aclarado” protagoniza la histórica cubierta. En el recuerdo todavía flotaba aquella portada del Vogue británico de los años sesenta con la modelo Donyale Luna, la primera top model afroamericana.
Cuando el telón del teatro de Versalles bajó por última vez, con los ecos de la voz de Liza Minnelli cantando “Cabaret” como broche musical al desfile de los diseñadores americanos, una gran ovación estalló en todo el teatro. El resultado fue una noche de reconocimiento para la moda americana y su prêt-à-porter frente la alta costura francesa. “El encanto residía en la forma en la que la presentación conectaba la ropa con la vida contemporánea”, escribe Givhan. “La joie de vivre de la moda estadounidense se había mostrado abiertamente en las modelos”.
“El éxito de los diseñadores estadounidenses no se basaba tanto en el estilo como en una visión del mundo. El modesto prêt-à-porter americano que desfiló junto a la exquisita alta costura francesa no fue un triunfo estético” reflexiona Robin Givhan en su libro. “Representaba algo fresco y atractivo. Simbolizaba un cambio generacional, un nuevo modo de vida…”
La batalla de Versalles. Una noche histórica para la moda. Robin Givhan. Editorial Superflua. 2025.