La estabilidad suele parecer algo monótono hasta que se pierde. Vivir con horarios previsibles, saber cuándo empieza y termina el día o repetir las mismas costumbres puede parecer poco estimulante, pero muchas veces es justo lo que más se echa en falta cuando todo gira alrededor del trabajo y la exigencia.
Esa sensación de vida ordenada, con espacio para los pequeños gestos, es la que acaba dando sentido a lo demás. En ese equilibrio, tan fácil de subestimar, es donde se descubre lo que de verdad importa, algo que Jennifer López aprendió en carne propia.
Una conversación con sus hijos cambió la forma en que veía su día a día
Durante la pandemia, la actriz y cantante vivió un punto de inflexión que le hizo replantearse su manera de entender la vida familiar. Según contó en una entrevista en el programa de Howard Stern, fueron sus hijos, Max y Emme, quienes la enfrentaron a una realidad que no había querido ver. “Me hablaron y me dijeron: No eres una madre normal. No estás aquí todos los días. No nos dejas y nos recoges como hacen los otros padres. Y me di cuenta de cuánto me necesitaban allí.” Aquella conversación la llevó a detenerse por primera vez y a reconocer que el éxito profesional no compensaba su ausencia diaria.
La artista decidió reorganizar su vida para estar más cerca de los suyos
López, que había pasado años centrada en el trabajo, se dio cuenta de que sus hijos no necesitaban grandes cosas, sino que ella estuviera. Entendió que estar presente valía más que cualquier comodidad, y desde entonces intenta organizarse para tener más tiempo en casa y menos días corriendo de un lado a otro.
Esa decisión la condujo a una etapa distinta, menos frenética y más consciente. En la misma conversación radiofónica explicó que, a partir de entonces, cada vez que debe rechazar un proyecto por motivos familiares, su entorno lo acepta sin discusión.
Ya no lo ve como una pérdida, sino como una manera de cuidar la tranquilidad que antes no tenía. En su caso, la vida aburrida se convirtió en un ideal: una prueba de que la felicidad, a veces, está precisamente en no tener que correr tanto.

