“En Kenia aprendí a ofrecer el primer sorbo de cerveza a la tierra, por los seres queridos que ya no están”: Ángel Gómez, persigue una lista de 510 sueños por cumplir antes de morir

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Ángel Gómez, un joven madrileño de 29 años, está llevando a cabo “La Lista”, las 510 cosas que quiere hacer antes de morir en homenaje a la pérdida de su hermana Paloma

Ángel Gómez

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Hay fechas que marcan un antes y un después en nuestra vida. El 5 de octubre del 2021 Ángel Gómez Merino recibió la peor noticia que un hermano mayor jamás tendría que escuchar. Su hermana Paloma falleció a los 23 años de forma repentina. Podría haber sido un fin de semana como cualquier otro. Sin ambos saberlo, salieron de fiesta por última vez. 

Paloma estaba acabando la carrera de arquitectura y Ángel trabajando en un fondo de inversión. Se llevaban a penas unos años y compartían aficiones y grupos de amigos. Sin embargo, una llamada de su madre al día siguiente a las dos de la madrugada cambió para siempre el destino de esta familia. “Me dijo que fuera al hospital con mis hermanos pequeños a despedirme de ella. Nuestros padres la habían acompañado al médico unas horas antes porque le dolía mucho la tripa, pero nadie se esperaba algo tan grave”, cuenta Ángel.

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A los 27 años Ángel se topó con una sensación de mortalidad que no le correspondía por la edad que tenía

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Y así, de repente y sin previo aviso, la vida de Paloma se apagó. Para Ángel, los días posteriores a su fallecimiento podrían describirse como un párrafo en blanco en esta entrevista. “Lo recuerdo todo muy borroso, la casa estaba tensa, con mucho silencio y nadie quería hablar del tema”, cuenta a este diario. A los 27 años, este joven madrileño se topó de golpe con una sensación de mortalidad, propia de la gente mayor, que no le correspondía por la edad que tenía. “Lo primero que pensé fue: aquí, no se libra nadie. Da igual los años que tengas o el entorno en el que hayas nacido. Si te tiene que tocar, te va a tocar.”, señala.

No tengo miedo a morir, porque cada día para mí es algo con lo que no contaba

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“Sentía que tenía un tiempo extra, que como hermano mayor no me correspondía. Tardé casi un año en recuperar la rutina y buscar una manera de homenajearla”. Y del deseo de aprovechar el tiempo que su hermana no pudo disfrutar, nació el proyecto de La Lista: las 510 cosas que Ángel se ha propuesto realizar antes de morir. El número no es arbitrario, sino un guiño a la fecha en que su hermana les dejó, el 5/10 del 2021.

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La Lista está llena de propuestas que van desde lo disparatado hasta lo más sentimental

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Desde nadar con tiburones, reforestar un área dañada, ver la aurora boreal, ser padre o grabar con sus amigos una escena con una explosión a cámara lenta. La Lista está llena de propuestas que van desde lo disparatado hasta lo más sentimental, todas con un mismo fin: sentirse más cerca de Paloma. Fantasías que, quizás, en otra vida, se hubieran quedado en eso, fantasías, pero que ahora está haciendo realidad. Cuando presentó el proyecto a su familia y amigos, muchos pensaron que no sería capaz de llevarlo a cabo. Pero como no hay nada más fuerte que la ambición de cumplir un sueño, Ángel pidió 10 meses de excedencia en su trabajo y, con 20 mil euros ahorrados que más adelante le sabrían a poco, decidió poner rumbo al proyecto.

No nos detenemos lo suficiente a hacernos las preguntas correctas. Vivimos rodeados de ruido

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Recuerda como si fuera ayer el primer punto que tachó de La Lista. Lo llamó Rodeo Drive y consistió en dar una vuelta por Madrid en un coche clásico, acompañado de su familia y sus amigos. Un año después lleva 67 objetivos cumplidos. El último antes de realizar esta entrevista: visitar el castillo de Chillón, en Suiza, donde en los calabozos aún se conserva la firma de Lord Byron. “El poeta se inspiró en la historia de François Bonivard, un hombre que estuvo encarcelado durante años en este castillo, para escribir un poema sobre la muerte que me conmovió mucho y me hizo venir hasta aquí”. 

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Ángel todavía tiene 443 experiencias por tachar en su lista

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Apasionado por conocer nuevas culturas y dejarse llevar por las aventuras que le depare la vida, Ángel todavía tiene 443 experiencias por tachar en su lista. Recuerda con cariño las que ya ha vivido: ha sobrevolado el enigma de las Líneas de Nazca en Perú, ha ascendido el monte Kilimanjaro, ha desfilado en el Sambódromo del Carnaval de Río y ha caminado sobre el arcoíris de la montaña Vinicunca. “Antes de todo esto, ya había encerrado al niño que llevaba dentro, y cada vez que tacho un punto de La Lista es como si volviera a mi infancia. Siento ilusión pura, sonrisas, y me olvido de los problemas. Es pura felicidad”.

Sentía que tenía un tiempo extra, que como hermano mayor no me correspondía

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Una de las experiencias que más ilusión le ha marcado hasta el momento ha sido recaudar fondos para una causa solidaria en Tanzania. Ángel tenía claro que, aparte de conocer mundo, quería dejar un impacto positivo en el planeta mediante este proyecto. A través de las redes sociales, lanzó una campaña para conseguir 2.000 euros destinados a un colegio de niños con VIH, cuyas aulas tenían el suelo en mal estado y pizarras inservibles. Las condiciones eran tan precarias que, durante la época de lluvias, las clases se inundaban y los niños, con sistemas inmunes muy debilitados, enfermaban con facilidad. Para su sorpresa, en tan solo tres días logró reunir 2.200 euros. Fue la primera vez que sintió que La Lista podía generar un impacto real y tangible.

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Cada cultura que ha visitado es muy distinta y tiene una manera única de concebir la vida y la felicidad

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Ángel explica cómo este proyecto vital también lo ha enfrentado a situaciones de peligro que han puesto a prueba su fortaleza y determinación. “En África conviví con una tribu de masáis que nunca habían recibido turistas. Mataron una cabra para homenajearme y la comimos debajo de un árbol, en plena sabana, a oscuras y con animales alrededor”, recuerda. Todo aquello sin entender el idioma. “Me apunté en un cuaderno las 40 palabras más comunes en su suajili y mahá, y a partir de ahí, con señas, nos entendimos”, cuenta.

En Kenia siempre ofrecen el primer sorbo de cerveza a la tierra, por los seres queridos que han partido

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En otro de sus viajes, en Indonesia, perdió de vista el barco de turistas mientras hacía snorkel y acabó rodeado por dos tiburones. “Empezaron a dar círculos debajo de mí y solo tenía un palo selfie para defenderme. Vi que una lancha venía a buscarme y, cuando volví a mirar hacia abajo, los tiburones ya no estaban. En esos cinco segundos en los que el barco se acercaba, pensé: “¿qué hago aquí?”. 

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Ángel tenía claro que, aparte de conocer mundo, quería dejar un impacto positivo en el planeta mediante este proyecto

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A pesar del riesgo, afirma rotundamente que volvería a repetir cada una de estas experiencias. “No tengo miedo a morir, porque cada día para mí es algo con lo que no contaba. No soy la persona más religiosa del mundo, pero quiero creer que mi hermana me está esperando ahí, sea donde sea. Como hermano mayor quiero estar con ella, protegerla o simplemente acompañarla y que no esté sola”.

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Conseguir financiar todos los recursos que requiere este proyecto ha sido uno de los mayores retos

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Cada cultura que ha visitado es muy distinta y tiene una manera de concebir la vida y la felicidad a través de tradiciones únicas y curiosas, que Ángel ha incorporado a su vida. “Un día estaba con un conductor en Kenia y vi que, cuando nos tomábamos una cerveza, él volcaba en el suelo el primer trago. Me sorprendió mucho y me dijo que allí tienen la costumbre de, cuando van a beber alcohol o están en un momento de agradecimiento o celebración, siempre ofrecer el primer sorbo a la tierra por los caídos, por los seres queridos que han partido. Mis amigos fliparon el primer día que me vieron haciéndolo y pensaron que se me había ido la olla”. De Brasil se queda con la admiración y el culto que tienen ante el cuerpo y de Perú, con la conexión que tienen con la Pachamama, la naturaleza. “Soy muy urbanita y cada vez entiendo más y me alucina esta parte más espiritual”.

Viajar solo debería ser obligatorio. Te obliga a relacionarte con gente con la que no interactuarías habitualmente

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Conseguir financiar todos los recursos que requiere este proyecto ha sido uno de los mayores desafíos. Ángel logró ahorrar 20.000 euros para arrancar los primeros meses y, más adelante, llegaron los patrocinadores: marcas interesadas en apoyar su aventura a cambio de visibilidad en redes sociales. Aun así, en algunos momentos ha tenido que hacer pausas en el viaje para reinventarse y buscar nuevas formas de generar ingresos.

“Ahora estoy dando charlas y ofreciendo algunas mentorías, y probablemente en algún momento tenga que bajar un poco el ritmo para seguir tachando sueños con más calma”, explica. “Puede que busque un trabajo como freelance o de media jornada o algo que me permita seguir compatibilizándolo con todo esto”.

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Lo que más disfruta Ángel del viaje es el momento de volver a casa

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La diferencia horaria y la distancia de casa también han sido un desafío. Por eso, lo que más disfruta es el momento de regresar y subirse al avión de vuelta. “Para mí, España es el mejor país del mundo”, afirma. Ángel tiene varios planes en su lista dentro de la península: desde recoger miel fresca, vendimiar y hacer de turista en su propia ciudad, hasta navegar por las Islas Baleares. Aunque admite que está deseando cumplir esos sueños, prefiere aprovechar mientras aún tiene energía para tachar primero los puntos que están más lejos.

Viajar solo: asignatura obligada

La mayoría de sus viajes los ha hecho en solitario. “Soy firme defensor de que viajar solo debería ser obligatorio. Te ves en situaciones que te obligan a relacionarte con personas con las que, quizá, no interactuarías habitualmente, y eso te transforma”, afirma. En su aventura, lo acompaña un único objeto: un cuaderno de consejos. “Se lo vi a una chica en un hostal de Nueva Zelanda y decidí incorporarlo a mi viaje”, explica. Desde entonces, más de 300 personas han dejado por escrito sus consejos de vida en sus páginas, recogidos en distintos rincones del mundo.

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De todos, hay uno que le marcó especialmente: hacerse las preguntas correctas. “Tanto a los demás como a uno mismo”, matiza. “No nos detenemos lo suficiente a hacerlo. Vivimos rodeados de ruido, de estímulos constantes. ¿Quién se para hoy en día con un buen vino o un café, y un folio en blanco —no las notas del móvil—, a plantearse una pregunta como: ‘¿Cuáles son mis prioridades en la vida?’ Y simplemente escribir una lista”.

La suya ya está escrita, aunque reconoce que no será fácil completarla. Aun así, se muestra tranquilo al saber que se ha convertido en una especie de legado. Con centenares de sueños aún por cumplir, hay uno que le hace especial ilusión. No es un billete de avión a un país remoto, ni cruzar el desierto o volar en parapente, sino dedicar tiempo a cada uno de los miembros de su familia y a su perro Jägger. “Como siempre digo, cada día es un regalo y no tenemos la certeza de que mañana, nosotros o nuestros seres queridos, sigamos aquí”.

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