Para Carmen, cada amanecer se repite la misma escena: una bolsa de pienso en una mano, un carrito de la compra en la otra con 1 garrafa de agua y latitas, y un corazón que late con ilusión cada vez que visita una de las cuatro colonias que alimenta en una ciudad, capital de provincia, de más de 100.000 habitantes. Hace años que es voluntaria oficial, casi podríamos decir que es una trabajadora municipal; con la nueva ley 7/2023 que protege a las colonias felinas y obliga a los ayuntamientos a asumir el papel que miles de gestoras como Carmen siguen haciendo a diario, ella sobrellevando como puede sus 87 años y la dificultad para andar.
Aunque ya está jubilada y vive con lo justo, reparte lo poco que tiene entre su supervivencia y la de los animales que cuida. Su marido, afectado por una grave enfermedad, ya no la puede acompañar. Otras gestoras que viven cerca, la ayudan, pero desgraciadamente es difícil encontrar voluntariado, y más cuando no hay una llamada global que ayude a conseguirlo, por ejemplo, visibilizando esta realidad a través de campañas promovidas por al ayuntamiento, con un alcance mucho más impactante que el de las asociaciones. Y que, evidentemente, el de una sola persona, normalmente vecina criticada por el resto de vecinos urbanitas que odian la presencia de los gatos y de quienes les cuidan.
La motivación rara vez es material. Quienes cuidan colonias desde la jubilación lo describen como un compromiso afectivo y moral. “Si no voy yo, no va nadie. Y ellos no tienen a nadie más”, cuenta Carmen. Sentir entre sus delgadas piernas las colas de los animales que conforman sus familias felinas y que la adoran, mejora su estado de ánimo. Sus manos tambaleantes acarician las pequeñas cabecitas que se arremolinan alrededor de su cuerpo en búsqueda, no solo de comida, sino del afecto y cariño que ella les da. La reconocen. Sus pasos, su voz, sus movimientos. No saldrían si ella no estuviera allí. Y, seguramente, algunos no sobrevivirían.
Para muchas personas mayores, la rutina diaria de alimentar a gatos comunitarios les aporta un sentido de propósito, contacto social y una forma de combatir la soledad forzada de la vejez. Varios estudios en bienestar humano y animal coinciden en que el vínculo con los animales reduce síntomas de depresión y ansiedad, algo especialmente relevante en población jubilada.
Para muchas personas mayores, la rutina diaria de alimentar a gatos comunitarios les aporta un sentido de propósito y una forma de combatir la soledad forzada de la vejez
La realidad económica es dura: con pensiones que rondan los 700 u 800 euros, destinar 50 o 100 euros al mes a pienso y medicación implica renuncias en otros aspectos básicos. A esto se suma que muchas no tienen medios de transporte propios para llevar animales al veterinario y tampoco suficiente presupuesto para atender los altísimos costes de cualquier operación, por pequeña que sea y pese a los descuentos que muchas clínicas aplican a las asociaciones y sus gestoras. Mantener este gasto mensual es una opción de vida que, muchas veces, es mal vista por la familia o las amistades, sobre todo cuando son personas mayores, especialmente mujeres, a las que critican por cuidar, a las que insultan por su amor altruista hacia seres sintientes y a las que condenan por compartir su vida cuidando de animales libres.
El resultado es que buena parte del control poblacional, la alimentación y del cuidado sanitario de las colonias recae en estas personas vulnerables que, paradójicamente, no reciben apoyo institucional y lo están dando todo en este sentido, manteniendo las obligaciones legales que la ley exige con su pensión y su fuerza. Estamos hablando de cifras que, en el mejor de los casos, superan los límites sociales establecidos para una vida digna.
Historias animales
‘Peludos en la ciudad’
En La Vanguardia queremos recoger tu historia con tu mascota en la ciudad. ¿Te has encontrado con dificultades a la hora de desarrollar tu día a día con tu animal en la urbe? ¿Has tenido que migrar de tu hogar y tu perro o gato te ha ayudado a adaptarte? ¿Eres artista callejero o practicas yoga y junto a tu compañero peludo formáis un tándem irrompible? Nos puedes hacer llegar tu experiencia a [email protected].
Aquí es donde el tejido social podría marcar la diferencia, también. Comunidades religiosas con sensibilidad hacia los animales —templos budistas, parroquias abiertas a la labor comunitaria, asociaciones islámicas progresistas— podrían ofrecer espacios de almacenaje para pienso y material, así como puntos de agua y comida en entornos seguros o una red de voluntariado para tareas de transporte y apoyo en cuidados.
También podrían participar los institutos y centros educativos, a través de programas de voluntariado intergeneracional, donde estudiantes acompañen y ayuden a personas mayores en el cuidado de colonias, o proyectos de aprendizaje-servicio que integren la gestión ética de animales comunitarios en su currículo, como se hace en muchas protectoras con estudiantes de veterinaria y otros grados relacionados.
Los institutos y centros educativos podrían participar a través de programas de voluntariado intergeneracional, donde estudiantes acompañen a personas mayores en el cuidado de colonias
De hecho, lo ideal es abrir el concepto a todo el marco estudiantil, independientemente de qué relación guarda una carrera con el entorno en el que vives y especialmente, el bienestar animal. Podrían ayudar en la construcción de refugios, practicar con la planificación del CER y sus gestoras o desarrollar una App para ayuntamientos, en la que las asociaciones tengan todo lo necesario para operar, tal como se está haciendo a través de Mishilovers con los alumnos de un módulo de desarrollo de aplicaciones web de un instituto de Sant Pere de Ribes
¿Qué iniciativas desarrollan países como EEUU o China?
En otros países ya existen redes organizadas que apoyan directamente a personas mayores con pocos recursos que cuidan animales. La organización benéfica Cinnamon Trust, en Reino Unido, coordina más de 17 000 voluntarios que ayudan a personas mayores o enfermas a cuidar de sus animales: entregan comida, acompañan al veterinario o acogen temporalmente a las mascotas si es necesario. Todo sin coste para los beneficiarios.

Muchas mujeres jubiladas se hacen cargo de colonias.
Nacida en San Francisco y hoy parte de Shanti Project, P.A.W.S (Pets Are Wonderful Support) ofrece comida, medicación, atención veterinaria básica y apoyo logístico a personas mayores o con bajos ingresos. Además, organiza transporte y voluntarios para garantizar la continuidad del cuidado. Y también en Estados Unidos, en Napa Valley y el Área de la Bahía, están el Jameson Humane y Companion Animal Community Center, centros que proporcionan clínicas móviles, despensas de alimentos para mascotas y atención veterinaria asequible a cuidadores vulnerables, con especial foco en personas mayores.
Por otro lado, China tiene el primer proyecto nacional de educación sobre la vida animal. Se trata de una iniciativa pionera desarrollada por la Fundación China para la Conservación de la Biodiversidad y el Desarrollo Verde (CBCGDF), que ha lanzado el primer proyecto educativo del país centrado en la vida animal. Bajo el lema “Detén los Abandonos con Amor” (Stop Strays with Love), este programa tiene como objetivo sensibilizar a niños y jóvenes sobre el respeto hacia los animales, fomentar la tenencia responsable de mascotas y reducir el abandono. Con esta iniciativa, el gigante asiático da un paso significativo hacia la protección del bienestar animal, integrando valores de compasión y responsabilidad en la educación básica y promoviendo políticas más éticas frente al creciente problema de los animales callejeros.
Estos ejemplos muestran que es posible aliviar la carga económica y emocional de quienes cuidan colonias desde la jubilación, combinando voluntariado, financiación pública y cooperación comunitaria. Debemos entender que la felicidad depende de nuestro compromiso como comunidad y es mucho más fácil sobrellevar el sufrimiento de cualquier ser sintiente, ya sea humano o animal, si tenemos personas cercanas que nos ayudan, ya que la interdependencia convive en nuestra realidad.
Pero el compromiso, aunque gratificante, puede generar estrés crónico, sensación de impotencia y agotamiento emocional. Aun así, muchas personas mayores persisten porque sienten que abandonar sería “traicionar” la confianza de los animales. Y, en muchos casos, llega la muerte por la inexistencia de relevo en el cuidado de sus amigas felinas. “Cuando los veo comer, me olvido de todo lo demás. Son mi familia”, explica Carmen.
Muchas personas mayores persisten porque sienten que abandonar sería “traicionar” la confianza de los animales
El cuidado que estas personas ofrecen es un pilar del bienestar animal urbano. Pero para que no sea un sacrificio injusto, es urgente que los ayuntamientos incluyan medidas específicas en sus programas de gestión de colonias. Visibilizar cómo la solidaridad comunitaria puede aliviar la carga de personas mayores que cuidan colonias, ofreciendo apoyo logístico y emocional. Resaltar el papel esencial de voluntariados organizados en la continuidad del cuidado animal sin desgastar a quienes lo realizan desde precariedad.
También focalizar en acciones replicables: servicios rituales como entrega de pienso, transporte, clínicas móviles y apoyo legal o comunitario. Y reforzar la idea que cuidar animales puede prevenir aislamiento, mejorar el bienestar emocional y fortalecer redes de colaboración intergeneracional. Con su pensión y su corazón, sostienen miles de vidas. Ahora es la sociedad la que debe cuidar de ellas.