“El problema no es la raza, ni su musculatura, ni su cabeza voluminosa, sino la tenencia irresponsable”: el estigma a los perros PPP los condena a una vida en refugios
Perros potencialmente peligrosos
Las restricciones legales y el miedo asociado a determinadas razas convierten a muchos perros en residentes de larga estancia en las protectoras, lo que perjudica su bienestar
“Debería evaluarse individualmente al perro y a las capacidades de manejo, conocimiento y responsabilidad del propietario para determinar si es PPP”, afirma Rosana Álvarez, etóloga
Rottweiler, raza de perro considerado potencialmente peligroso.
Los conocidos como perros potencialmente peligrosos (PPP) —y sus cruces— siguen representando el grueso de la población de las protectoras de animales. Este grupo, definido por una ley de 1999, incluye razas como el pitbull, el bull terrier, el rottweiler o el american staffordshire, entre otros. La directora del Centro de Acogida de Animales de Compañía de Barcelona (CAACB), Anna Ortonoves, calcula que alrededor del 60% de los perros que acogen, entran en esta categoría.
Adoptar un perro con esta calificación requiere obtener una licencia administrativa, un seguro de responsabilidad civil con una cobertura más elevada y cumplir con determinadas normativas, como ahora la obligación de pasearlos con una correa corta y bozal en todo momento. “Esto supone un estigma absolutamente gratuito e injusto para estos animales, y hace mucho más farragosa su adopción”, lamenta la directora del CAACB.
Pitbull Terrier, perro considerado potencialmente peligroso.
Una clasificación obsoleta
La clasificación actual de razas peligrosas se basa en las características físicas de los animales, como el hecho de que presenten “fuerte musculatura, cabeza voluminosa o pecho macizo”, pero también que posean “marcado carácter y gran valor”. Se trata de una categorización que los expertos consideran arbitraria y sin fundamento. Rosana Álvarez, veterinaria especializada en etología clínica, señala que los requisitos físicos son subjetivos y podrían aplicarse a muchas otras razas que no están consideradas peligrosas; y además, que no existe evidencia científica de que haya razas que por naturaleza sean más peligrosas. “El problema no es la raza, sino la tenencia irresponsable. La etiqueta de PPP perpetúa un estigma basado en apariencia, no en comportamiento individual”, afirma.
La etiqueta de PPP perpetúa un estigma basado en apariencia, no en comportamiento individual
Investigadores de la Universidad de Massachusetts concluyeron en un estudio publicado en la revista Science en 2022 que la raza explica solo el 9% de las diferencias de comportamiento entre individuos. “La agresividad canina es un rasgo complejo influenciado tanto por factores genéticos como ambientales, donde el ambiente y la educación tienen un peso elevado”, explica Álvarez. Así, en vez de la raza, algunos de los factores que pueden influir en la agresividad de un perro son la edad, el sexo, la socialización, las condiciones de vida, as experiencias traumáticas y el manejo por parte de sus tutores.
La veterinaria etóloga explica que “los perros socializados adecuadamente desde cachorros son menos propensos a exhibir problemas conductuales como adultos, incluyendo agresividad y miedos”. Sin embargo, las restricciones legales impuestas sobre los PPP con el objetivo de prevenir problemas, en realidad pueden contribuir a crearlos, ya que dificultan que los perros tengan un desarrollo conductual equilibrado. Como ejemplo, Álvarez apunta que “la obligatoriedad del bozal impide la comunicación canina natural con otros perros y que puedan tener paseos relajados donde explorar olfativamente”, lo que puede llevarlos a sufrir estrés y ansiedad.
La estigmatización también juega un papel esencial. Alba Guiu, trabajadora de la Associació Protectora d’Animals de Granollers (APAG), que da servicio a Granollers y otros municipios próximos, cuenta que a menudo las personas que llegan al refugio les tienen miedo. “Es un miedo algo irracional porque no han tenido ninguna mala experiencia con estas razas, pero es el estigma que ya tienen y muchos ni te aceptan que les hables de ellos”, lamenta. Esta situación hace que muchos de estos animales se conviertan en residentes de larga estancia, lo que, según Álvarez, produce “un impacto profundamente negativo en su comportamiento y bienestar emocional” a causa del estrés crónico que supone vivir en jaulas tanto tiempo.
El borrador del reglamento que desarrolla la ley de Bienestar Animal prevé introducir un cambio en la normativa para que la consideración de perro peligroso no vaya asociado a la raza, sino que dependa de una valoración individualizada del comportamiento de cada animal. Álvarez ve con buenos ojos que se evalúe individualmente a cada perro porque “evitaría la estigmatización del tutor y del animal”. No obstante, señala que tendrían que eliminarse por completo los criterios físicos y focalizarse solo en el comportamiento de los animales, que deberán evaluar profesionales a través de pruebas estandarizadas y repetirse periódicamente. “No solo debería evaluarse el perro, sino también las capacidades de manejo, conocimiento y responsabilidad del propietario”, añade.
Las modas llegan a los refugios, que están al límite
La población de los refugios también se ve afectada por las modas por determinadas razas. “Últimamente están entrando muchos pastores belgas malinois, muchos”, afirma Elena Milla, trabajadora del refugio de animales de Cal Pilè, en Mataró. Es una tendencia que también han detectado en el CAACB, cuya directora, Anna Ortonoves, la achaca a la falta de conocimientos de los tutores. “Son perros muy nerviosos que requieren de un trabajo y una estimulación continua. O eres una persona que sabe cómo llevarlos, o este perro, en casa, es reactivo. Y por eso, lo abandonan”. Milla lamenta que “todas las modas acaban llegando a los refugios” y recuerda que antes hubo épocas en que entraban muchos border collies o pastores alemanes.
En conjunto, los distintos refugios de Cataluña aseguran estar casi al límite de sus capacidades. Desde la protectora de Granollers, Alba Guiu explica que el abandono es el principal motivo de entrada de perros y también afirma que llegan muchas peticiones de renuncias a los animales. “Ahora tenemos las renuncias cerradas y hay lista de espera. Cada día nos llegan correos de gente que quiere renunciar a sus animales”. La situación es parecida en la protectora de Mataró, que gestiona la Fundació Daina. Milla explica que principalmente recogen perros abandonados, y en cuanto a las renuncias voluntarias, solo aceptan aquellas que se tramitan a través de servicios sociales, como pueden ser casos de desahucios o ingresos hospitalarios del propietario.
Desde ambos refugios afirman que funcionan con los recursos justos. Desde la protectora de Granollers señalan que los gastos veterinarios son muy elevados, mientras que desde el refugio de Cal Pilè echan en falta más personal. Milla destaca la contribución de los voluntarios, que se encargan de los paseos y que también contribuyen económicamente con acciones solidarias y donaciones.
Tenemos lista de espera de personas que quieren renunciar a sus mascotas
El CAACB, al ser un centro de gestión municipal, tiene una situación distinta. “Como centro público no podemos negar la acogida de un perro, por lo que tenemos que buscar recursos para tener espacios disponibles” explica la directora del CAACB. Con este propósito, Barcelona cuenta con un centro principal en Collserola y tiene otras residencias concertadas en Argentona y la Ametlla del Vallès, a los que hay que sumar las casas de acogida.
La directora del centro barcelonés defiende que el centro cuenta con los recursos necesarios para garantizar el bienestar de los animales en acogida. No obstante, Ramon Peiró, coordinador general de la Associació d’Amics i Voluntaris del CAACB, una de las cuatro asociaciones de voluntarios que da apoyo centro, critica que las instalaciones están obsoletas y que el espacio es insuficiente. El Ayuntamiento preveía construir un nuevo centro en el municipio de Montcada i Reixac pero el proyecto se encuentra paralizado cautelarmente a causa de una denuncia de la Lliga per a la Defensa del Patrimoni Natural (Depana). Desde el consistorio aseguran que mientras no se resuelva esta cuestión, están previstas obras de mantenimiento en el centro actual.
En cuanto a los motivos de entrada de animales en el centro, Ortonoves destaca que ha habido una evolución positiva en la última década y que actualmente “Barcelona no es una ciudad abandonadora”. El porcentaje más grande de entrada se corresponde a mascotas cuyos propietarios no pueden continuar haciéndose cargo de ellas por motivos económicos o familiares. Asimismo, también reciben animales del decomiso de comercio ilícito.
Perro en la perrera.
Más conciencia en la adopción
En general, el número de entradas y salidas anuales de perros en los refugios se mantiene equilibrado, pero estos siguen llenos por la presencia de animales de difícil adopción, principalmente los mencionados PPP. “Es un poco frustrante, porque tú ves que siempre están los mismos perros y la mayoría de visitas piden un perro pequeño que se lleve bien con niños y gatos”, lamenta Guiu.
Las responsables de los distintos refugios están de acuerdo en que la concienciación sobre la necesidad de adoptar es mayor, y apuntan a la voluntad de implicación de las familias como la clave para una adopción satisfactoria. “Siempre hay que hacer pedagogía, porque aún existe la tendencia a cosificar los animales”, admite Ortonoves, y para ello defiende la importancia de analizar cada familia para poder aconsejarles el animal que más se ajusta a su realidad.
Siempre hay que hacer pedagogía en posibles adoptantes, porque aún existe la tendencia a cosificar los animales
Guiu señala que hay casos de todo tipo, “desde familias involucradas que trabajan por la adaptación de un perro complicado a otras que devuelven el perro al día siguiente porque se ha hecho pipí en la alfombra”. Milla coincide en que el problema es “esperar un animal perfecto desde el minuto cero sin tener en consideración lo que ha vivido”.
Rosana Álvarez, como veterinaria etóloga, recomienda tener paciencia con el proceso de adaptación de los perros y tener expectativas realistas: “puede necesitar semanas o meses para mostrar su verdadera personalidad”. En cuanto a los PPP, pide no dejarse llevar por la etiqueta: “Con la información correcta, compromiso y apoyo profesional, pueden disfrutar de un compañero leal y amoroso mientras contribuyen a romper un estigma injusto”.