Antonio Moral, el susurrador de Ontinyent: “Se les llama perros potencialmente peligrosos por su mandíbula, pero solo necesitan una educación cariñosa. Si la reciben, son civilizados y maravillosos”
TESTIMONIO
Desde el refugio HADA (Asociación en la Defensa del Animal) de Canals, Antonio denuncia el estigma que todavía recae sobre los llamados perros potencialmente peligrosos
Antonio Moral, el susurrador de Ontinyent.
Antonio Moral, de 31 años y natural de Ontinyent, trabaja de noche como tejedor en el sector textil, pero dedica sus días a su verdadera vocación: la defensa y el cuidado de los perros. En el refugio HADA (Asociación en la Defensa del Animal) de Canals, ha desarrollado una sensibilidad especial para leer las almas y energías de los perros, consiguiendo formar grupos en perfecta armonía. Inspirado por la lección imborrable de su perro Azabache —un compañero que dio su vida por él—, Antonio nos explica la lealtad incomparable de los perros y denuncia la estigmatización que aún pesa sobre los mal llamados perros potencialmente peligrosos.
¿Cuándo y cómo nació su profundo amor por los perros?
Siempre quise tener perros, pero en casa no me dejaban. Los argumentos eran los de siempre: “huelen”, “no se pueden tener en casa”... una mentalidad un poco a la antigua. Cuando cumplí 16 años me permitieron tener mi primera perra, y desde entonces la dedicación fue total. Empecé por mi cuenta a estudiar adiestramiento y comportamiento canino.
Antonio Moral, el susurrador de Ontinyent.
¿Cómo se llama esa primera perra que le abrió este mundo?
Turca. Es una mezcla, una podenquita andaluza pequeña con una perrita de agua. La recogí siendo una cachorra, con solo dos meses, y lleva 15 años conmigo.
Quince años es toda una vida. ¿Qué es lo más importante que le ha enseñado Turca?
El cariño, sin duda, y el amor incondicional. Pero lo más fascinante de ella es que la considero una detectora de energías. Cuando he estado mal, lo ha detectado; ha venido a mí, sintiendo la energía que yo tenía. También ha sido mi gran aliada con otros perros. Si tenía que acercarme a un perro abandonado o uno que venía con miedo, ella siempre estaba a mi lado.
¿Y esa pasión se ha multiplicado en casa?
Sí. Ahora tengo a Turca y cuatro perros más. Se llaman Sasha, Bagheera, Noah y Zahara.
De cada uno de ellos habrá aprendido una lección vital distinta.
Así es. Por ejemplo, de Noah, he aprendido la supervivencia; de Sasha, la ternura; de Bagheera, la potencia; y de Zahara, a entender el miedo.
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Corre el rumor de que usted es el “Superman de los perros”. ¿Qué hace en el refugio que le ha dado esta reputación?
Yo no diría Superman, simplemente sé captar muy bien las energías de los perros. Esto me permite saber qué perro puede relacionarse con otro. Los perros, como las personas, no son todos compatibles. Mi habilidad reside en detectar esas vibraciones y hacer matchings energéticos para crear grupos grandes en armonía. Soy el que dirige la orquesta para que todos vibren en sintonía.
¿Y qué protectora es? ¿Cuántos animales tiene a su cargo?
Es la asociación HADA (Asociación en la Defensa del Animal). Se encuentra en Canals, Valencia. En el refugio que gestionan, hay 46 perros de todas las razas. He logrado tener grupos de hasta 27 perros juntos conviviendo sin conflicto.
¿Cómo es su día a día allí?
No solo se trata de abrir las jaulas y que salgan. Yo me voy con ellos, me siento, disfruto con ellos. Intento interactuar con todos. Donde voy yo, ellos me siguen. Intento devolverles la dignidad y el afecto que merecen.
¿Y cuál es la recompensa emocional de esta dedicación? ¿Qué le dan ellos a cambio?
Felicidad a raudales. Es una relación de reciprocidad absoluta. Por ejemplo, si me agacho cuando estoy con el grupo de 27 perros, se me echan encima, se me comen a besos, me lamen. Sentir ese cariño incondicional y que te cuiden porque tú los has cuidado, eso lo es todo.
Usted habla de armonía con los perros. ¿Qué ocurre con los que le muestran miedo?
El miedo es una frontera. Un perro, como Bio, que al principio me gruñía o se me encaraba por el pánico, cuando logras superar esa barrera de miedo, el cariño se manifiesta de forma inmensa. Ahora es uno de los que más me quiere, se vuelve loco cuando me ve y se me sube. Es un proceso precioso.
Antonio Moral, el susurrador de Ontinyent.
Hablemos de su gran pérdida, Azabache, el perro que rescató de la perrera y que murió este febrero. ¿Qué le enseñó él?
Azabache me enseñó el alma, la lealtad y la protección. Me defendió en más de una ocasión, ante perros con mala energía, interponiéndose entre ellos y yo. Llegó a llevarse una mordida por mí. Él ha sido mi mundo, mi espinita en el corazón. Ha sido la prueba más grande de amor absoluto.
Proyectando esta pasión al futuro, ¿se ve toda la vida dedicándose a esto?
Sí, claro que sí. No puedo cambiar mi forma de ser. Aunque no sea aquí, sé que voy a seguir teniendo perros. Ellos me dan algo que las personas no te dan.
¿Y qué es eso que el ser humano no le da?
Con los perros nunca discuto. Con los humanos, aunque no quieras, demasiado a menudo. Los perros son simples: te quieren o no te quieren. No hay cambios de opinión.
¿Cómo ve a los jóvenes y su relación con los animales, especialmente con los perros llamados PPP, Potencialmente Peligrosos?
Creo que mi generación es más sensible. Veo a los animales como parte de la familia. Pero en las nuevas generaciones, especialmente con los PPP, veo una imagen que buscan de poder. Para mí, no son PPP, son PC: Potencialmente Cariñosos.
Antonio Moral, el susurrador de Ontinyent
¿Por qué cree que se les da esa mala fama?
Su naturaleza es buena, pero algunos de estos jóvenes (no todos) desvirtualizan su bondad natural dándoles una educación que no deben tener, a menudo violenta. La única razón por la que se les llama PPP es por el tipo de mandíbula, pero son perros que necesitan una educación cariñosa, como cualquier otro. Si se les da, son civilizados y maravillosos.
El problema no es el perro, sino el ser humano que lo tiene...
Exacto. En España estamos muy atrasados con esto. Se debería tener más conciencia de que cualquier persona no puede tener un perro. La selección no debe ser del animal, sino de la persona. Hay que seleccionar a la persona que pueda ser digna de tener una mascota.