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Mónica Díaz, rescatista en Canarias: “España está a 200 años de Europa en cuanto al respeto animal. Aquí, una persona puede abandonar o golpear a un perro; como mucho recibirá una multa, y quince días después, podrá tener otro”

Testimonios

Mónica Díaz dedica su vida a rescatar perros abandonados y maltratados, mientras denuncia que en España la ley protege poco a los animales

Mónica Díaz, rescatista en Canarias. 

Cedida

Mónica Díaz García, 54 años, no es solo camarera de sala: es el epicentro de una red de rescate animal en Las Palmas de Gran Canaria. Desde su hogar, organiza, gestiona y consuela, librando a diario una batalla contra el abandono y la falta de empatía. Criada en Galicia entre pastores alemanes, hoy vive con la urgencia constante de salvar vidas “ahora”, mientras pone el foco en algo tan simple como esencial: la urgente necesidad de educación y leyes más duras en España.

¿Cómo comienza su fuerte vínculo con los animales?

Yo soy de La Coruña, aunque llevo 30 años en Canarias. Mi infancia fue en la Galicia rural, no en el campo total, pero sí muy cerca. En mi casa siempre ha habido de todo: caballos, perros, gatos, conejos, cerdos… Mi padre criaba pastores alemanes, así que siempre convivimos con muchos perros; 20 o 25 a la vez. Crecí rodeada de muchos animales, y eso te marca.

Mónica Díaz, rescatista en Canarias

¿Ha sentido que ha cambiado mucho la forma de convivir con los perros desde su infancia en Galicia hasta su vida adulta en Canarias?

Muchísimo. En aquella época, en la típica casa gallega, los animales vivían fuera, en el patio o en la finca, aunque de vez en cuando también entraban. Hoy mis perros viven conmigo, dentro de casa, porque forman parte de mi familia. Lo único que no ha cambiado es el profundo respeto que les tengo desde que era niña.

Lleva unos tres años dedicada al rescate activo de perros. ¿Cuál fue el detonante que la llevó a pasar de solo donar dinero a la acción directa?

Siempre colaboré con protectoras, pero el punto de inflexión llegó con un caso que me encontré junto a mi compañera, Sara. Rescatamos a nuestro primer perro, Brownie, un braco de caza de unos ocho meses abandonado en un barranco. Nadie lo ayudaba porque las protectoras estaban saturadas. Entonces Sara me dijo: “¿Lo ayudamos? Yo lo acojo y tú me echas una mano”. Fue nuestra primera gran responsabilidad, y nos dio miedo, pero finalmente lo adoptaron. Verlo feliz después de todo nos confirmó que teníamos que seguir.

Actualmente, ¿cuántos perros tiene en casa y qué raza son?

Tengo dos perras propias, Lilo y Roma. Las dos son Bulldog francés rescatadas. Y acabo de adoptar a Penélope, otra Bulldog francés.

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Penélope tiene una condición médica grave. ¿Podría explicarnos su caso?

Penélope tiene síndrome de Cushing, una enfermedad provocada por un tumor en la glándula pituitaria que no puede operarse y que le genera un exceso de cortisol. Cuando la rescatamos, estaba muy enferma: tenía calcificaciones en el páncreas, el hígado y las vértebras, además de heridas abiertas en la piel. Ahora está medicada y, por suerte, ha mejorado muchísimo, aunque requiere mucha dedicación.

Describa su rol en el equipo de rescate. ¿Cuál es la dinámica de trabajo con su compañera Sara?

Somos un tándem muy complementario. Yo me encargo de la gestión y del contacto con la gente. Desde las siete y media de la mañana hasta las once o doce de la noche estoy al teléfono: hago entrevistas de adopción, organizo esterilizaciones, gestiono acogidas, resuelvo problemas con adoptantes y busco rescatistas de urgencia. Sara es la parte más física. No le gustan las relaciones públicas, así que se ocupa de llevar a los perros al veterinario y de toda la logística del rescate.

¿Qué tan estresante es su día a día? ¿Se puede planificar esa labor?

Es muy intenso y estresante. No se puede planificar nada, porque todo son urgencias. La gente no tiene paciencia: si avisan de un perro, tiene que ser “ya”. “Llévatela ahora, o se la doy a cualquiera”. Hay que estar constantemente apagando fuegos, y eso genera una preocupación enorme. Muchas noches pienso: “¿Y si me equivoqué de familia? ¿Y si no es buena persona?”. Esa responsabilidad pesa muchísimo.

Y a pesar de tanto sacrificio y tensión, ¿qué es lo que le reafirma que merece la pena? ¿Cuál es su recompensa?

Mi mayor recompensa es cuando me mandan fotos y vídeos de seguimiento de mis 'bebés', como yo los llamo. Cuando los veo felices, durmiendo patas arriba, paseando con sus familias... para mí, eso lo paga todo. En ese momento es cuando todo cobra sentido. Son seres indefensos; no pueden hablar, no pueden denunciar... y verlos con una vida digna me da un profundo sentido. 

Pasemos a la situación en España. Como rescatista, ¿cuál es su radiografía de la sensibilización animal en el país?

Para mí, la cosa está fatal. Hay muy poca empatía y poco respeto hacia el animal, en general. No se educa a la gente y no se le conciencia. España tiene un retraso de 200 años con respecto al resto de Europa; aquí un perro es solo un perro, y si sufre, 'cojo otro'. No se habla de la dignidad de una vida que sufre. 

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¿Qué cree que falla en la protección animal a nivel institucional?

Lo que falla es la base. Las autoridades no ejercen, no cumplen con su trabajo, y las denuncias no sirven para nada porque se archivan o ni si quiera van a trámite. La policía está saturada y no está preparada para responder a estos casos. La Ley de bienestar animal, con todo el bombo que se le dio en su día, prácticamente no ha servido para nada.

¿Qué ocurre con los maltratadores o quienes abandonan?

La ley no es lo suficientemente dura con estas personas. Una persona puede coger un perro, ponerle el chip, abandonarlo después o, peor, pegarle una paliza y como mucho puede caerle una multa, como mucho. ¿Y qué pasa después? Que tras quince días, ese mismo maltratador puede volver a tener otro perro, volver a chiparlo a su nombre y seguir maltratando. No hay un freno real.

Mónica Díaz, rescatista en Canarias

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¿Cómo es la situación en otros países de Europa en comparación con España?

Es incomparable. Yo mando muchísimos perros a Alemania porque allí no existe ese nivel de abandono. La conciencia de la sociedad está mucho más evolucionada. En países como Alemania, Noruega o Países Bajos, las autoridades sí son competentes y los ciudadanos cumplen las leyes. Incluso en Italia, aunque quizá no las autoridades, pero si la sociedad tiene un mayor respeto animal y promueve mucho más el 'no compres, adopta'. En España, de verdad, necesitamos aprender muchísimo. 

¿Cuáles son los cambios más importantes que deberían implementarse para revertir esta situación en España?

Primero, la educación; es fundamental empezar con los más jóvenes, enseñándoles la importancia del respeto hacia los animales. En segundo lugar, creo que el gobierno y las autoridades tienen que actuar: deben hacer cumplir las leyes que ya existen y, además, crear normas más duras para los maltratadores, evitando que una persona con antecedentes de maltrato pueda volver a tener un animal. Solo con educación y consecuencias podemos lograr esa dignidad y empatía.