Manoli Albarrán, 49 años, vecina de Salamanca y fundadora de la asociación Vidas Callejeras, dedica gran parte de su vida a los gatos comunitarios, animales sin dueño que sobreviven gracias al esfuerzo voluntario de ciudadanos como ella. Su trabajo diario —alimentar, esterilizar y defender sus colonias— contrasta con la inacción institucional que denuncia con firmeza. Comparte su historia personal, su trayectoria en protección animal y los desafíos que enfrentan quienes luchan por la dignidad del gato callejero en España.
¿Cómo empieza su relación con los animales?
En mi casa siempre ha habido perros y he crecido acompañada por ellos. Cuando pienso en mi infancia, siempre me veo con un perro al lado.
Soy consciente de que me metí yo sola y arrastro a quienes están a mi alrededor
Manoli Albarrán, 49 años, vecina de Salamanca.
¿Qué le aportaban esos perros cuando era niña?
Eran mis amigos. Soy la pequeña de siete hermanos y el que está por encima de mí me saca casi diez años. Pasaba mucho tiempo sola y siempre estaba con mi perro, tanto en los buenos momentos como en los malos. Era mi compañía constante.
¿Qué tipo de perros eran?
Siempre chuchos, perros mestizos que yo encontraba en la calle y me llevaba a casa.
¿Cuándo empezó a tomar conciencia del abandono animal?
Alrededor de los 18 años. Comienzas a escuchar más casos, ves noticias, comprendes la magnitud del problema. Con el poco dinero que tenía, empecé a ayudar a protectoras: compraba pienso, hacía pequeños donativos, incluso renunciaba a caprichos para poder aportar algo.
¿Cuándo se implica de forma más profunda?
En 2011. Mi madre falleció en 2010 y me quedé con un vacío enorme. Busqué cómo ocupar mi tiempo y empecé a colaborar activamente con la protectora El Hocico, en Salamanca.
Existe una ley de bienestar animal con artículos específicos dedicados a colonias felinas, del 38 al 42, pero el 90% de los ayuntamientos no la cumple
¿Qué hacía allí?
Todo. Paseaba y limpiaba perros en el refugio, gestionaba acogidas y adopciones, ayudaba en eventos y en la venta de merchandising. Estaba en todas las áreas de la asociación.
¿Esa implicación llegó a afectarla emocionalmente?
Sí. Empecé a vivir cada caso como si fuera mío y eso me desgastó. Dejé de quedar con amigos, con familia, y hasta mis propios animales quedaron en segundo plano. Era una implicación emocional excesiva, y decidí cortar de golpe.
Después de dejar ese voluntariado, ¿qué descubre?
Descubro el mundo de los gatos de la calle. El gato comunitario, el gato feral… Me doy cuenta de que están totalmente desprotegidos. Son los grandes olvidados tanto por las instituciones como por la sociedad.
¿Cómo comienza a implicarse con ellos?
En 2018 una mujer que llevaba años alimentando colonias me pidió si podía dejar agua a unos gatos cerca de uno de mis trabajos. Un día les llevas agua, luego una latita, vuelves al día siguiente y aparecen más… y descubres que hay muchísimos gatos y nadie hace nada.
¿Cuándo decide crear la asociación Vidas Callejeras?
En 2019. El Ayuntamiento de Salamanca no respondía a mis escritos y entendí que para que me escucharan tenía que ser una asociación. En febrero de 2020 nació Vidas Callejeras.
Manoli Albarrán, 49 años, vecina de Salamanca y fundadora de la asociación Vidas Callejeras.
¿Consiguió algún tipo de colaboración institucional?
Sí. Ese mismo año nos recibió la concejala de bienestar animal y firmamos un convenio para aplicar el método CER: Captura, Esterilización y Retorno.
¿Cómo funcionó ese convenio?
Lo cumplimos en pleno 2020, pero decidí no firmar más. Las exigencias eran muchas y la ayuda mínima. Solo interesaba la castración; el resto de necesidades ni se contemplaba.
¿Cuál es hoy el principal obstáculo para gestionar colonias felinas?
La falta total de implicación de las administraciones. Existe una ley de bienestar animal con artículos específicos dedicados a colonias felinas, del 38 al 42, pero el 90% de los ayuntamientos no la cumple.
¿Qué respuesta obtiene cuando denuncia ese incumplimiento?
Que la Dirección General no puede obligar a un ayuntamiento debido a la ley de competencias. Da la sensación de que una administración local puede decidir si cumple o no una ley sin consecuencias.
¿Cómo sobrevive entonces su asociación?
A base de donativos: pienso, teaming, aportaciones económicas. No tenemos socios ni grandes recursos. Con ese dinero —y muchas veces con el nuestro propio— esterilizamos y alimentamos a los gatos.
¿Puede dar un ejemplo concreto de su trabajo?
En una de mis colonias he castrado 40 gatos desde 2018. El ayuntamiento solo ha pagado dos. Gracias a la gestión continuada, esa colonia hoy tiene seis gatos sanos, castrados y sin camadas.
¿Por qué es tan importante evitar nuevos nacimientos?
Porque en una colonia la mayoría de los cachorros mueren antes del año. Para mí, la mayor recompensa es no ver camadas. Significa que no siguen naciendo animales destinados a sufrir y morir.
¿Cómo es su día a día?
Trabajo por la mañana, hago pilates por recomendación del fisioterapeuta y después me voy a las colonias. Doy de comer, cambio el agua, limpio la zona y coloco jaulas trampa cuando toca castrar. De lunes a jueves pongo jaulas; viernes, sábado y domingo no, porque las clínicas están cerradas y no se puede operar.
¿También se reúne con administraciones?
Sí. Por ejemplo, con concejales de pueblos cercanos que están empezando a implicarse. No firmo más convenios, pero colaboro si el ayuntamiento quiere trabajar de verdad.
Un día les llevas agua, luego una latita, vuelves al día siguiente y aparecen más… y descubres que hay muchísimos gatos y nadie hace nada
¿Sigue existiendo rechazo hacia el gato callejero?
Sí. Persiste el tópico de que son traicioneros, despegados, dañinos… La mayoría de quienes lo dicen nunca han convivido con un gato. Las alimentadoras han trabajado toda la vida a escondidas, con miedo a multas o críticas, como si estuvieran cometiendo un delito.
¿Cómo está España respecto a Europa en protección animal?
Muy atrás. Creo que si hoy tenemos una ley es porque Europa nos ha presionado durante años. En otros países los gatos de ciertos lugares se celebran; aquí, casi siempre molestan.
Manoli Albarrán, 49 años, vecina de Salamanca y fundadora de la asociación Vidas Callejeras.
¿Qué haría falta para mejorar la situación?
Educación desde la infancia. Enseñar en guarderías y colegios qué significa el bienestar animal. Y aplicar la ley con sanciones reales. Si no hay consecuencias, nada cambia.
¿Tiene fuerzas para seguir?
Sí, aunque a veces me pregunto qué necesidad tengo. Soy consciente de que me metí yo sola y arrastro a quienes están a mi alrededor. Pero sigo porque sé que funciona: cuando gestionas bien una colonia, disminuye y vive mejor.
¿Qué es lo que más satisfacción le da de su trabajo?
Ver colonias sin cachorros. Ver gatos sanos, castrados, tranquilos. Mi ilusión es que un día no existan animales viviendo en la calle.


