El verano de 2025 marca un nuevo récord: 16 días con temperaturas por encima de los 40ºC

Calor extremo prolongado

Hasta 2017 las temperaturas por encima de los 40 ºC eran excepcionales incluso en temporada estival; desde entonces los periodos prolongados de calor extremo se repiten cada año

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Personas buscan la sombra en el Club Natació Banyoles, a orillas del Estany, para mitigar las altas temperaturas

Pere Duran / Nord Media / Colaboradores

Con motivo del cierre meteorológico del verano (que agrupa los meses de junio, julio y agosto), el Servicio Meteorológico de Catalunya (Meteocat) ha analizado las principales variables que ha dejado esta estación concluyendo que este ha sido el verano más caluroso de los últimos 121 años en el Observatori de l’Ebre. Se han batido récords de temperatura, siendo este periodo estival el segundo más caluroso registrado en Catalunya, quedando solo por detrás del de 2022. Eso sí, este verano ha dejado el registro de temperaturas extremas más prolongado desde que existen datos.

Se alcanzaron más de 40ºC en 7 días de junio, 2 a inicios de julio y otros 7 durante la ola de calor de agosto, sumando un total de 16 días, por encima de los 14 del 2022, lo que constituye un récord. Lo saben bien en el Observatori de l’Ebre, donde superar los 40ºC se ha vuelto relativamente habitual. Las temperaturas están dos grados, mínimo, por encima de la media climática del periodo 1991-2020.

La nueva realidad: olas de calor prolongadas en lugar de picos puntuales

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Los días de temperaturas extremas ya no son una excepción en los meses de verano en Barcelona

Àlex Garcia / Propias

En los observatorios históricos del Ebre (Roquetes, Baix Ebre) y Fabra (Barcelona) se registraron 28 y 20 días consecutivos, respectivamente, de temperaturas máximas diurnas extremas. Este periodo de calor prolongado se concentró entre finales de junio y principios de julio.

Aunque las lluvias han estado presentes durante la estación, sus efectos no han sido tan marcados como los del calor extremo. Con los datos del Observatori Fabra de Barcelona en la mano, Marc Prohom, jefe de Climatología del Meteocat, afirma que este verano se ha caracterizado “por la persistencia de temperaturas altas, con olas de calor prolongadas en lugar de picos puntuales”.

En las últimas décadas, el número de noches tropicales (la temperatura no baja de los 20 grados) ha aumentado notablemente, registrándose entre 4 y 6 más por decenio. Actualmente, hay entre 30 y 45 noches tropicales más al año respecto a mediados del siglo XX, pasando de unas 20 anuales en los años 80 a más de 50 en lugares como Barcelona. El aumento de este tipo de noches se debe “al calentamiento global y al efecto de la isla de calor urbana, que se ve amplificado por materiales de construcción y la urbanización”, apunta Prohom.

En el caso de las noches tórridas (el termómetro no baja de los 25 grados), cada vez se presentan con mayor anticipación en el calendario. Este verano se registraron 36 de este tipo, una cifra solo superada en el 2022, con 47 noches, y en el 2003, con 51. Además, este 2025 es el año con más noches tórridas que han tenido lugar fuera del periodo canicular, que va del 15 de julio al 15 de agosto. Esto, que antes era raro en Barcelona, indica un cambio significativo en el clima, razona Prohom.

Defiende que este fenómeno está directamente relacionado con el cambio climático, ya que la región mediterránea es un punto caliente del calentamiento global, donde se registra un aumento de temperatura más acelerado que en otras zonas, como el Ártico. En las costas catalanas “esto no es una casualidad, sino una manifestación local del calentamiento global, que se agrava por factores como la morfología urbana en Barcelona”, añade el jefe de Climatología del Meteocat.

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El mar no se escapa de este calor desbocado, de ahí que haya alcanzado la temperatura más alta registrada en los meses de junio y julio, con el récord de 26,8ºC del día 18 de julio, medida en l’Estartit.

Por último, Prohom asegura que estos veranos tan calurosos y con temperaturas persistentes continuarán y tenderán a intensificarse en el futuro. Por ello, ofrece una serie de recomendaciones para mitigar sus efectos. La primera es muy obvia, aunque de difícil cumplimiento si se atiende a los pobres resultados cosechados en las últimas décadas. “A nivel global –dice Prohom- se debería intentar reducir las emisiones de CO2”.

La nota positiva

Estado de los embalses

En el caso más local –añade-, se debería “transformar la morfología urbana mediante la creación de refugios climáticos como bibliotecas y parques con sombra, aumentar las zonas verdes y reducir el efecto de isla de calor urbana”. Y concluye: “Es necesario adaptar planes de emergencia para olas de calor e implementar medidas que mejoren la continuidad urbana”.

Si el calor es la cara amarga, el estado de los embalses es la positiva. Solo hay que ver los datos de las cuencas internas en Catalunya (que incluyen embalses como Sau o Susqueda), los más altos desde el 2021. A 31 de agosto del 2025, estaban al 71,3% de su capacidad, por un 30,3% en el 2024, un 23,9% en el 2023 o un 38,5% en el 2022.

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