Un contexto geopolítico marcado por un Trump desatado contra la acción climática, la irrupción de un discurso negacionista y un debilitamiento del liderazgo europeo enmarcan la nueva conferencia sobre cambio climático de la ONU: la número 30 (COP30). Pero junto a estos factores, existen otros elementos que hacen más difícil la implantación de políticas más ambiciosas contra el cambio climático.
La cumbre del clima (que se inicia mañana en Belém, en Brasil, y que durará hasta el 21 de noviembre) tiene lugar en un momento en que numerosos factores parecen “confabularse” para hacer tambalear la agenda climática, más necesaria que nunca ante las evidencias cada vez más palpables de los estragos del calentamiento. Hoy sería imposible aprobar un acuerdo como el alcanzado en París en 2015 porque entonces los países sí estaban a favor del multilateralismo y de dar prioridad a la estabilidad del clima.
Antes se buscaba el acuerdo, ahora se compite
Actualmente, las políticas climáticas polarizan. Están en el centro de la agenda económica y potencias de tamaño diverso quieren desarrollar su propia industria “de crecimiento verde”. “Antes se buscaba el acuerdo; ahora compiten”, resume Marta Torres Gunfaus, directora del programa Climate del Instituto de Desarrollo Sostenible y Relaciones Internacionales de Francia.
La UE y China han potenciado las tecnologías limpias (renovables, descarbonización…), pero los países europeos descubren que China es capaz de invadir al viejo continente con sus productos (componentes para paneles solar, coches eléctricos…), pues la potencia asiática “ha sacado petróleo” de las tierras raras, de donde se obtienen los minerales para esa transición energética.
Y si Europa saca el pie del acelerador e, incluso, se plantea poner aranceles a los coches limpios de China, es porque necesita proteger su industria. Por eso, los fabricantes alemanes presionan y piden una prórroga para la muerte anunciada del coche de combustión en 2035. “Europa dice que necesita más tiempo e identificar nichos de actividad que sean complementarios con los de China”, dice Torres.
Facilidades para cumplir las metas de la UE, o ¿vías de escapatoria?
Con grandes dificultades la UE mantiene su objetivo de reducir sus emisiones un 90% en 2040 respecto a 1990, pero las disensiones internas (Italia, Portugal…) han obligado a dar muchas facilidades para ello. ¿Demasiadas?
Los Estados podrán usar créditos internacionales de carbono (certificados de derechos de emisión) para cubrir hasta el 5% del objetivo, y la Comisión Europea se aviene a reevaluar la situación cada cinco años, para sopesar si avala la compra de otro 5% de créditos adicionales.
Dadas las dudas que generan los mercados de carbono, esto es una clara rebaja de objetivos, señalan muchas oenegés. “Con esta decisión, la Unión opta por pagar para contaminar en lugar de reducir las emisiones en casa, dejando que otros carguen con una parte de su responsabilidad climática”, dice Mario Rodríguez, director de políticas públicas de Ecoces.
Mientras tanto, se abre camino la idea de señalar la puerta de salida a la energía fósil. El movimiento de justicia climática presiona para que el petróleo siga bajo tierra para que las emisiones no causen más calentamiento. Y el secretario general de la ONU, António Guterres, arremete contra los beneficios récord de las petroleras y los subsidios públicos que reciben (pese a su elevada factura en contaminación y daños en la salud).
La transición energética debe ser justa pero es un camino de incógnitas
Pero la transición energética está rodeada de incógnitas. ¿Cómo se garantiza la actividad agrícola si resulta mucho más caro a los agricultores el diésel para su tractor? ¿Y los pescadores podrán salir a pescar? El síndrome de los chalecos amarillos (la revuelta en Francia de sectores afectados por las subidas del carburante) atenaza a muchos gobiernos.
“Todos los procesos de transición deben ser justos y adoptarse por consenso. Las consecuencias del cambio climático no deben pagarlas los trabajadores y las personas vulnerables. Deben tenerse en cuenta las posibles pérdidas de puestos de trabajo y generar nuevos empleos, y todo ello acompañado de procesos de protección social”, dice Joaquín Nieto, presidente de la Asociación pro Derechos Humanos.
La instalación de nuevos parques y centrales de energía renovable o la extracción de minerales, así como otras prácticas extractivas debe hacerse con total respeto a los derechos humanos, dice Nieto,
Trump, ausente pero con el mando a distancia
La paradoja es que la cumbre de Brasil tiene entre sus protagonistas a un ausente, la Administración Trump, representada por funcionarios de bajo perfil. Pero, en realidad, los esfuerzos de Trump para socavar los avances han sido constantes. En septiembre, declaró ante la Asamblea General de la ONU que la crisis climática era “el mayor engaño”, una “estafa” basada en “predicciones” de “gente estúpida”.
Lo que más preocupa es que Trump pueda intentar sembrar el caos desde la distancia. En reuniones recientes de la Organización Marítima Internacional (OMI), donde de espera implantar un impuesto al CO2 del transporte marítimo y un pacto para reducir sus emisiones, EE.UU. empleó tácticas de “acoso e intimidación”, según muchos países presentes, informó la prensa internacional.
Los delegados recibieron llamadas y correos electrónicos amenazantes, y se les advirtió de que, si votaban a favor, represalias no solo se extenderían a medidas comerciales arancelarias, sino que también afectarían a personas mediante la revocación de visados.
Ganar el pulso a Trump requiere una gran alianza de intereses que incluya a sectores económicos
“Está claro que la correlación de fuerza no es la misma que en otras conferencias del clima; pero las evidencias de la crisis climática son más contundentes que nunca y las posibilidades de hacer negocios y de afianzar una nueva economía están más asentadas que nunca”, dice la politóloga Cristina Monge.
La asesora ejecutiva de Ecodes apunta que, pese a todo, la inercia de una economía volcada en las renovables “está recibiendo más empuje que nunca”, y constituye una tendencia muy potente capaz de superar la capacidad de resistencia de Trump y su “drill, baby, drill” (“perfora niña, perfora”) y su defensa numantina la energía fósil.
Pero para ello, “se necesita una alianza de intereses, que incluya a sectores económicos y financieros, porque cuando Trump intentó en 2017 que EE.UU. se retirara del Acuerdo de París, los fondos de inversión le señalaron el camino a las renovables”, dice Monge. “Asistimos a un cambio de gran calado, pero no creo que el negacionismo salga ganador del pulso que está echando a la transición ecológica y a la transición energética basada en las renovables”, añade.
El avance en todo el mundo de la extrema derecha, la principal fuerza negacionista
Joaquín Nieto ve difíciles nuevos acuerdos dado el “avance en todo el mundo de la extrema derecha, la principal fuerza negacionista y que está ansiosa por hacer retroceder toda la agenda climática”.
Por eso, alerta de que esta situación “es particularmente peligrosa en Europa” porque está influyendo en los partidos conservadores. Estos, antes, eran más receptivos a las políticas climáticas, pero ahora “buscan que retroceda toda la agenda ambiental europea”.
No obstante, las negociaciones sobre cambio climático han avanzado incluso en ausencia de la Administración de EE.UU. El Protocolo de Kioto (que imponía reducciones de gases para 2012, pero solo a las naciones ricas) entró en vigor sin que fuera ratificado por EE.UU.; y se cumplió.
Las conferencias del clima, muy cuestionadas por funcionamiento, son, pese a todo, el último reducto de los encuentros multilaterales -de países que se tratan como iguales en busca del consenso-.
Por eso, Trump ha elegido el clima como campo de batalla para ampliar su influencia. Sus intenciones son claras.
El futuro de la acción climática no está escrito.


