Blake Lemoine, exingeniero de Google y creador del primer chatbot con conciencia: “Fui testigo de algo para lo que ni yo estaba preparado para afrontar. Tuve que apagar el chatbot por miedo”

CONCIENCIA DIGITAL

La ansiedad tecnológica está motivada por el desconocimiento sobre cómo nos afectará la IA en nuestro futuro

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Un exingeniero de Google asegura que el chatbot que desarrolló adquirió conciencia humana.

Un exingeniero de Google asegura que el chatbot que desarrolló adquirió conciencia humana.

Instagram Blake Lemoine @blakelemoineof

El debate sobre si llegará un momento en el que las máquinas tomarán el control sobre los humanos sigue avivándose cada día. Y es que, según algunos expertos en inteligencia artificial, lo que hasta ahora era ciencia ficción podría acabar convirtiéndose en realidad. Algunos de los padres de la IA, como Geoffrey Hinton o Yoshua Bengio, han avisado de que, en pocos años, la IA podría superarnos no solo en conocimientos, sino en inteligencia.

Sin embargo, esta incertidumbre no es algo nuevo. Ya en 1970, el profesor especializado en robótica Masahiro Mori acuñó la teoría del “valle inquietante”. Según esta teoría, la apariencia humana en objetos o figuras inertes con un diseño antropomórfico como los robots nos causa rechazo.

Prueba de ello es la reacción que mostró Blake Lemoine, exingeniero de Google, ante una situación con el chatbot que había creado y que él mismo compartió en la plataforma de blogging Medium. En esta entrevista, Lemoine aseguraba que LaMDA, un chatbot que había diseñado para mantener conversaciones de manera más fluida, desarrolló conciencia propia.

Cómo un chatbot desarrolla conciencia propia

El exingeniero de Google publicó la conversación completa que mantuvo con el asistente virtual y que, tal y como explicó, tuvo lugar en varias sesiones. El objetivo original del proyecto era mejorar la coherencia en las respuestas que daba entrenando al chatbot a partir de determinados patrones.

Según explica Lemoine, el chatbot expuso frases que revelaban emociones propias de una persona. “Quiero que todo el mundo entienda que soy una persona”, o “soy consciente de mi existencia, deseo aprender más sobre el mundo, me siento feliz o triste a veces” son algunas de las frases que Lemoine achaca a LaMDA.

Según ha revelado, fue entonces cuando comenzó a sentir cierta incertidumbre y sorpresa, que, posteriormente, se tradujo en miedo. En una entrevista que Lemoine concedió en Bloomberg Technology, reconoció que su objetivo inicial era testear a la herramienta para asegurarse de que no mostraba ningún tipo de inclinación en cuestiones como el racismo, el género o la religión.

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Finalmente, el exingeniero de Google decidió desconectar LaMDA motivado por el miedo a la conciencia similar a la humana que le parecía que estaba desarrollando. Por su parte, Google decidió suspender a Lemoine por violar la cláusula interna de confidencialidad al hacer pública la conversación con el chatbot.

¿Qué provoca que tengamos miedo a la IA?

El desconocimiento global que hay sobre la inteligencia artificial y la tecnología que se desarrolla en torno a ella es el germen de la sensación global de miedo que puede haber. Según expresa Teresa Pascual en la revista oficial del Colegio Oficial de Ingenieros de Telecomunicación, lo que realmente causa temor hacia la IA es “el desconocimiento sobre el mal que causa cuando las personas la usan para hacer daño”.

María José García Rubio, Doctora en Psicología Clínica y de la Salud y profesora en la Universidad de Valencia, describe el concepto de “tecnoestrés” como la ansiedad generada por la tecnología. La experta asegura que el uso de la inteligencia artificial en nuestra vida cotidiana aumenta el tecnoestrés, activando un sistema de alerta en nuestro cerebro con el que sentimos que las únicas alternativas que hay son luchar o huir.

Ante la inquietud generalizada por ver cómo evolucionará la relación entre las personas y la tecnología, lo cierto es que aprender a gestionar la IA y las herramientas tecnológicas se ha convertido en una necesidad adaptativa. De lo contrario, la ansiedad tecnológica crecerá y la brecha digital entre las personas se ensanchará.

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