Sandra Gómez, especialista en acompañamiento emocional: “Los adolescentes usan códigos para avisar de que un adulto mira o para que no se entere de una conversación, y algunos códigos sí que merecen atención”
Códigos secretos
Muchos menores emplean abreviaturas y números para esquivar la censura de las redes y comunicarse entre ellos sin que los adultos comprendan su significado
Soledad Garcés, especialista en convivencia digital: “Damos por sabido que los adolescentes entienden lo que es esperable, saludable o normal. Pero los adultos no entendemos que internet borra esos horizontes entre lo normal y anormal”
Sandra Gómez es especialista en acompañamiento emocional
La psicóloga y especialista en acompañamiento emocional Sandra Gómez Marrupe, con más de 18 años de experiencia trabajando con jóvenes, advierte de un fenómeno que pasa inadvertido para muchos padres: “los adolescentes usan códigos para avisar de que un adulto mira o para que no se entere de una conversación, y algunos códigos sí que merecen atención”.
Este nuevo lenguaje en clave surge como una estrategia para esquivar la censura algorítmica de las redes sociales, que bloquean palabras o expresiones consideradas peligrosas, como “suicidio”, “sexo” o “autolesión”, tal y como recoge la Fundación ANAR en su guía ‘El lenguaje secreto de los menores de edad en redes sociales’.
El lenguaje cifrado de los adolescentes
Entre estos códigos se esconden mensajes de alerta. Algunos son aparentemente inocuos, por ejemplo: MOS, POS o DOS, que significan “padres cerca”. Pero otros revelan situaciones más graves. “1, 4, 2, 3” equivale a “me quiero morir”, explica Gómez, quien invita a los adultos a no reaccionar con alarma sino con diálogo. “La clave no está en descifrarlo todo, sino en que te avise cuando importa”, aconseja.
Según datos de la Fundación ANAR, este lenguaje cifrado se ha convertido en una herramienta para burlar los filtros automáticos que eliminan contenido sensible. Plataformas como TikTok o Instagram bloquean publicaciones que contengan términos asociados a autolesiones, sexualización de menores o violencia. Sin embargo, los adolescentes, con una enorme capacidad de adaptación digital, recurren a cifras y abreviaturas para expresar emociones sin que sus mensajes sean censurados.
En esa jerga, KMS significa “suicidarme”, LH6 equivale a “tengamos sexo” y 505 se usa como un código de auxilio, similar a un SOS. Otros, como 11:11 o 988, aluden a estados de ánimo preocupantes. “No todo es peligroso ni todos los adolescentes los conocen o los usan”, matiza Gómez, “pero saber qué significan ayuda a detectar a tiempo cuándo hay presión o riesgo”.
Los expertos en ciberseguridad y psicología infantil coinciden: los adultos deben mantenerse informados sin invadir la intimidad de los menores. Los controles parentales pueden ayudar, al restringir contenido inapropiado o establecer límites de tiempo, pero no sustituyen la comunicación abierta. La Fundación ANAR insiste en que el acompañamiento emocional es la herramienta más eficaz para prevenir situaciones de riesgo.
Gómez propone una estrategia sencilla: hablar sin sermones. “Compartir esta información y hacer preguntas como ‘¿tú sabías lo que significa esto?’ o ‘¿qué harías si un amigo te mandase un mensaje así?’” fomenta la confianza. Incluso sugiere acordar una “palabra de ayuda” familiar, una clave discreta para pedir apoyo sin miedo ni juicio. El diálogo, recalca, no debe centrarse en el control, sino en crear un espacio seguro donde los adolescentes puedan contar lo que ocurre en su entorno digital. Porque muchos de estos códigos, aunque alarmantes a primera vista, son más una llamada de auxilio que una amenaza.