Pasar horas frente a una pantalla podría ser un factor de riesgo silencioso para el futuro cardiovascular de niños y adolescentes. Esta es la principal conclusión de un estudio publicado en el Journal of the American Heart Association y liderado por David Horner, investigador del centro COPSAC en la Universidad de Copenhague. “Limitar el tiempo de pantalla durante la infancia y la adolescencia podría proteger la salud cardíaca y metabólica a largo plazo”, advierte Horner, quien lleva años analizando el impacto de los estilos de vida tempranos sobre la salud adulta. En declaraciones a la Agencia SINC, el investigador explica que “nuestro estudio ofrece pruebas de que esta relación empieza muy pronto y subraya la importancia de tener rutinas diarias equilibradas”.
La infancia digital
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La investigación ha seguido durante años a más de 1.000 niños y adolescentes daneses. Según los datos recogidos, el tiempo diario frente a dispositivos electrónicos crece de forma notable entre los 6 y los 18 años: de una media de 2 horas diarias a los 6 años, se pasa a más de 6 horas a los 18. Pero no es sólo una cuestión de sedentarismo. Lo preocupante es que, por cada hora adicional, aumenta el riesgo de presentar factores cardiometabólicos como hipertensión, colesterol elevado o mayor perímetro abdominal.
Uno de los hallazgos más llamativos del trabajo es la relación directa entre el uso de pantallas y una puntuación compuesta que mide el riesgo cardiometabólico. Esta puntuación se basa en cinco parámetros clínicos: cintura, presión arterial, niveles de HDL, triglicéridos y glucosa. “Un niño con tres horas más de pantalla al día podría tener hasta media desviación estándar más de riesgo que sus compañeros”, señala Horner.
Fran explica que, por muy cómodo que pueda parecer, no es bueno que los niños menores de 2 años utilicen pantallas
Además, el estudio ha identificado una huella biológica en sangre: un conjunto específico de metabolitos que aparecen asociados al uso prolongado de dispositivos. “Este hábito puede dejar un rastro biológico medible, que refleje cambios en el metabolismo incluso antes de que aparezcan síntomas de enfermedad”, alerta el investigador danés. Estos cambios podrían convertirse en el futuro en herramientas de alerta para prevenir enfermedades crónicas desde la infancia.
Uno de los factores clave que media esta relación es el sueño. No sólo se trata de la duración, sino también de los horarios. Los niños que duermen menos horas o que se acuestan más tarde presentan un mayor riesgo cardiometabólico. De hecho, el análisis sugiere que hasta un 12 % de la asociación entre pantallas y riesgo metabólico podría explicarse por la reducción del sueño. “Durante mi trabajo clínico con niños, observé cómo las enfermedades cardiometabólicas suelen tener su origen en patrones que se forman durante la infancia”, apunta Horner.
Frente a estos datos, la recomendación de los expertos es clara: reducir el tiempo frente a las pantallas, especialmente en momentos clave del día, como antes de dormir o durante las comidas. “Un enfoque práctico sería proteger la hora de acostarse, adelantar el uso de pantallas a primera hora del día y reservar momentos sin dispositivos, como las comidas, para fomentar el equilibrio”, sugiere Horner.


