Microsoft nació de la unión de dos jóvenes que compartían una pasión por la informática, pero la historia de la empresa no puede entenderse sin mencionar al hombre que acompañó a Bill Gates en sus primeros pasos. Paul Allen fue quien impulsó la idea de crear un software que transformara el uso de los ordenadores personales y convenció a su amigo de abandonar Harvard para dedicarse por completo a ese proyecto.
Su visión técnica y su papel en la fundación resultaron esenciales para que la compañía despegara, aunque el equilibrio entre ambos socios pronto comenzó a resquebrajarse. Esa relación profesional, que en los inicios parecía indestructible, acabaría convertido en una relación llena de tensiones que marcaría para siempre la historia de Microsoft.
Memorias no muy positivas
La confianza inicial dio paso a una rivalidad cada vez más marcada
En su autobiografía publicada en 2011, Allen relató que la ruptura se agravó tras un episodio ocurrido en 1982. Contó que sorprendió a Gates y a Steve Ballmer, entonces directivo de la empresa, discutiendo su baja productividad y planeando una ampliación de acciones que reduciría su participación.
Allen explicó que irrumpió en la reunión y que ambos se disculparon después de haber escuchado su reacción. Tal y como detalló, “fue un oportunismo mercenario, lisa y llanamente”. Aquel suceso, según afirmó, confirmó su sospecha de que su socio trataba de relegarle a un papel secundario dentro de la empresa.
Paul Allen y Bill Gates en la Lakeside School de Seattle, en 1970, donde se conocieron antes de fundar Microsoft. En la imagen, ante el ordenador de la escuela
Las tensiones no se limitaron a ese momento. En el libro, Allen sostuvo que muchas de las innovaciones que consolidaron el dominio de Microsoft fueron fruto de sus ideas y que nunca recibió el reconocimiento adecuado. También acusó a Gates de haber mantenido una actitud autoritaria en las decisiones internas. “Había mucho estrés por culpa de sus demandas”, una situación que agravó el clima laboral en los primeros años de la compañía.
En su relato, explicó que cuando pidió una compensación adicional por desarrollar el producto SoftCard, Gates se negó. “Creía que nuestra asociación se basaba en justicia, pero vi que los intereses de Bill invalidaron todas mis consideraciones”, escribió el cofundador.
El conflicto entre ambos se reflejó también en la distribución accionarial. Al principio, Gates conservaba un 60% y Allen un 40%, proporción que más tarde cambió en beneficio del primero. Allen aceptó los ajustes, pero su decepción creció con el paso del tiempo, hasta el punto de abandonar sus funciones ejecutivas en 1983. A pesar de seguir siendo accionista, la distancia personal se hizo definitiva. Su testimonio, leído hoy desde 2025, muestra que aquellas desavenencias no fueron un episodio pasajero, sino el inicio de una fractura que acompañó a ambos hasta el final de su relación profesional.
El tono del libro provocó sorpresa en el entorno de Microsoft, donde se pensaba que los dos fundadores mantenían una amistad sólida. Algunos antiguos empleados, como Carl Stork, afirmaron que Gates tuvo “un impacto mucho mayor en el crecimiento y el éxito de Microsoft”. Otros, como el profesor David Yoffie, recordaron que Allen tuvo un papel esencial en los orígenes de la compañía, porque “Bill no habría dejado Harvard si no fuera por Paul”.
Con el paso de los años, las memorias de Allen quedaron como el testimonio más detallado de un desacuerdo que dividió a dos socios que habían cambiado el rumbo de la informática moderna en una época muy distinta a la actual.

