Viaje al lado más oscuro de Internet: 'Amigdalatrópolis' retrata con pelos y señales las realidades más escalofriantes de la Dark Web

Libros

El escritor estadounidense B.R. Yeager firma 'Amigdalatrópolis', una obra tremendamente angustiosa que narra, con una crudeza sin par, la dinámica de la cultura Incel en los foros de la dark web.

La obra de 1920 que predijo la IA, la rebelión de las máquinas y el fin del trabajo: “Robots de todo el mundo, unámonos para acabar con la humanidad; no dejéis un hombre vivo”

Ilustración del escritor B.R. Yeager en su web

Ilustración del escritor B.R. Yeager en su web

Cuando una fiesta con drogas se estira más de lo conveniente, es, casi siempre, por una razón: ninguna de las personas que va colocada está lista para encontrarse a solas consigo misma. Esa es la base de cualquier amistad atravesada por el consumo de estupefacientes. Si has tenido a algún ser querido metido en esos asuntos, sabes a qué me refiero.

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Hablando de toxicidad: a la vista de la novela Amigdalatrópolis, de B.R. Yeager, recientemente publicada en España, podría decirse que los foros de hombres que dan forma a lo que llamamos cultura Incel son exactamente eso: chicos con demasiado miedo a mirar dentro de sí mismos, que, en su defecto, eligen compartir un arsenal de contenido ilícito, capaz de averiar para siempre la cabeza de cualquier ser humano, y donde la sustancia tóxica mantiene vivo el vínculo. 

La crudeza con que B.R. Yeager narra semejantes realidades consigue algo a la altura de las mejores novelas, que es que nos olvidemos de que estamos leyendo una ficción… o que la ficción del libro parezca más real que la vida misma. Por desgracia.

Amigdalatrópolis es como un cruce entre Gaspar Noé, William S. Burroughs y el primer Houellebecq

Publicado en España por Caja Negra, Amigdalatrópolis es como un cruce entre Gaspar Noé, William S. Burroughs y el primer Houellebecq (el de Ampliación del campo de batalla o Plataforma). La obra abre foco sobre un protagonista anónimo, /1404er/, que se pasa el día en un foro de la dark web donde todo el mundo comparte el mismo alias, y donde la actividad principal consiste en un doomscroll de imágenes gore y contenidos misóginos y xenófobos.

¿Recuerdas la noticia reciente de aquel foro italiano donde miles de hombres compartieron durante años fotos de sus parejas sin su consentimiento —o, sin ir más lejos, el caso de Dominique Pelicot…? Pues esta novela retrata a la perfección esas mismas dinámicas, y la camaradería entre usuarios.   

”[Link de YouTube] Aparentemente el audio de fondo es de una niña siendo viol[…] hasta la muerte, pero seguro es falso”. 

«no conocías a la chica. quizás se merecía lo que le pasó. no conoces las circunstancias. no estás en posición de juzgar. el que hizo el posteo dijo era una p[…]. Si se vio obligado a matarla, seguramente se lo merecía». 

«[Link de YouTube] la cuarta parte termina con una castración voluntaria».

Portada de la edición española de 'Amigadalatrópolis'

Portada de la edición española de 'Amigadalatrópolis'.

Sirvan estos extractos para ejemplificar las técnicas narrativas de Yeager, basado en un soberbio dominio del diálogo (en este caso, del diálogo en Internet); pero también la propia psicología de los foros, que se basa en perseguir leyendas urbanas y encadenar enlaces a contenido abiertamente criminal, facilitado y producido siempre por otros usuarios. 

Aquí lo delictivo está, al mismo tiempo, cerca y lejos: los moderadores de foros siempre son vehículos que abren la puerta a un nuevo pasillo de horror. Rara vez existe un director de orquesta que actúe como único vertebrador del mal. Al contrario, el veneno se extiende de manera rizomática. 

Aquí lo delictivo está, al mismo tiempo, cerca y lejos: los moderadores de foros siempre son vehículos que abren la puerta a un nuevo pasillo de horror

Ya es, a estas alturas, inevitable trazar los paralelismos entre estos foros de Amigdalatrópolis y los mediáticos casos de Jean Pormanove, el streamer francés que murió en directo en la plataforma Kick, o la caída en desgracia de Silvia Charro y Simón Pérez, aquí en España. ¿Quién si no un enjambre de usuarios anónimos que van desencadenando una progresiva autodestrucción a su paso, y cuyo contenido va punteándose entre distintas plataformas hasta llegar al mainstream, es responsable de este Internet macabro? 

Pero si todo mito se caracteriza por su veracidad liminal —existen las mismas probabilidades de que sea real o no—, las historias transmitidas por el usuario /1404er/ conducen al territorio de la imaginación atrofiada por este Internet horrendo, cuya perversión se redobla siempre que advertimos que los personajes son casi niños… y criminales. O como leemos en un diálogo del foro: 

“Cuando tenía 16 años les quité la virgin[…] a tres amigas de mi hermana de 11 o 12 años y después me las f[…] un par de veces más”

“Les digo a todos mis amigos que no veo Naruto, pero en realidad sí veo Naruto”.

'Amigdalatrópolis' es el corazón de las tinieblas de Internet: una bajada al infierno pixelado donde el mal ya no necesita un Eichmann, sino solo un dormitorio adolescente.

En un momento de la historia literaria en que la mayoría de escritores hombres reconoce la influencia de otras autoras, B.R. Yeager construye una novela alrededor de la misoginia digital, en donde no hay ni un asomo de sensibilidad femenina. Como sea, Amigdalatrópolis resulta absolutamente necesaria. 

Como si de un corazón de las tinieblas de Internet se tratase, Amigdalatrópolis nos empuja a mirar directamente a los ojos al significado del mal en nuestro tiempo, que ya no vive en el juicio a Eichmann, sino en el dormitorio de un adolescente, amueblado de Ikea. 

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