Los aficionados a la ciencia ficción sabemos bien que una de las consecuencias de viajar al espacio es que envejeces más lento. Es algo que hemos visto en películas de todo tipo, desde Interstellar hasta Lightyear, y que nos ha hecho abrir la mente sobre las peculiaridades tan concretas que tenemos la especie humana en relación con nuestro hábitat terrestre.
Sin embargo, no solo nos tenemos que ir al cine para observar este fenómeno. Es algo que ya está ocurriendo, y no en planetas lejanos o naves que viajan cerca de la velocidad de la luz, sino en un lugar tan cercano —y a la vez tan inalcanzable— como la Estación Espacial Internacional (ISS).
Cada vez que un astronauta pasa seis meses a bordo de la ISS, envejece aproximadamente 0,005 segundos menos que quienes permanecen en la Tierra. Y aunque esta cifra puede parecer minúscula, encierra dos de los pilares más fascinantes de la física moderna: la relatividad especial y la relatividad general de Albert Einstein.

Estación Espacial Internacional.
El tiempo es relativo (literalmente)
El concepto central detrás de este fenómeno es que el tiempo no transcurre igual para todos. Para entender por qué, hay que remontarse a principios del siglo XX, cuando Einstein formuló la teoría de la relatividad. Esta sostienen que el tiempo y el espacio están interrelacionados, y que el paso del tiempo varía dependiendo de dos factores clave: la velocidad a la que te mueves y la intensidad del campo gravitatorio que te rodea.
En otras palabras: cuanto más rápido viajas y cuanto más lejos estés de una fuente de gravedad (como la Tierra), más lento pasa el tiempo para ti comparado con alguien que está quieto en la superficie terrestre.

Albert Einstein diseñó los agujeros negros antes de que pudieran verse.
La Estación Espacial Internacional orbita la Tierra a unos 28.000 km/h, dando una vuelta completa al planeta cada 90 minutos. Ya que, según la relatividad especial, ese movimiento extremo ralentiza el paso del tiempo para los astronautas a bordo. Desde el punto de vista de un observador en la Tierra, sus relojes “van más despacio”.
Este efecto se conoce como dilatación temporal por velocidad, y aunque en la ISS se produce de forma muy leve, ya ha sido medido con precisión. Cuanto más rápido viaja un objeto, más se ralentiza el tiempo para él en comparación con objetos en reposo. Es el mismo principio que permitiría, teóricamente, viajar al futuro si uno pudiera moverse cerca de la velocidad de la luz.
Aun así, la velocidad no es el único factor en juego. También influye la gravedad. Según la relatividad general, cuanto más intensa es la gravedad que experimentas, más lentamente pasa el tiempo para ti. Y, como la ISS está a unos 400 kilómetros de altitud, los astronautas se encuentran en una zona donde la gravedad terrestre es más débil que en la superficie. Esto provoca el efecto contrario: el tiempo en la ISS transcurre ligeramente más rápido que en la Tierra debido a esa menor influencia gravitatoria.
¿Entonces qué ocurre? Que estos dos efectos, aunque opuestos, no se anulan exactamente. En el caso de la Estación Espacial, el impacto de la velocidad supera al de la gravedad reducida. Como resultado neto, los astronautas envejecen más despacio que quienes están en la Tierra.
Las cifras son tan pequeñas que solo pueden medirse con relojes atómicos ultraprecisos. Según BBC Sky at Night Magazine y un análisis del sitio New Space Economy, cada seis meses en la ISS suponen un “rejuvenecimiento” de unos 0,005 segundos respecto a las personas que permanecen en el planeta. Esto significa que, cuando los astronautas Butch Wilmore y Suni Williams regresen de su misión actual, serán técnicamente unas milésimas de segundo más jóvenes que sus versiones en la Tierra.