“Tenía que hacerlo”: por qué uno de los científicos más brillantes en inteligencia artificial ha dejado su puesto privilegiado en Estados Unidos para irse a trabajar a China

Inteligencia artificial

Su brillante carrera como investigador computacional ha despertado el interés de las instituciones chinas, y ha decidio atender a la llamada

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Song-Chun Zhu, eminencia en IA.

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Cuando Song‑Chun Zhu abandonó la UCLA en 2020, no lo hizo por capricho, ni por nostalgia. Lo hizo porque llegó un momento en el que ya no podía mirar a otro lado. La discrepancia entre su visión de la inteligencia artificial y lo que estaba ocurriendo en la escena predominante de investigación le empujó a tomar la decisión.

Esta es la historia de un científico formado en los EEUU, tan reconocido como premiado, que decidió volver a China para replantear los cimientos de la inteligencia artificial. Y ese “tenía que hacerlo” resume tanto su frustración como su convicción.

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De Hefei al Harvard de los noventa

Song‑Chun Zhu creció en medio del tumulto de la China rural, durante la Revolución Cultural, en una aldea donde la pobreza, la ausencia de avances y las historias de muerte le marcaron a una edad muy temprana. Aquello le aterrorizó. Y decidió que lo suyo sería contar historias, pero de otro modo: con máquinas que pudieran ver, aprender y razonar.

Tras destacar en su escuela secundaria, ingresó en la Universidad de Ciencia y Tecnología de China en Hefei, donde eligió la especialidad de informática. En 1992 emigró a Estados Unidos, donde hizo el doctorado en Harvard e inició una carrera brillante: investigación en visión por ordenador, reconocimiento de patrones y supervisión de un centro de IA en UCLA. Su talento le hizo valedor de financiación del Pentágono y otros organismos públicos, como la Fundación Científica Estadounidense (NSF) donde se posicionó como una autoridad reconocida. Muchos pensaban que se quedaría allí para siempre, pero él tenía una mirada distinta.

Song-Chun Zhu, durante una entrevista en la televisión china.

Song-Chun Zhu, durante una entrevista en la televisión china.

Mientras el campo de la IA avanzaba hacia el dominio de las redes neuronales profundas (deep learning), Zhu comenzó a sentirse desplazado. No porque los logros fueran menores —el auge de los modelos de lenguaje, los triunfos espectaculares de la visión artificial—, sino porque ninguna de esas aproximaciones respondía a lo que consideraba las preguntas clave: ¿por qué decimos las palabras que decimos? O ¿cómo razona un ser humano cuando no tiene montones de datos etiquetados, sino contexto social y físico del mundo real?

Para Zhu, la IA necesitaba que las arquitecturas cognitivas,  el razonamiento y la intuición social y física fueran algo más allá de la repetición estadística. Esa convicción le hizo sentir que su voz estaba en los márgenes de lo aceptado. Fue en ese contexto, en medio de tensiones en el ámbito académico, políticas anti‑espionaje, acusaciones cruzadas, migración de talento y una creciente sospecha hacia científicos chinos en Estados Unidos, cuando su decisión cobró forma.

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Y luego, hubo otro factor: su hija menor, Zhu Yi, patinadora de hielo, que en 2018 fue reclutada para competir por China, donde se nacionalizó y entrenó con el equipo nacional. Zhu observa que ya no solo era una decisión profesional, sino también personal.

Song‑Chun Zhu

“Tenía que hacerlo”: la decisión de volver

En el verano de 2020, tras 28 años en EEUU, Zhu tomó una decisión que sacudió a muchos: volver a China. Se fue sin ofertones iniciales de instituciones públicas sobre la mesa. Para otoño, sin embargo, ya había aceptado plazas en universidad de Beijing y Tsinghua, y se convertiría en director de un gran instituto estatal de IA: el Beijing Institute for General Artificial Intelligence (BigAI). De la Universidad de California pasó a liderar proyectos desde China con una nueva libertad intelectual.

¿Por qué? Zhu lo expresó de modo claro: “Durante los últimos 30 años, me he centrado en una sola cosa: la teoría unificada de la IA. Generar comprensión. Ese es mi único motor”. Esa frase resume su motivación: no se movía por bandera ideológica, ni por comodidad política, sino por la urgencia de poder explorar modelos que en EEUU estaban demasiado constreñidos por lo que era “rentable”, por lo que captaba financiación masiva, por lo que gustaba al establishment.

Durante los últimos 30 años, me he centrado en una sola cosa: la teoría unificada de la IA. Generar comprensión. Ese es mi único motor

Song‑Chun ZhuInvestigador experto en IA

Regreso a China

El clima académico y político que lo empujó

No fue solo por sentir esa presión. En los últimos años, la creciente rivalidad geopolítica entre EEUU y China se tradujo en políticas concretas: aumento de la fiscalización a científicos con vínculos con China, programas federales que pedían declaraciones de afiliación, procedimientos de inmigración y husos legales intimidantes.

Zhu dice que nunca fue investigado personalmente, pero sus estudiantes sí enfrentaron interrogatorios migratorios, demoras y sospechas. En medio estaba, además, su escepticismo con la dirección que tomaba la IA: modelos grandes, costos energéticos, falta de explicabilidad. Sentía que la comunidad le estaba pidiendo abandonar su búsqueda de razonamiento cognitivo profundo. “Tengo que hacerlo”, se repetía a sí mismo.

Retrat de Song Chun Zhu, de la University of California i n Los Angeles (UCLA).

RetratO de Song Chun Zhu, de la University of California in Los Angeles (UCLA).

UCLA / Reed Hutchinson

BigAI

Un nuevo laboratorio para una nueva IA

Volver a China le permitió algo muy potente: montar BigAI, un instituto en Beijing con apoyo estatal, donde se le dio carta blanca para explorar lo que él considera lo que la IA debe ser, no lo que dijo la mayoría. Ya está trabajando en TongTong, una plataforma que refleje esa filosofía: sistemas capaces de aplicar razonamiento, sentido físico y social, entendimiento más allá del dato. No solo entrenamientos masivos de redes neuronales, sino modelos que usen pocos ejemplos, que interactúen con entornos reales y que entiendan causalidad.

También enfatiza una cosa fundamental: que estas ideas no son anti‑deep learning por completo, sino críticas del modelo prevalente, y propuestas alternativas.

Consecuencias, controversias y expectativas

El movimiento de Zhu ha dividido opiniones. Algunos lo ven como un caso de “fuga de cerebros”, otros lo celebran como regreso intelectual. En EEUU, algunos congresistas han investigado sus fuentes de financiación, apuntando a subvenciones con implicaciones estratégicas o militares. En China, su regreso ha sido interpretado como parte de una estrategia nacional de IA, con reclutamientos estatales, competencia global y posibilidades de influencia.

Zhu insiste en una cosa: su motivación es intelectual, no política. “En EEUU, los académicos siempre coincidieron en que queríamos iniciar un Proyecto Manhattan para la IA. China también debería tener un plan centralizado para la IA. Es natural, no es ningún secreto”. Esa frase la pronunciaba al hablar de su propuesta de que China adopte enfoques coordinados —no como imposición estatal ineficiente, sino como estrategia para movilizar talento, recursos, infraestructura.

China también debería tener un plan centralizado para la IA. Es natural, no es ningún secreto

Song‑Chun ZhuInvestigador experto en IA

El retorno de Zhu marca un punto de inflexión en cómo se piensa la IA en el mundo. No todo es neutral. No todo es solo innovación técnica. Está lo ético, lo político, lo humano y tantos otros factores intangibles. Su historia muestra que cuando la ciencia se topa con la geopolítica, las decisiones personales importan.

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Zhu se convierte en puente entre dos mundos: el entrenamiento riguroso, la tradición académica de Occidente, la libertad de explorar; y la infraestructura, los recursos estatales, la escala y el margen de maniobra que China ofrece para ciertos planteamientos que en EEUU no serían financiados tan fácilmente, o serían considerados demasiado marginales.

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