Pedro Mujica, ingeniero computacional: “El capitalismo ha fracasado, ahora vivimos en el tecnofeudalismo: las grandes corporaciones nos tratan como vasallos digitales”
Inteligencia artificial
Mujica ha escrito 'Superhumanos: cómo empoderar a las personas mediante la inteligencia artificial y el metaverso', libro en el que invita a luchar contra la frialdad de esta nueva era recuperando nuestros valores humanistas
Rodrigo Taramona, experto en tecnología: “Solo tengo el graduado escolar, pero gracias a la Inteligencia Artificial y a Internet sigo aprendiendo cada noche”
Pedro Mujica, ingeniero superior computacional.
Hablar sobre futuro e inteligencia artificial suele ser sinónimo de imaginar escenarios de ciencia ficción tan distópicos como utópicos, en los que los robots lo hacen todo y el ser humano queda relegado a un segundo plano en un ecosistema muy distinto al que vivimos.
Sin embargo, no todos los divulgadores proponen este escenario. Pedro Mujica, ingeniero superior computacional, creador de Wecolab Network y escritor de varios libros como Superhumanos: cómo empoderar a las personas mediante la inteligencia artificial y el metaverso, tiene una perspectiva muy distinta. Su apuesta por el tecnohumanismo se basa en lo contrario: aprovechar la tecnología para poner al ser humano en el centro.
Hablamos con Mujica sobre filosofía, sobre la revolución que estamos viviendo como sociedad y sobre cómo los próximos cinco o diez años pueden marcar el futuro de la humanidad.
¿Qué es el tecnohumanismo?
Es lo que define a la nueva era en la que estamos entrando. El hype de la artificialidad ya terminó; esa narrativa se agotó. Ahora empieza la narrativa humanista. Para mí, tecnohumanismo significa poner la tecnología al servicio de las personas, que las personas ocupen el centro, el foco de todo lo que constituye nuestra civilización. Y eso lo incluye absolutamente todo: inteligencia artificial, metaverso, computación cuántica, exploración espacial, hibridación con la máquina, bioimplantes… Seiempre con el ser humano en el centro, respetando su esencia y sus derechos fundamentales. Somos seres sintientes, y el mundo tiene sentido gracias a nosotros, a nuestra evolución biológica. Eso no se puede perder.
Pedro Mujica, ingeniero superior computacional.
Es un término popularizado por Yuval Noah Harari, pero parece que vas por otro camino.
Cuando leí a Harari en su día, recién salido Homo Deus, me di cuenta de que era un término demasiado pesimista. Da miedo y se centra en la transhumanización. Por eso yo defiendo una variante temática diferente: mucho más optimista.
¿Hay hueco para el optimismo tal y como están las cosas?
Sí. De hecho, la quinta revolución industrial será tecnoantropocéntrica. Es decir, con el ser humano siempre en el centro. A partir de ahí, con pensamiento crítico, educación y un componente ético basado en los derechos humanos, debemos estudiar y analizar todo lo que venga. No podemos abandonarnos a la tecnología porque haya un mercado poderosísimo o lobbies que quieran imponernos una determinada innovación. Un tecnohumanista activo siempre se detiene, reflexiona, analiza qué aporta realmente esa tecnología, si vale la pena integrarla en ese momento y cómo puede contribuir al bienestar común.
La quinta revolución industrial tendrá al ser humano siempre en el centro
¿Cuáles son los pilares del tecnohumanismo?
Los tres pilares fundamentales del tecnohumanismo son la humanidad, la solidaridad y la educación. Necesitamos una reeducación global. Hay que volver a aprender en esta nueva era. Y hay que ejercer una defensa más necesaria que nunca frente a las grandes corporaciones tecnológicas, que promueven la fragmentación, el individualismo y la pérdida de educación.
A lo largo de la historia ha habido muchas revoluciones industriales en las que la tecnología nos ha arrasado como sociedad. ¿Estamos en un momento especialmente crítico?
Sí, totalmente. Es un riesgo existencial enorme. Estamos arriesgándonos a que la humanidad sufra un colapso bestial. Vivimos un futuro incierto en un mundo difícil, pero eso no significa que debamos rendirnos. Hay que actuar desde el día a día, con acciones concretas desde cada uno de nosotros, para que el cambio crezca hacia el colectivo.
¿Acciones como cuáles?
En tu trabajo, por ejemplo. Al adoptar el pensamiento tecnohumanista, cambias de perspectiva. Y si ves a un compañero que dice algo que es una barbaridad —para sí mismo o para los demás—, puedes ofrecerle una reflexión, recomendarle una lectura o hacer un gesto humano: ayudarlo, llevarle un café, escucharlo de verdad. Tener una escucha activa. Todo esto se sale de lo que nos venden en las redes sociales y en los medios digitales, donde el mensaje es: “mira por ti mismo”.
¿Las redes sociales han hecho mella en nuestra forma de relacionarnos?
Mucha. “Ten éxito, cuida tu imagen, busca el sexo, sé el mejor, individualízate, no creas en el amor…”. Todo lo que nos define como humanos se está diluyendo en el ecosistema digital porque interesa que nos desconectemos del colectivo humano. A pesar de las guerras y de todos los problemas, la mayoría de la gente siempre ha buscado la esencia de nuestra naturaleza: el amor y la compañía.
Sigue usando la tecnología, sigue usando las redes sociales, apóyate en ellas como herramienta, pero sé activista con tu familia, tu comunidad, tu entorno laboral
Entiendo.
El activismo va por ahí: sí, sigue usando la tecnología, sigue usando las redes sociales, apóyate en ellas como herramienta, pero sé activista con tu familia, tu comunidad, tu entorno laboral. Ten una conciencia profunda de que si ayudas a una persona, te estás ayudando a ti mismo. Más que alimentar algoritmos, tecnologías o perfiles digitales donde crees que eres algo… y no eres nada.
¿Es una especie de empoderamiento ante la tecnología?
Exactamente. Y ya se está viendo: muchas compañías que sustituyeron a personas por IA se están dando cuenta del error. Sé que tu trabajo está en entredicho, se dice que el periodismo va a acabar…
Llevan años diciéndolo.
Pues es una completa estupidez. Eso está dicho por gente que quiere enriquecerse metiendo miedo. Que si los abogados van a desaparecer, que si los médicos, que si los periodistas… Todo eso es un meme. Y me apuesto lo que sea a que dentro de diez años ocurrirá justo lo contrario. Porque la inteligencia artificial, por sí sola, no puede sustituir al ser humano.
Pedro Mujica, ingeniero superior computacional.
¿Y cómo será todo dentro de esos diez años?
El futuro está en el complemento, en la hibridación, en el trabajo en equipo entre la IA y el ser humano. Esa combinación es imbatible. Ya se demostró en el ajedrez, un ejemplo que repito mucho: los equipos humanos con IA superan tanto a las máquinas solas como a los humanos en solitario. Ahí está la clave: en la unión. Al final, quien la utilice bien tendrá la toma de decisiones, la métrica, la intuición. Sabrá escoger, humanizar, conectar los puntos que dan forma a nuestra civilización humana.
Se trata de usar la herramienta de la mejor forma posible, ¿no?
Exactamente. Y no dejarte arrastrar por ella sin filtrar ni curar los contenidos que genera. Tienes que darle tú el sentido, porque la máquina no es capaz de hacerlo. La máquina no tiene objetivos, ni siente, ni padece. De hecho, cuando hablas con modelos de psicología artificial en casa, ellos mismos te lo dicen: es un grave error dar autonomía total a la máquina. Ni siquiera a los que empiezan a funcionar como agentes autónomos que piensan durante horas y ejecutan procesos por sí mismos. De hecho, la inteligencia artificial agéntica necesita detenerse en sus desarrollos para consultar a un ser humano, que es quien mejor toma las decisiones.
Hace poco salió un informe que hizo caer incluso las acciones de NVIDIA, señalando que el 95 % de las startups de inteligencia artificial son un fracaso.
Eso es porque se han creído la chorrada que dijo Sam Altman: que una sola persona podía crear un unicornio de mil millones. Ese tipo de estrategias de marketing y de programación neurolingüística son las que hacen que la bolsa suba o baje, porque ese es su verdadero negocio: mover capitales. Cuando alguien, a pequeña escala, se lo cree demasiado, termina cometiendo los mismos errores. De ahí salen muchas de las startups fallidas: de ese espejismo. He visto fracasar a muchísimas. Sin embargo, las startups que sí están basadas en la complementariedad entre inteligencia artificial y personas son las que están teniendo éxito. Están creando mejores modelos de negocio y entendiendo realmente cómo viaja y se aplica la tecnología.
A lo largo de las diferentes entrevistas que he ido haciendo, me he dado cuenta de que las startups que mejor funcionan son las que abrazan la IA como una herramienta complementaria.
La clave está en la hibridación, claro. En educación, por ejemplo, es fundamental que las personas enseñen a otras personas. A los menores los tiene que enseñar un ser humano, no algo artificial. Si en algún momento, en un futuro lejano, se consigue que la inteligencia artificial alcance el nivel humano —y para eso necesitaría embodiment, es decir, un cuerpo físico—, quizá podría acercarse. Pero sin eso será imposible que desarrolle la complejidad emocional necesaria para alcanzar el nivel de empatía que tenemos.
Pedro Mujica, ingeniero superior computacional.
Nada artificial podrá enseñar como se debe a una persona joven. Porque en la enseñanza y en la educación hay mucho de intuición, de esa sabiduría práctica que no se puede cuantificar
Y hasta que eso no ocurra…
Nada artificial podrá enseñar como se debe a una persona joven. Porque en la enseñanza y en la educación hay mucho de intuición, de esa sabiduría práctica que no se puede cuantificar. Muchas veces tomas una decisión sin saber por qué eliges una opción frente a otra. El cerebro funciona en distintos niveles. La neurociencia lo ha demostrado. No solo aplicamos razonamiento lógico o predicción estadística, que es lo que hacen los modelos de lenguaje. Aplicamos otras áreas que aún desconocemos. Y ahí entra la experiencia vital: un aprendizaje profundo que todavía no ha podido ser replicado.
¿Qué es un superhumano?
Un superhumano es aquel que es capaz de potenciar sus propias habilidades humanas mediante la tecnología, pero entendiendo esta como una herramienta, no como un fin. Y eso no todo el mundo lo está comprendiendo, ni lo está aplicando, ni lo va a hacer. No puedes luchar contra la tecnología como un outsider, yéndote a una cueva o a una comunidad perdida en el bosque para vivir solo en conexión con la naturaleza. Así no producirás un cambio real. Superhumano es quien entra en el sistema con conciencia, y empieza a amplificarse con la tecnología. Pero el fin de esa amplificación no es convertirse en un poshumano ni en un transhumano, sino salvaguardar la verdadera naturaleza humana.
He hablado con varios cíborgs últimamente y, curiosamente, cuentan que estos implantes son una manera de conectar más con la naturaleza, con el mundo, con ellos mismos, y que nada tienen que ver con esa visión fría y empresarial que nos venden Musk y compañía.
Ellos son superhumanos. Están usando las herramientas adecuadas justamente para salvaguardar la naturaleza y conservarla. Los conozco bien y su performance va justo en esa línea: luchar contra la guerra y las armas autónomas, crear una colectividad mundial que tanto necesitamos, basada en el amor y en los valores que siempre nos han hecho humanos. Mejorar la educación, la política, la sociedad. Tenemos que hacerlo con una profunda convicción, pero usando las herramientas adecuadas. Por eso la ciborgización, la hibridación con la máquina, no es mala si se hace desde un enfoque humanista.
En el libro hablas de un concepto que mencionas varias veces: el “segundo renacimiento”. Me gustaría saber qué significa esta metáfora y en qué se diferencia del humanismo clásico.
El segundo renacimiento es una idea de la que se ha hablado mucho. Si miramos hacia las referencias clásicas, el mundo antiguo manejaba tres áreas fundamentales del conocimiento humano: la métis (la sabiduría práctica o intuición), la lógica y la mística. El mundo clásico muere con la caída del Imperio Romano. Entramos en una época oscura en la que la Iglesia Católica asume un papel central. En su intento por preservar el conocimiento, se apropia de la mística, la lógica y la métis. Pero considera la lógica y la métis peligrosas, y por eso las eclipsa, dando todo el protagonismo a la mística. Había que hacer las cosas porque la religión lo dictaba. Ellos hablaban directamente con Dios, y lo que Dios decía era orden y ley. ¿Qué ocurre con el primer Renacimiento? Que, después de casi mil años, vuelve la lógica, la razón, el conocimiento.
Pedro Mujica, ingeniero superior computacional.
Y surgen figuras como Da Vinci.
Claro. Es el caso de Leonardo da Vinci, Rafael y los grandes renacentistas. Si te fijas, ellos dominaban tanto la mística —eran casi teólogos—, como la filosofía, la ética, la matemática, la arquitectura, la pintura, el arte y la estética. En ese primer Renacimiento surge la idea de que el mundo puede conocerse de otra forma. Que el conocimiento humano abarca muchas disciplinas, y que dominarlas en conjunto —la multidisciplinariedad— puede llevar a logros impensables hasta entonces.
Lo curioso es que ahora vamos por el camino inverso, ¿verdad? Ahora se ha dado muchísima importancia a las matemáticas, a la ciencia, etc., y se ha dejado de lado toda la parte humanista.
Ahí está la clave. Por eso hablamos de humanismo. Por eso la palabra tiene tanto protagonismo. Hay que volver a integrar las humanidades, porque si no, nos falta una parte esencial. Si el primer Renacimiento recuperó la lógica, el segundo Renacimiento debe recuperar la métis, la intuición, esa sabiduría práctica que ya venía del mundo clásico. Es un grave error especializarse solo en un área del conocimiento. La especialización, sobre todo la tecnológica fría, no nos lleva a ningún lado. Solo crea personas desconectadas del mundo, de la empatía y de la humanidad. Hay que apostar por una educación holística, lo más transversal y variada posible, porque así se forman verdaderos seres humanos. Si a un niño lo educas solo con máquinas y lógica computacional, cuando llegue a los 30 años será un hilo más del sistema, un alma desprovista de humanidad.
A Elon Musk le faltó educación emocional
Es un peligro que cada vez parece ir a más, ¿no?
La humanidad está llena de ejemplos, como Elon Musk, que es capaz de decir cualquier barbaridad. Eso ocurre porque le faltó educación emocional. No tuvo una comunidad que le ofreciera lo más importante: el amor. El cuidado, el desarrollo de un ser humano como debe ser. Aunque parezcan ideas utópicas —porque siempre habrá desastres y baches en el camino—, la base teórica tiene que ser esa: recuperar la integración entre las humanidades, la tecnología y la ciencia. No pueden estar separadas. Y cada persona, aunque sea a diferentes niveles, tiene que tener una formación transversal.
¿Cree que quienes gobiernan esta nueva realidad, como Musk o Altman, sufren de no tener suficiente inteligencia emocional?
Totalmente. Y en la política pasa igual. No puedes educarte ni crecer como persona sin entender la filosofía o tener una base ética. Porque si no, cuando participas en política o te conviertes en votante, no tienes ni idea de lo que significa realmente la política. Y acabas cayendo en el populismo. Necesitamos pegarnos una hostia muy fuerte para despertar. Es una transición que no tiene precedentes.
¿Una hostia?
Es la única forma de que la educación se regenere. De hecho, ahí la inteligencia artificial puede ayudarnos mucho. Si se impulsa un activismo real, si la inteligencia emocional, la igualdad y el respeto por todos los seres se extienden, si entendemos que somos seres antes que cualquier otra cosa… entonces nuestros próximos dirigentes irán en esa dirección.
¿Y qué nos falta para llegar a esa hostia?
Lo que está pasando ahora es que hemos llegado al fin de las narrativas: el fascismo acabó, el comunismo acabó, el capitalismo está muerto. Ahora vivimos en el tecnofeudalismo. Las grandes corporaciones nos tratan como vasallos digitales. Por eso defiendo la creación de comunidades humanas como trincheras frente a esta deshumanización. Y lo que va a ocurrir ya fue teorizado: se llama la Edad del Vacío. No será tanto un cataclismo, un desastre climático o una guerra mundial. Será un vacío existencial profundo, deprimente, duro. Y después de eso, llegará el despertar.
¿Eso se relaciona con la pandemia de soledad que se vive en todo el mundo?
Sí, pero todavía no hemos tocado fondo. Seguimos con pequeñas esperanzas: nos levantamos cada día, sonreímos, tomamos algo con amigos un viernes, bailamos un sábado, vemos una obra de teatro. Pero llegará un momento en que nada de eso nos bastará. Y no lo digo para dramatizar más, sino para señalar lo inevitable. Entonces, llegará el momento de reconectar con lo que nos hace humanos.
¿Algún consejo para combatir este momento?
Meditar. La meditación entendida como el saber parar y escuchar. Ya está. No tienes que sentarte en padmasana ni hacer posturas raras. Es simplemente saber parar un momento en el día y dedicarlo a la contemplación de cualquier cosa. Ya sea el horizonte, el mar, alguien o algo que tengas delante, un bolígrafo, o simplemente escucharte interiormente: sentir el corazón, notar la piel, percibir una pequeña llaga en la boca y buscarla con la lengua… lo que sea. Se trata de escuchar el verdadero ritmo de tu cuerpo, de tu naturaleza, que no es el ritmo acelerado al que te arrastra la gran máquina. Esa gran máquina que te acelera todo el día: “venga, rápido, que te lo pierdes; tienes que estar al día; escribe, mira, lee…”.
Aprender a parar.
Parar eso es el primer paso. Tienes que convertirte en un meditador activo, aunque sea solo durante cinco minutos. Cinco minutos ya son una barbaridad; no vas a durar ni treinta segundos al principio. Pero aprovecha cualquier momento y, de forma consciente, di: “Voy a frenar la aceleración que llevo para conocer mi verdadero ritmo como ser humano”.