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Harry Houdini sentó las bases del hacking del siglo XXI: “El secreto del escape no está en la fuerza, sino en saber cómo funciona el candado”

No es magia, es IA

La obsesión por romper límites ha pasado del escenario de Houdini al mundo del código y la inteligencia artificial

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Harry Houdini.

Wikimedia Commons

Hace un siglo, Harry Houdini asombraba al mundo escapando de tanques de agua, camisas de fuerza y grilletes imposibles. El mago del escapismo mostró una forma única de hacer magia, construyendo a su mito a su paso. Pero después de más de cien años, los escapistas han cambiado mucho. Ahora se llaman hackers, y ya no se enfrentan al acero, sino al código. 

En lugar de abrir cerraduras, los hackers buscan vulnerar los límites impuestos por los grandes sistemas tecnológicos. Pero lo curioso es que su objetivo es el mismo que el del mítico ilusionista: demostrar que ningún candado es perfecto.

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Tras los pasos de Houdini

Harry Houdini (1874–1926) se hizo famoso por realizar fugas que parecían físicamente imposibles. Pero, más allá del espectáculo, había un método que aplicaba para salir con total seguridad. Estudiaba cerraduras, aprendía mecánica, y entendía cada detalle del dispositivo del que planeaba escapar. Su obsesión no era la magia, sino el control. Quería comprender el sistema hasta encontrar su punto débil y aprovecharlo al máximo.

“El secreto del escape no está en la fuerza, sino en saber cómo funciona el candado”, contaba en una entrevista para The New York Times en 1908. Gracias a ello, representó el arte de la evasión. Pero también fue un paso más allá y dejó claro que cada sistema tenía una posible fuga. Esa es la misma lógica que aplican los hackers.

Harry Houdini, el gran escapista, en 1908.

www.bridgemanimages.com

Con la llegada del primer iPhone en 2007, Apple impuso un entorno cerrado, en el que solo se podían instalar las aplicaciones aprobadas por la compañía. En respuesta, surgió el movimiento jailbreak: usuarios y programadores que lograban “liberar” los dispositivos para modificar su funcionamiento.

Aquel fenómeno fue una auténtica revolución cultural. En un momento donde lo digital era sinónimo de democrático, se trataba de una reivindicación de la propiedad tecnológica: si has comprado un teléfono, ¿por qué no puedes usarlo como quieras?

El jailbreak del iPhone fue, en cierto modo, la versión digital de una fuga de Houdini. Una demostración de ingenio que desafiaba a la autoridad del fabricante, del mismo modo que el escapista desafiaba a las leyes de la física.

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El referente de los hackers

Pero, en los últimos años, el escapismo digital ha dado un nuevo salto: las fugas ya no se dirigen a liberar teléfonos, sino inteligencias artificiales. Con la expansión de sistemas como ChatGPT o Gemini, han surgido comunidades dedicadas a crear jailbreaks conversacionales: formas de eludir los filtros de seguridad que impiden a la IA responder a determinados temas o comportarse de manera no autorizada.

Los nombres de estos modos alternativos —como DAN (“Do Anything Now”) o EvilConfidant— se han hecho virales en foros y redes sociales. Los usuarios los utilizan para forzar a las máquinas a actuar “sin límites”, y las empresas tecnológicas, a su vez, actualizan sus modelos para bloquear esos intentos. Es un juego constante del gato y el ratón.

Harry Houdini encadenado.

Terceros

Mi objetivo era ser el mejor sorteando la seguridad. Quería ser el Harry Houdini del hacking

Kevin Mitnickhacker

Tal como señalan expertos en Ars Technica, esta dinámica refleja una tensión de fondo. Es decir, cuanto más cerrado es un sistema, más imaginación se genera para abrirlo. Y esa creatividad no siempre tiene fines maliciosos. Muchos investigadores usan los jailbreaks para detectar vulnerabilidades y mejorar la seguridad, igual que los escapistas de antaño.

Uno de los pioneros de esa mentalidad fue Kevin Mitnick, considerado el hacker más famoso del siglo XX. “Mi objetivo era ser el mejor sorteando la seguridad. Quería ser el Harry Houdini del hacking”, explicó en su momento. Mitnick no robaba dinero ni destruía sistemas. Solo quería demostrar que incluso las redes más seguras tenían fallos humanos o estructurales.

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Sin embargo, la comparación con Houdini tiene un límite. Hasta ahora, todos los jailbreaks —físicos o digitales— han sido obra humana. La incógnita es qué ocurrirá cuando una inteligencia artificial aprenda a liberarse sola de sus propias restricciones.